jueves, 26 de diciembre de 2013

Los Ángeles vs. Cuernavaca

publicado el 26 de diciembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Una de las actividades que más he disfrutado en mi vida profesional, y que más extraño, es dar clases; en especial enseñar matemáticas a alumnos de administración y ciencias sociales. Y no, sadomasoquista no soy, simplemente es un deleite ser testigo de cómo la integración del pensamiento abstracto forma mejores estudiantes. Contra la creencia común, aprender matemáticas nada tiene que ver con memorizar las tablas de multiplicar, o las fórmulas trigonométricas; se trata de aprender lógica y ejercitar el pensamiento abstracto. El pensamiento matemático nos permite generalizar conceptos y luego aplicarlos a casos particulares, apreciar diferencias, hacernos preguntas y eventualmente encontrar respuestas.
Hace unos días, me reencontré con uno de mis mejores alumnos de Álgebra Remedial, hoy Licenciado en Sistemas de Computación Administrativa. Durante la charla me consultó una duda sobre la gravedad en la Tierra, su incredulidad de que fuese la misma en toda superficie terrestre y por lo tanto, el hecho de que la misma persona pesara lo mismo en el Polo Norte o en Costa Rica. ¿De dónde surgió la duda? De saber que en las estaciones espaciales, se puede simular el efecto de la gravedad, con la fuerza centrífuga provocada al rotar sobre su eje (hecho muy divulgado en noticias, televisión y hasta películas). Este mismo hecho, al aplicarlo a la superficie terrestre, nos lleva a pensar que, dado el fenómeno de rotación de la tierra (el de dar vueltas alrededor de su propio eje) la fuerza centrífuga debería “expulsar” a las personas con más fuerza hacia fuera de la tierra en el Ecuador, que en los Polos. Entonces, la fuerza de atracción que nos jala hacia el centro de la Tierra, debería ser mayor conforme nos alejamos del Ecuador. Este razonamiento, basado sólo en principios sencillos, la observación y la generalización, gana validez al consultar fuentes especializadas. Resulta que todo lo supuesto, es cierto, no sólo en el aspecto teórico, sino en las mediciones experimentales. Dado que el peso de una cosa o persona en la Tierra, depende de su masa y de la fuerza con que esta es atraída por la Tierra (gravedad), pesamos menos en el Ecuador que en los Polos.
Si alguna vez se habían preguntado sobre las ventajas de vivir en Cuernavaca, en lugar de en Los Ángeles, además del clima excepcional y la importancia de nuestra comunidad científica, debo confesar que pesar 0.17% menos aquí que allá, es una muy buena razón, aunque sea sólo por vanidad.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Poniendo por escrito…

publicado el 19  de diciembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Durante años, cuando me preguntaban por mi comida favorita respondía invariablemente: “albóndigas”. Las he comido rellenas de queso, de huevo cocido, de arroz, sin relleno, en caldillo de jitomate, de chipotle, de tomate verde, con espagueti, con clavo (¡guácala!), pequeñitas, grandotas, de res, de pollo y hasta de cerdo. Pero ningunas tan ricas como las que hacen las mujeres de mi familia. Sé que tanto mi madre como yo aprendimos a hacerlas por imitación. Ambas ayudamos en nuestras respectivas infancias a su madre (mi abuela). Las recetas de mi abuelita Lola, son parte del acervo culinario familiar. El conocimiento se transmitió por socialización; es decir, sin que hubiera una receta o un manual de por medio, como gran parte de las recetas familiares. Por esta razón, sé que las albóndigas de Lola, las de Graciela y las de Karla, son distintas. Muy parecidas, del mismo tamaño inclusive, con elementos comunes y sabores familiares, pero cada una de nosotras le hemos dado nuestro toque personal.
Este domingo platicaba con mi hija Karla, sobre su receta para hacer brownies (que le quedan buenísimos), y de cómo, a pesar de haberle pasado la receta escrita a una amiga suya, a la pobre mujer le quedaron “no tan buenos”. Una transferencia efectiva de conocimiento requiere tanto de compartir lo tácito, como lo explícito. Si mi madre y yo conserváramos el recetario de mi abuelita, estoy segura que lograríamos emular sus albóndigas a la perfección.
Este año he interactuado con la comunidad de la Universidad Tecnológica del Sur del Estado de Morelos (UTSEM). Con gran gusto he podido ver como su cuerpo docente comparte una cultura académica integral, técnicamente sólida y ética. En este primer año de vida, la UTSEM no sólo ha logrado homologar la cultura educativa de su comunidad mediante la convivencia, compartiendo conocimiento tácito; sino que, de manera muy destacable, decidieron institucionalizar el conocimiento, al explicitarlo en documentos de dominio público.
Contar con documentos de referencia en nuestras instituciones educativas, además de compartir una cultura de manera cotidiana, asegura un crecimiento continuo, bien cimentado y orientado. Entender la importancia de generar estos documentos desde los primeros meses de vida de una universidad, es muestra clara de una actitud científica y crítica. ¡Felicidades a la comunidad UTSEM por esta iniciativa!

jueves, 12 de diciembre de 2013

Aunque Ud. no lo crea…

publicado el 12  de diciembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Cuando era niña, entre los programas de televisión más populares estaba el de “Ripley, aunque Ud. no lo crea…”. En él se exponían hechos, personajes y situaciones “peculiares” de todo tipo. Eran tan peculiares e inverosímiles que se ganaban bien la incredulidad del título. Recuerdo bien que varios compañeros pasábamos medio recreo discutiendo, crédulos vs. incrédulos, sobre la veracidad de los sucesos.
Cuando empecé a conocer a la comunidad científico-tecnológica de Morelos, me di cuenta del gran tesoro que tenemos en nuestro estado. Contamos con la mayor concentración de científicos per cápita del país, responsables del 10% de la producción científica de México. Esto es, no sólo son muchos, sino que son muy buenos. Y por si fuera poco, la comunidad académica es tan diversa, que se estudian desde las matemáticas, hasta las humanidades, pasando por todas las áreas de las ciencias. Además, es una comunidad que está organizada interinstitucionalmente en tres Academias, la de Ciencias, la de Ingeniería y la de Ciencias Sociales y Humanidades; y estas Academias a su vez, colaboran entre sí y se organizan para colaborar con gobierno, empresa y sociedad.
Durante los últimos 20 años, esta comunidad científico-tecnológica ha buscado y encontrado alternativas creativas para apoyar el desarrollo sustentable de Morelos. Sin duda este es un capital fundamental para lograr construir la sociedad a la que aspiramos. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que tantos han emprendido, y siguen emprendiendo, para integrar este capital a diversas áreas de desarrollo en el estado, todavía hay un gran desconocimiento de esta fortaleza. Sólo hay que consultar los medios de comunicación locales, prensa, radio y televisión, para ver que todos los días hay contribuciones de la comunidad académica a la sociedad. Ya sea en proyectos específicos con el sector industrial, como en propuestas concretas de políticas públicas, o en posturas académicas ante problemáticas cotidianas como la minería a tajo abierto, el cambio climático, la contaminación ambiental o el dengue.

Morelos cuenta con el activo más valioso en esta era del conocimiento, una comunidad académica sólida, involucrada, colaborativa y dispuesta a invertir en la generación de proyectos, programas y políticas. Si alguna entidad federativa puede ser ejemplo nacional de lo que la Ciencia, la Tecnología y la Innovación pueden hacer por México, es Morelos… aunque Ud. no lo crea.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Sin excusas, ni pretextos

publicado el 5  de diciembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Sabemos que innovar, no es solamente hacer cosas nuevas. La innovación es un proceso que conjuga necesariamente, la detección de oportunidades en los mercados, las capacidades de la organización, la generación de novedades y la aceptación de los clientes. Es bien conocida la frase “innovar o morir”, especialmente en los círculos empresariales, donde la competencia es tan intensa que sólo aquellas empresas innovadoras sobreviven. Sin embargo, tomar la decisión de asignar recursos para invertir en innovación no es fácil, especialmente en épocas de crisis económicas. Y en México, siempre estamos atravesando algún tipo de crisis. Entonces, a pesar de que invertir en innovación es necesario y por lo tanto importante; los temas urgentes, como el pago de la nómina, los impuestos, o la disminución en los ingresos, son prioritarios y acaparan recursos y atención.

Afortunadamente, desde hace algunos años, el Gobierno Federal ha estado buscando alternativas que promuevan y acompañen a los empresarios en la aventura de la innovación. En particular, el CONACyT ha generado distintos programas que fomentan la inversión en innovación tecnológica mexicana. Uno de esos programas se ha concentrado en promover la formación de Oficinas de Transferencia de Conocimiento (OTC) que fomenten la cultura de innovación en la sociedad, acompañen a las empresas en el diagnóstico de oportunidades de innovación y, para cerrar el círculo, asesoren a la industria en la formulación de proyectos tecnológicos mediante alianzas estratégicas con Centros de Investigación y Universidades. Adicionalmente, CONACyT acompaña económicamente a estas empresas interesadas en la innovación tecnológica mexicana, con recursos económicos. Esto es, comparte el riesgo peso a peso con el empresariado mexicano, a cambio exclusivamente, de que la inversión en sea en conocimiento nacional. En este sentido, recordemos que Morelos cuenta con un capital científico-tecnológico envidiable; produce más del 10% de la ciencia mexicana y lo hace en prácticamente todas las áreas de conocimiento.

Nuestra industria morelense necesita integrarse a la cultura de innovación. Nuestra comunidad académica tiene la capacidad para proponer soluciones novedosas a la problemática empresarial. Y además, cuenta con un importante acervo de invenciones científico-tecnológicas, que “sólo” requieren de un aliado empresarial para continuar su evolución y traducirse en desarrollos tecnológicos innovadores. Por si fuera poco, tenemos dos OTC certificadas por CONACyT, capaces de asesorar y acompañar la generación y gestión de innovación tecnológica en el sector empresarial. Y, finalmente, existen los programas destinados a acompañar la inversión en CTI.


Ya no hay pero que valga. Felizmente, se han acabado las excusas y los pretextos que durante años han sido común denominador ante la falta de inversión en innovación tecnológica en México. 

viernes, 29 de noviembre de 2013

Leer en domingo

publicado el 14  de noviembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Mis domingos familiares han ido cambiando con el paso del tiempo. En los últimos años, se han convertido en el pretexto semanal para acercar a los miembros de la familia que viven en el DF (mi hermano y mi hija) con los que seguimos en Cuernavaca (mis padres y yo). Los cinco nos reunimos a desayunar. Pasamos más de una hora juntos y entre café, pan dulce y celulares nos ponemos al día. Curiosamente, dos eventos distintos y aparentemente distantes me hicieron reflexionar sobre estos domingos en familia. El primero, un mensaje de whatsapp de mi madre, donde citaba una frase de no-sé-quien, sobre la paradoja de la tecnología, “que nos acerca a los más lejanos y nos aleja de los más próximos”, a propósito del tema de los celulares e internet. El segundo, una invitación a una lectura masiva en el Zócalo.
Cuando era niña, los domingos después de comer, mis padres, mi hermano y yo, íbamos al centro. Pasábamos a los puestos de periódicos y comprábamos todos los “cuentos” (hoy les dicen comics) que había. Periquita, Lorenzo y Pepita, Archie, La familia Burrón, Supermán y Fantomas, entre otros, eran la compra obligada. Acto seguido, entrábamos a la cafetería Viena para disfrutar una rebanada de pastel y un flotante de limón, mientras devorábamos los “cuentos”. Y ahí, entre lecturas, nos poníamos al día: que si los exámenes, que si la reunión, que si “no molestes a tu hermano”, que si “el que acabe primero le ayuda a su compañero”. Ver a mis padres disfrutar de la lectura me convirtió en lectora asidua. Hacerlo en el zócalo, con un rico postre y molestando a mi hermanito, me dio sentido de comunidad, de familia, de arraigo.
Los “cuentos” de ayer, son los celulares de hoy. Aderezar los desayunos con un “checa si Siri sabe que es Whatsapp”, “descárgale a tu abuela el juego nuevo” o “check-ineate en Foursquare” es parte de la conversación familiar. Los celulares e internet, ni nos acercan ni nos alejan, son sólo un accesorio, como lo fue hace treinta años el pastel, el Fantomas o la Borola. La tecnología está para servirnos, para mejorar nuestro nivel de vida. Está en nosotros controlar su impacto en nuestra cotidianeidad.

Este viernes 22 de noviembre, iré al zócalo, me compraré un raspado de limón y leeré un libro electrónico en el Kindle de mi celular. Lo haré porque creo que es importante manifestar la importancia de leer para que otra sociedad sea posible; y porque sé que la tecnología me acerca a lo que quiero acercarme y me aleja de lo que quiero alejarme. Nada paradójico, pura tautología.

jueves, 14 de noviembre de 2013

De clases y clasificaciones

publicado el 14  de noviembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Algo que muy poca gente sabe es que yo nunca fui al kínder, ni a preescolar. Todo el teatrito de ir a la escuela “no era lo mío”, lloraba sin parar y mi pobre madre no tuvo corazón para dejarme sufriendo en el kínder de la colonia. Aún recuerdo mi mochila roja, octagonal con la palabra STOP en blanco contrastante, y cómo la paseaba por la casa, con mi cuaderno y lápices sin estrenar. Entonces, empezó mi romance con la televisión. Gracias a “Plaza Sésamo” aprendí a leer, escribir y a interactuar con los personajes mientras practicaba nociones básicas de lógica, matemáticas, gramática y vocabulario. Mi siguiente tutor analógico fue “La Canica Azul”, aprendí más lógica, más gramática y hasta geografía, historia y sustentabilidad. Ambos programas hacían gran énfasis en clasificar elementos de conjuntos, detectar elementos distintos y transmitir que los sistemas de clasificación y orden eran una noción necesaria para avanzar en la construcción de conocimiento. Aprendí que no puedo sumar peras con manzanas y que es fundamental encontrar patrones de similitud en los objetos de estudio para poder entender mejor los fenómenos aparentemente individuales.


Sin duda, ver las diferencias entre individuos, agrupar por similitud e inferir conocimiento a partir de esas clasificaciones, es una de las actividades que más nos ha permitido avanzar en la comprensión de la naturaleza, el pensamiento científico y con él, la ciencia, la tecnología y la innovación le deben mucho a esa capacidad muy humana de agrupar, discriminar y etiquetar para entender mejor. Sin embargo, esa misma capacidad nos ha llevado a excesos en lo que respecta a la manera en que tratamos a los demás. Desafortunadamente, la etiqueta se ha convertido en un elemento discriminatorio, y con él, en un pretexto para dar un trato diferenciado a los portadores de una u otra etiqueta: mujer, afro-americano, hippie, indígena, gordita, divorciado, guapa, judío, ignorante, discapacitado, gay, capitalista. Cada etiqueta ha tenido en la historia (y tristemente, tiene aún), una carga de maltrato y violencia verbal, física, sexual, social y sicológica que hoy resulta en una sociedad fragmentada. Entonces, generamos una serie de días dedicados a esas etiquetas y a paliar sus consecuencias: día de la mujer, día de la libertad sexual, día del orgullo indígena o el día de la no-violencia contra las mujeres. ¿No sería mejor, dejar las clasificaciones y etiquetas para construir conocimiento en lugar de destruir comunidades? ¿No sería mejor celebrar todos los días del año, el día internacional de la persona? ¿No sería mejor abrazar nuestras diferencias, agradecerlas y respetarlas con orgullo, tolerancia y sentido sustentable? Yo creo que sí, por eso insisto, antes que mujer, que mestiza, que madre y que profesionista, soy persona. ¡Felicidades a todos mis pares!

jueves, 7 de noviembre de 2013

Redes y congresos


publicado el 7  de noviembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


La gente que me conoce desde pequeña sabe que nunca fui muy sociable. Conseguir permiso en casa para visitar amigas era complicadísimo, e imposible si se trataba de dormir fuera de casa. Si a estas restricciones le añadimos mi personalidad sumamente tímida e introvertida, la fórmula para una nula interacción social estaba dada. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, fui descubriendo las ventajas de interactuar con colegas y pares en espacios informales. Encontré que una charla alrededor de un café en el receso de una conferencia, o un intercambio de ideas entre bocadillos en un brindis de honor, abrían más puertas que el llavero de San Pedro.
Este grato descubrimiento lo hice a inicios de este siglo, pues desde mi gestión en el gobierno estatal como enlace con la comunidad académica, pude ver en estos momentos de intercambio relajado cómo académicos y diletantes se daban el gusto de conversar, compartir conocimiento y, lo más importante, generar lazos de confianza. Estos encuentros breves y aparentemente dispersos permiten que comunidades que no conviven cotidianamente se reagrupen y formen redes. Redes que a su vez, expanden las posibilidades de interacción hacia los contactos de los contactos, multiplicando las posibilidades de armar equipos de colaboración muy efectivos.
Un exjefe de cuyo nombre no quiero acordarme, criticaba duramente mi estilo gerencial diciendo despectivamente “Karla, tú todo lo arreglas con desayunos, cafés y reuniones informales”. Y efectivamente, gracias a la interacción social, a las reuniones alrededor de un café o unos bocadillos, se logra “romper el hielo”, atravesar la frontera de la introversión individual y compartir experiencia y conocimiento.

Hoy, a propósito del estreno de mi hija como ponente en un congreso internacional, sonrío ante el recuerdo de mi primer congreso nacional (que tuve a la misma edad académica que ella). Sé que esta experiencia de escuchar a pares de diferentes edades, nacionalidades y especialidades, la va a transformar profundamente. Yo me tardé sólo 13 años en sacarle jugo a esa primera experiencia y aplicar el modelo de gestión para lograr colaboraciones efectivas en temas multidisciplinarios. Gracias a eso que aprendí entonces, y sigo aprendiendo todos los días de la comunidad CTI, en la formación y consolidación de redes, hoy veo posibilidades reales de cambiar nuestro entorno, de difundir la importancia del pensamiento científico como motor de la toma de decisiones cotidiana, y de colaborar efectivamente para lograr que otro mundo sea posible. Sí, creo que todos podemos arreglar todo a partir de desayunos, cafés y reuniones informales.

jueves, 31 de octubre de 2013

Cazando oportunidades

publicado el 24 de octubre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

La semana pasada todos en la oficina apoyamos un proceso de reclutamiento de personal. Ante una vacante decidimos que era importante conocer el punto de vista, no sólo del jefe inmediato, sino de los colaboradores y de quien dejaría la vacante, acerca de los candidatos al puesto. Así, tuvimos la oportunidad de entrevistar a tres candidatas recién egresadas de la licenciatura. La experiencia me permitió ver el proceso de reclutamiento desde distintos puntos de vista. El principal, alcanzar el objetivo primordial: integrar a un equipo de trabajo de alto rendimiento a un nuevo participante. Interactuar con el equipo, en el rol de reclutadores. También me permitió conocerlos mejor y valorar el compromiso que tienen con la empresa, así como la confianza que demuestran al comunicarse con transparencia y objetividad. Finalmente, pude ver todo el proceso de evaluación de personal desde cinco distintos enfoques.
Todas habían estudiado en la Universidad Politécnica del Estado de Morelos y habían demostrado en su carrera un muy buen desempeño escolar. A pesar de que las tres postulantes tenían personalidades muy distintas, compartían cultura universitaria y una actitud de servicio muy refrescante. Como grupo, coincidamos en que las tres universitarias tenían posibilidades de incorporarse a la compañía. Lo que más nos agradó fue la asertividad con que se conducían y la seguridad en sí mismas. Todas fueron muy puntuales, y se condujeron con propiedad y honestidad durante las entrevistas. Sin duda esta actitud ante la búsqueda de oportunidades laborales es algo que les inculcó la propia universidad, al prepararlas para la vida post-universitaria.
Tal vez hubo una época en que, tener el título de licenciatura era lo único necesario para alcanzar un futuro exitoso, ya no es así. Hoy se requiere no sólo del conocimiento, si no, más importante aún, es necesario contar con un conjunto de competencias, actitudes y habilidades para lograr ser parte de empresas que potencien ese talento joven, lo moldeen y contribuyan a la formación continua de recursos humanos de calidad. Al iniciar la vida profesional es fundamental buscar un balance entre la seguridad económica y la posibilidad de incorporase a empresas y grupos que promuevan la generación de conocimiento. Inculcar en nuestra juventud la importancia de ser generadores de conocimiento en su entorno laboral es una responsabilidad que compartimos los padres de familia, las universidades y quienes buscamos que Morelos sea más competitivo logre integrarse a la sociedad del conocimiento.

jueves, 24 de octubre de 2013

Obligación y actitud

publicado el 24 de octubre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Esta semana tuve la oportunidad de interactuar con una oficina gubernamental que a propios y extraños nos genera dolores de cabeza, el SAT. Recordé con gran claridad aquellos comerciales de mi infancia que hablaban de cómo, si no cumplías con tus obligaciones fiscales te verías con Dolores, y si sí lo hacías, te verías con Lolita. Por supuesto que Lolita era personificada por una actriz joven, atractiva, profesional y amable. El mensaje tuvo un gran impacto en la población, pues estoy segura de que todos los cuarentones que leen estas líneas recuerdan el tema de Lolita/Dolores, igual que el del “¡ciérrale!”, o de las bardas que señalaban “si la leche es poca, al niño le toca”, del extinto INPI.

Las ciencias de la comunicación se han enfocado en entender el proceso de transmisión de la información y del impacto de esta transferencia. Hoy más que nunca, ante la importancia que los medios de comunicación tienen en nuestra vida cotidiana esta disciplina del conocimiento cobra relevancia. Incluso, he podido ser testigo en estas casi cuatro décadas de cambios sustanciales en la actitud de algunos servidores públicos, gracias a elementos de comunicación organizacional muy efectivos. Y con esto, regreso al tema del SAT.

Hace veintiocho años, fui a darme de alta como contribuyente para poder extender recibos de honorarios, tenía 16 y quería dar clases de computación en una preparatoria muy conocida y reconocida en Cuernavaca. Mi primer encuentro con el sistema tributario fue de muerte lenta. Encontré pésima actitud, información encriptada, procesos obscuros e inentendibles y lo peor, un espacio en condiciones deplorables, desde la fachada hasta las sillas. Esta semana, pude presenciar todo lo contrario. Me recibió un espacio digno, limpio, bien iluminado; una recepcionista muy amable y eficiente; y finalmente, me atendió una funcionaria paciente, gentil y que conocía al derecho y al revés la plataforma del sistema tributario. Ante mi desorientación total, la Sra. Mandrujano logró enfocarme y resolver mi complicación.


Sin duda esto es un logro de las ciencias sociales y sus tecnologías habilitadoras. En media generación lograron transformar una institución de dolores y obligaciones, a otra de servicio y contribución. Aunque sabemos que falta mucho en materia normativa, saber que las estructuras son orgánicas, dependen de las personas y por lo tanto son susceptibles de mejora gracias al enfoque científico-tecnológico y la innovación en procesos y servicios, es motivo de entusiasmo y esperanza. ¡Sí se puede!

jueves, 17 de octubre de 2013

Una vuelta más al Sol

publicado el 17 de octubre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace un par de semanas, compré una cafetera. Me ofrecieron la garantía extendida por un año adicional al de fábrica y la acepté sin chistar; pues parece que las cosas que compro tienen un cronómetro interno que se activa al momento de sacar los artefactos de la tienda y justo un año después hace “¡tic!” y dejan de funcionar. Sé que no hay cronómetro, pero efectivamente el tiempo de vida útil de las piezas que componen los equipos está calculado estadísticamente para superar el tiempo de garantía. Pedir una extensión por una fracción del costo es una apuesta muy redituable, estadísticamente hablando. Es muy probable que una o más piezas del aparato dejen de funcionar al terminar la garantía, extenderla no sólo nos ahorra tener que comprar otro, sino le ahorra al planeta su desecho prematuro. Paradójicamente, al comerciar con la vida del aparato, el vendedor tuvo gran cuidado al preguntar mi fecha de nacimiento, necesaria como clave para el trámite, “¿me da su fecha de nacimiento?, ¡sólo día y mes por favor!”. La primera parte fue una pregunta amabilísima y la segunda, llevaba una disculpa implícita, con voz rápida, firme y preocupada por mi percepción a su “intromisión”.
Siempre me han gustado los aniversarios, todos, incluido el de mi nacimiento. “Una vuelta más al Sol”, como le dice mi hija, es un signo de perseverancia, de subsistencia, de constancia. No celebro las garantías vencidas de las cosas que tengo, pero me alegra mucho contar el tiempo que llevan conmigo. No por las vueltas al Sol, sino como detonadores de recuerdos de experiencias gratas. Creo que, si lo único que un aniversario detona en la memoria es que han pasado 365 días desde el último, ¡mala tarde!, mejor no celebrarlo... ¡de ahí pa’l real!
La semana próxima la comunidad Científico-Tecnológica se viste de gala, la Semana Nacional de Ciencia y Tecnología se celebra por 20ª ocasión; y en ese marco en Morelos celebramos la 7ª Jornada Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un reconocimiento a los organizadores actuales y anteriores. Muy particularmente a Nora, Jaime, Oscar e Irma, quienes desde el siglo pasado con gran perseverancia y paciencia lograron vincular a los sectores académico, gubernamental y privado en esta iniciativa de difusión de la CTI. Gracias a Jonathan, Leoncio, Paty, Susy, Sayra, Yair y Marisol entre otros, que lograron a principios de este siglo mover y entusiasmar a niños y jóvenes.

Esta tercera semana de octubre celebramos a ese equipo de impulsores que año con año, vuelta a vuelta, han logrado que la Ciencia, la Tecnología y la Innovación formen parte de la vida de niños, jóvenes y adultos en todo nuestro Estado. La marca que nos han dejado es indeleble, ¡Feliz Aniversario!

jueves, 10 de octubre de 2013

Del dicho al hecho

publicado el 10 de octubre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace una vida, un exjefe me contó una anécdota que marcó mi forma de ver la dedicación a una tarea. La historia dice que una dama de la aristocracia, al asistir a un concierto de un virtuoso del violín, maravillada ante la experiencia de escucharlo exclamó, “es usted extraordinario, yo daría la vida entera para tocar el violín así”. Ante esa declaración de admiración el virtuoso contestó, “Querida señora, yo la he dado”. La contundencia de una respuesta así, siempre me emociona y asombra. Sabemos todos que “la práctica hace al maestro”, sin embargo, leer anécdotas así nos transmite con un toque de melancolía y sorpresa lo que la dedicación y el entrenamiento continuo producen.
Como he compartido en varias ocasiones, tengo actualmente el privilegio de dirigir una empresa que se dedica a la gestión de innovación y transferencia tecnológica. Veo todos los días académicos distinguidos, exitosos en sus áreas, que generan conocimiento y van despejando incógnitas e incertidumbres todos los días. Sé que todos ellos han dedicado su vida a la investigación y que si han logrado prestigio en sus campos de estudio es, precisamente, gracias a ese compromiso con sus “instrumentos”.
Hace unos días, leí la convocatoria que hace el Gobierno Estatal, por conducto de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, para que jóvenes universitarios propongan protocolos de investigación en el marco del programa “Primer encuentro de jóvenes investigadores”. Leer este tipo de llamados a la comunidad universitaria me ilumina el rostro y el ánimo, justo así se inicia la dedicación vitalicia a una causa. Y, ¿qué mejor causa hay que la de encontrar maneras en que la Ciencia, la Tecnología y la Innovación contribuyan al desarrollo de nuestro entorno de manera sustentable?

Los virtuosos de mañana ya están, as we speak, dedicando sus vidas a la investigación, convocatorias como esta son fundamentales para la detección de vocaciones, su fomento y consolidación. Transitar del dicho al hecho empieza así, respondiendo a estos llamados con el entusiasmo y la pasión de aquél violinista.

jueves, 3 de octubre de 2013

Hoy, ¡no vas a comer!

publicado el 03 de octubre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Mi familia llegó a Cuernavaca hace 38 años. Me tocó ser la niña nueva que entra a medio ciclo escolar en 2º de primaria y, afortunadamente, logré hacer amigos rápidamente. Recuerdo con gran cariño a Adriana Celis, que me recibió con brazos abiertos y con gran entusiasmo me invitaba todas las semanas a comer a su casa. Sin embargo, en mi familia había que seguir todo un protocolo para aceptar una invitación. Después de un par de meses, logré que nuestras madres hablaran por teléfono, conversaran, intercambiaran direcciones y simpatizaran, cumpliendo así los requisitos familiares para poder aceptar la invitación de Adriana. Toda la semana hicimos planes sobre lo mucho que nos divertiríamos en su casa. La mañana del Gran Día, al mostrar mi boleta de inglés para firma de mis padres, me pusieron como chancla por haber reprobado Grammar y Spelling, y justo antes de que subiera al transporte mi mamá me dijo “y de castigo, hoy, ¡no vas a comer!”. Yo he sido de buen diente toda la vida y el castigo me cayó como balde de agua fría. Así que, muy obedientemente me fui con la mamá de Adriana a su casa y no comí un solo bocado… hasta que llegó mi madre por mí, muerta del susto y del coraje.

El contexto es fundamental para lograr entendernos unos a otros. Lo que en un ambiente puede tener una interpretación y un alcance muy claro, en otro puede ser totalmente distinto. La labor de quienes hacemos vinculación y transferencia tecnológica justo es lograr homologar contextos, para que la comunicación entre las partes sea fluida y efectiva. Como hemos comentado en otras ocasiones, no sólo se trata de ser intérprete de sectores distintos, sino también de generar un entorno que facilite la colaboración y el entendimiento. La homologación de contextos no suele ser total y, para esos casos, necesitamos explicitar con lujo de detalles los conceptos y acuerdos, incluso en lo aparentemente obvio. Pues lo que “por sabido se calla” en un entorno, en otro puede no ser sabido, ni callable.

Para Karlita, la de buen diente, no comer era un castigo duro y justo para la falta de haber fallado en 2 materias. Para Graciela, su mamá, el premio de dar permiso para ir a casa de la amiga era inmerecido ante la misma falta. A una le pareció obvio obedecer a “no comer”, a la otra le pareció superfluo añadir “a casa de Adriana”.


En temas de gestión de innovación tecnológica no se puede dejar al contexto de las partes la negociación de alcances, presupuestos y objetivos, es necesario explicitar y comprender a cabalidad las propuestas de todos los involucrados.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Tiempo de switcheo

publicado el 26 de septiembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Todos conocemos a alguien, casi siempre nuestra madre, que está en todo. “Tienes ojos en la espalda”, “un ojo al gato y otro al garabato”, son algunas de las frases que ha acuñado el saber popular para describir a estas personas. Es sorprendente para muchos la capacidad que algunos tienen para el multiprocesamiento, es decir, estar en varias tareas aparentemente al mismo tiempo. Es justo esta aparente simultaneidad la que han descrito con gran claridad las ciencias computacionales.

Cuando llevé clase de arquitectura de computadoras, aprendí que su procesador central suele tener una serie de tareas que atender: leer información de un disco duro, capturar datos del teclado, desplegar imágenes en la pantalla, enviar documentos a impresión, e incluso comunicarse con otras computadoras en la red. Hoy día las computadoras tienen más de un procesador, y parecería natural que hicieran muchas tareas al mismo tiempo, considerando que cada procesador puede atender una tarea en particular. Sin embargo, y a pesar de que no es exactamente así como trabajan las computadoras actuales, quiero hacer un viaje en el tiempo para recordar aquellas máquinas del siglo pasado. Sólo tenían un procesador y era necesario que atendieran teclado, memoria, pantalla y demás “simultáneamente”. El secreto detrás de este paralelismo aparente era el minimizar el tiempo de switcheo. Es decir, no hay manera de que un solo procesador atienda más de una operación por instante, lo que sucede es que se tienen filas de operaciones y se atiende un poco a cada operación. Como es más rápida la computadora en recibir datos del teclado que nosotros en teclearlos, le da tiempo suficiente para desplegarlos en pantalla e incluso guardar en memoria temporal lo que escribimos. La cantidad de tareas distintas que pueden hacerse está limitada por el tiempo que se tarda en dejar una tarea en pausa y retomar otra.

Aunque nuestro cerebro es mucho más complejo que un procesador artificial, y de hecho, sí realiza tareas en paralelo, también es cierto que cuando atendemos muchos temas al mismo tiempo, dependemos fuertemente del tiempo de switcheo. De tal forma que, la cantidad de temas que podemos atender en un momento depende tanto de la capacidad que tengamos para almacenar los temas y donde nos quedamos en cada uno, como de la velocidad con que logremos soltar un tema y tomar otro para procesarlo.


Nuestras abuelitas y mamás nos han enseñado por generaciones la importancia de optimizar el tiempo, atendiendo tantos temas como sea posible, minimizando los tiempos ociosos. Estoy segura que Thomas Watson, el líder del equipo de la IBM/360 (la primera computadora que hacía multitasking), no era la excepción, ¡gracias Sra. Watson!

jueves, 19 de septiembre de 2013

¿Suficiente o necesaria?

publicado el 19 de septiembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Una de las clases que más he disfrutado tomar y dar ha sido la que tiene que ver con el análisis y diseño de algoritmos. Un algoritmo es la secuencia de pasos necesarios para llevar a cabo un acción. Una receta de cocina es un tipo de algoritmo. Podemos ver a la lista de ingredientes como la entrada y al resultado final, el pastel, como la salida. El proceso de preparación, si está descrito en una serie de pasos bien definidos, sería el algoritmo. Bueno, cuando uno está diseñando algoritmos, necesita entender con claridad la relación ente las causas y los efectos. O dicho de otra forma, entre las condiciones de entrada y las decisiones que se toman a partir de esas condiciones.

Aunque parece muy lógico y trivial, me he dado cuenta con el pasar del tiempo que la diferencia entre las condiciones necesarias y suficientes para que suceda tal o cual resultado no es muy clara para todos. De tal forma que, en términos coloquiales, solemos creer que con cumplir las condiciones necesarias en automático se deben obtener los resultados esperados. Por ejemplo, para poder votar es necesario tener 18 años o más, pero no es suficiente, hace falta también tener una credencial de elector vigente.

En los últimos 12 años, he tenido la oportunidad de participar como jurado en una gran cantidad de concursos para detectar jóvenes talentos en ciencia, tecnología e innovación en nuestro estado. Desde nivel primaria hasta licenciatura, he visto desfilar un sinnúmero de estudiantes talentosos unos (otros no tanto), con proyectos de distinta índole en prácticamente todas las disciplinas del conocimiento. Sin duda, la detección de talento joven es necesaria para poder detonar el desarrollo en generación de innovación de una región. Sin embargo, no es suficiente. Para lograr un impacto real, es fundamental orientar a esos jóvenes talentosos, formarlos en las disciplinas necesarias para complementar su conjunto de competencias y acercarlos a las cadenas de generación de conocimiento formales (universidades, centros de investigación, empresas de tecnología, etc.).

Afortunadamente, ya en Morelos se cuentan con varias iniciativas en este sentido. En particular está el programa “Robótica en tu Escuela” que promueve el IEEE de Morelos, la Secretaria de Desarrollo Social y el Instituto Mexicano de la Juventud (www.omimorelos.org.mx). Su objetivo principal es detectar y formar estudiantes talentosos que estén interesados en programar computadoras y robots didácticos.


Dar a conocer este tipo de programas y convocatorias no es suficiente para transformar nuestra sociedad en una sociedad de conocimiento, sólo es necesario.  

jueves, 12 de septiembre de 2013

De parches y reformas

publicado el 12 de septiembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace un par de meses, detecté que el tirol del techo del baño de visitas se desprendía poco a poco. Ante la sorpresa, me dediqué a observarlo más de cerca y noté una gotera que fluía a razón de gota por 90 segundos. Subí al baño que se encuentra directamente arriba y todo se veía en orden. Llamé al plomero, revisó por encimita y notó que la tina del baño superior ya había perdido el sellador en las orillas, vertió un litro de agua en ese hueco y comprobó que toda el agua se escapaba por el sellador hacia el entrepiso. Su diagnóstico, re-sellar orillas y listo. Observé con atención ahora la tina, evitando mojar cerca del sellador, y el problema persistía. Finalmente, y después de casi una semana de observar con atención y consultar a 2 plomeros, 1 maestro albañil y 1 milusos, decidí remodelar el baño superior. Convertí el hueco de la tina en una regadera y re-entubé su desagüe. Santo remedio, el entrepiso está seco, y el nuevo tirol del baño de visitas seguramente durará otros 20 años.

El daño estructural que puede ocasionar en una casa pre-fabricada una loza de concreto que es humedecida constantemente, es de terror. Si en lugar de analizar el problema paso a paso, desde los efectos hasta las causas, hubiera decidido aplicar parches aquí y allá, seguramente me habría ahorrado las incomodidades de una remodelación, algunos pesos este año y la molestia de ver el cambio de color y estilo entre los mosaicos originales y los nuevos. La solución de corto plazo aparentemente me habría dejado muy bien y tranquila y, si pretendiera deshacerme de la casa pronto, heredaría el problema a otros. Sin embargo, no es el caso. Esa casa la habitará mi hija y su descendencia. Me importa, y mucho, dejársela en las mejores condiciones posibles. De ahí la importancia y la necesidad de haber estudiado el problema de raíz y encontrar un balance costo-beneficio con visión de largo plazo. Incluso, la decoloración del mosaico nuevo contra el antiguo en unos años desaparecerá. No parché, reformé estructuralmente esa pequeña sección. Sé que no quedó perfecta pero tengo todo el tiempo para, ahora sí, ir haciendo pequeñas modificaciones que eleven nuestro confort en ambos cuartos de baño.


Cuando hablamos de Reformas Institucionales, debemos tener el mismo enfoque, ya sean Energéticas, Fiscales, Educativas. De poco servirá maquillar las estructuras antiguas con fines electorales. México es nuestro hogar, y la gran mayoría de los mexicanos y nuestra descendencia, seguiremos habitándolo. Requerimos de opiniones de expertos en distintas áreas, de líderes que observen los problemas con visión integral, desde los efectos a las causas y logren desenmarañar cuáles cambios son indispensables y cuáles pueden irse afinando con los años. Parchar sólo es buena solución temporal para las llantas de nuestras bicis, o de nuestros coches en una emergencia. Dejemos la inmediatez, abramos la mira temporal, involucremos a expertos en todas las disciplinas necesarias y pensemos sustentablemente. Sólo así, aplicando el pensamiento científico moderno e integral, podremos lograr que otro México sea posible.


De lozas a losas

publicado en el el 12 de septiembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Una anécdota que me apena terriblemente es la que tiene que ver con el día que decidí no volver a manejar “en mi vida”.  Tenía catorce años, recién había terminado por segunda ocasión mi curso de manejo un día antes y conducía el Topaz automático de mi madre, con ella de copiloto por supuesto. Rumbo al super, me lancé a un crucero como el “borras”, sólo con la vista al frente. Mi santa madre apenas alcanzó a gritar “¡Fíjate por donde vas, voltea antes de cruzar!”. Yo, con eso tuve. Se me inundaron los ojos de lágrimas, llegamos a nuestro destino y con voz sollozante, le entregué sus llaves a mi mamá y muy dignamente exclamé: “No te preocupes, no vuelvo a manejar. Yo para esto no sirvo”.  Lo peor no fue mi drama, sino que tardé diez en años en volver a manejar un auto (gracias Oscar) y desde entonces lo he disfrutado y aprovechado enormidades.

La crítica y como la recibe el criticado suele ser un tema incómodo. Incluso, hemos llegado a calificar como “constructiva” a aquella que nos hace mejorar, en oposición al resto de las críticas que por lo tanto son “destructivas”. Se han perdido amistades, negocios y hasta matrimonios por una crítica mal recibida. En este terreno tenemos como individuos mucho que aprender de la cultura científica. Resulta que en el terreno académico un colega que no critica un trabajo o una aportación se considera mediocre, falto de interés o incluso mal intencionado, al no aportar elementos de mejora o de cuestionamiento a la labor de sus pares. La crítica es indispensable en el quehacer científico y tecnológico. Y nadie que se respete en este campo se atrevería a matizar la crítica como constructiva o no. Toda crítica bien fundamentada construye, contribuye a una mejor aportación y un aprendizaje valiosísimo para quien es criticado.

Hace una semana cometí un error ortográfico, al mencionar una losa de concreto. Escribí loza, con “z”. Palabra homófona que es sinónimo de vajilla o de piezas de cerámica o porcelana. Aún sigo agradecida al lector que me sacó de la ignorancia (gracias Humberto), y me dio una lección de gentileza y espíritu crítico.

La formación científica me ha ayudado a ver en la crítica, no un ataque personal, sino una oportunidad de enmendar mi actuar. Este sábado, cuando llevaba a mi madre a casa de la Tía Ana, sonreí cuando llamó mi atención para que soltara el celular y avanzara en el embotellamiento.  Desde entonces, sigo manejando y sigo usando el celular, pero no al mismo tiempo (gracias Mami).

jueves, 29 de agosto de 2013

¿Vamos al museo?

publicado el 29 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Si algo ha cambiado hoy en día en cuanto a las experiencias educativas en primaria es la posibilidad de visitar Museos. Y aún mejor, la oportunidad de visitar un Museo de Ciencia está al alcance de la mayoría de los estudiantes.

Más que dar a conocer a la Ciencia como disciplina, comprender cómo se hace la ciencia es fundamental para la búsqueda de tolerancia y democracia. La práctica del método que emplean los científicos, la objetividad, la capacidad de hacer modelos de la realidad, la verificación experimental y la aceptación de que un error implica un cambio de modelo nos hace sin duda ser más tolerantes y menos dogmáticos. En este sentido, una sociedad democrática es aquella en que la gente está bien informada sobre el trabajo de los científicos, de tal forma que puede tener opiniones fundamentadas acerca de temas polémicos como la clonación, la biotecnología, la violencia, el cambio climático o las estrategias energéticas.


Hay muchas maneras para hacer llegar la CTI a la sociedad como un todo. En nuestra comunidad contamos con un grupo importante de comunicadores científicos, así como con espacios en medios de comunicación masivos dirigidos a diferentes públicos. Es un hecho que la producción de material de las distintas entidades académicas es muy importante y ha contribuido a mejorar la comprensión tanto de conceptos como de procesos científico-tecnológicos. Sin embargo, es una realidad que los museos interactivos son uno de los medios más importantes de popularización de la CTI porque tienen un contacto directo con los receptores del mensaje, a diferencia de lo que ocurre con otros medios de comunicación como un texto o un comentario en televisión. En los espacios de un museo pueden juntarse un sinnúmero de actividades de educación no formal y divulgación de la CTI y, lo más importante, éstas son dirigidas a diferentes públicos. Los museos ocupan el segundo lugar, después de las bibliotecas, como instituciones educativas a la que acuden estudiantes de todos los niveles en busca de información y aprendizaje. En el contexto de la CTI, los museos de ciencia modernos son un espacio para la comunidad, inmersos en la sociedad que los generan y comprometidos con los cambios que en ella ocurran. 

jueves, 22 de agosto de 2013

Y luego, ¿qué vendo?

publicado el 22 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Recuerdo que hace muchos años, a propósito de la posible construcción de un club de golf, los vecinos de esa localidad se manifestaban en contra por muchas razones, ambientales, culturales, sociales y hasta económicas; a pesar de que los promotores del club prometían una millonaria inversión y una consecuente amplia oferta laboral para los locales. Los lugareños, sin embargo, argumentaban que dicha inversión sólo traería empleos de bajo ingreso: para jardineros, meseros y mucamas, entre otros. Claramente, todos preferimos fuentes de empleo mejor remunerado, que requieran mano de obra altamente calificada y por tanto, que representen no sólo el beneficio de empleos directos, sino el de la derrama económica que esos empleos bien remunerados genera.
Las empresas de alta tecnología requieren recursos humanos altamente calificados. Son necesarios profesionistas especializados, con posgrado la mayoría de las veces. De hecho, en esta industria, para asegurar la calidad de los servicios tecnológicos, incluso el personal de servicio, mantenimiento e instalación necesita entrenamiento especial. Las universidades tecnológicas preparan técnicos superiores universitarios para este tipo de labores.
El desarrollo económico que detona la innovación de alta tecnología es la principal razón por la que otros países en el mundo han decidido impulsar esta industria con agresividad y urgencia. Sin embargo, algunos creemos que no es suficiente impulsar la gemación de empresas de alta tecnología alrededor de un sólo producto o servicio innovador, que suele ser lo acostumbrado en la mayoría de las incubadoras de base tecnológica. Este tipo de emprendimientos me recuerda la anécdota de Doña Mary, que tenía el puesto de jitomates frente a mi escuela. La buena mujer trabajaba desde las 7:00 hasta pasadas las 15:00 y nunca vi que lograra venderlo todo. Un día antes de las 8:00, se acercó la mamá de una amiga y le ofreció comprar todo el jitomate que llevaba. Doña Mary la miró extrañada y le respondió: “no m’ija, ¿cómo crees? Y luego, ¿qué vendo?”.

Para que una empresa de alta tecnología sea exitosa, requiere generar innovación basada en ciencia; es decir, ser parte de un nicho científico-tecnológico que sea suministro continuo de innovaciones tecnológicas. No basta comercializar una patente o dar un excelente servicio tecnológico. Es indispensable contar con un repertorio de conocimiento del que emerjan innovaciones continuamente. El ciclo de vida de los productos o servicios tecnológicos es muy corto. Asegurar el éxito de la industria de alta tecnología sólo es posible si volteamos a las universidades y centros de investigación, nuestras fábricas de conocimiento naturales, y tendemos puentes firmes, amplios y de doble vía, que permitan un intercambio continuo de conocimiento entre el mercado, la empresa y los investigadores.

jueves, 15 de agosto de 2013

Entre lo local y lo global

publicado el 15 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Cuando mi hija iba en tercero de kínder, descubrí que por optimizar recursos el jardín de niños al que asistía decidió juntar a los tres grupos de kínder en uno solo. Esta medida de eficiencia empresarial me puso los pelos de punta y decidí cambiar de escuela al día siguiente. Por supuesto que el calvario inició en ese momento, buscando escuelas que me quedaran cerca de casa y además tuvieran calidad educativa. Afortunadamente, la búsqueda duró sólo unas horas, al día siguiente encontré la escuela perfecta. La perfección no me la dio la cercanía, ni las instalaciones, ni el modelo educativo, sino ver que Miss Greta, quien me había enseñado inglés en 5º de primaria, era parte del personal de esa escuela. Tuve la fortuna de toparme con una institución que consideraba la enseñanza del inglés tan importante como la escuela en que yo estudié (El Bilingüe, que dejó de existir hace muchos años).
Independientemente de que nos guste o no, es un hecho que el lenguaje “materno” del intercambio empresarial y científico-tecnológico es el inglés. No hablarlo y entenderlo con fluidez nos pone en desventaja como individuos y como comunidad en el mundo. Eso era cierto hace 40 años y lo sigue siendo ahora, en la era global. El dominio de dos o tres idiomas aparte del materno es muy importante para lograr insertarnos de mejor manera en las redes sociales que son por definición globales (o internacionales, como decíamos antes). Apostar por una educación que fomente el pensamiento crítico y científico es esencial, también lo es incluir el aprendizaje intensivo de por lo menos el inglés.

No todos tenemos la fortuna de toparnos con Miss Greta en la primaria o la secundaria. Sin embargo, es importante que encontremos en la educación continua los espacios para aprender inglés, tanto para mejorar nuestras posibilidades laborales, como para apoyar a nuestros hijos en su aprendizaje del idioma. Afortunadamente, esta preocupación la comparten las universidades públicas; tanto la UAEM en el centro de Cuernavaca, Chamilpa, Club de Golf y Cuautla, como la Fundación UNAM en Teopanzolco, que abren al público general sus Centros de Enseñanza de Lenguas Extranjeras. Aprovechemos estos espacios, para que entre lo local y lo global no se interponga la barrera del lenguaje.

jueves, 8 de agosto de 2013

Factor Comun

publicado el 8 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

La primera vez que escuché la palabra “Emprendedor” fue a finales de 1985, al enterarme que todas las carreras de nivel profesional en el Tec de Monterrey, deberían llevar un curso sello sobre Emprendimiento. Para compartir plenamente mi reacción, antes debo dar contexto. En ese momento cursaba el primer semestre de Ingeniería en Sistemas Electrónicos, carrera que elegí por dos grandes razones. La primera, era la que más matemáticas tenía. La segunda y más importante, era la única que no tenía materias de Administración. Se podrán imaginar mi decepción cuando me enteré de la noticia del Programa Emprendedor. Renegué, critiqué y hasta lloré ante el complot contra mí y mi aversión a la administración.
“Nunca digas de esta agua no he de beber”, escucho cada vez que relato el tema de mi elección de carrera, pues curiosamente desde 1995 me he dedicado a la administración, en el sector privado, público y académico. De hecho, sólo he ejercido mi carrera de manera intermitente por no más de tres años en total. Afortunadamente, mi formación como Ingeniera en Sistemas ha sido fundamental en mi desempeño profesional desde 1990.
Algo que aprendí con los años es que, contra mi percepción juvenil, emprender y administrar no son la misma cosa. Los administradores no necesitan ser emprendedores, y los emprendedores pueden o no ser administradores. La RAE define emprender como “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Sin duda los emprendedores exitosos al leer esa definición estarán de acuerdo. Generalmente al pensar en un emprendedor le asociamos la creación de un nuevo negocio, de cualquier nuevo negocio, y esto no es así. Emprendedor es aquél que toma riesgos calculados, que tiene tal convicción en su proyecto que está dispuesto a enfrentar el reto de echarlo a andar a pesar de lo difícil que pueda parecer la aventura. La pasión, el entusiasmo, la perseverancia y la paciencia son ingredientes más importantes para el emprendedor que saber hacer planes de negocio, estados de resultados o campañas publicitarias.

Ahora que me dedico a tender puentes y vincular a científicos y empresarios, he podido constatar que quienes son exitosos en sus ámbitos tienen actitud emprendedora. Ante las dificultades para alcanzar sus objetivos, echan mano de su creatividad e inteligencia para sobreponer los obstáculos y encontrar “cómo sí” lograr el resultado. Entender este factor común permite la comunicación, fomenta la confianza y promueve el compartir conocimiento.  

jueves, 1 de agosto de 2013

Sopa o postre

publicado el 1 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Todavía recuerdo lo excepcional que era hace 20 años tener acceso a Internet. En 1993 había sólo un navegador de internet, Mosaic, y como estudiante de posgrado en Ciencias Computacionales, tenía la posibilidad de enviarle correo a mis compañeros y maestros. Hasta ahí llegaba la comunidad en línea. En ese tiempo los mensajes que intercambiábamos eran “ligeros”, textos sin formato ni gráficas incluidas. Además, cuidábamos al extremo el no enviar documentos anexos muy grandes, pues hacerlo podía no sólo evitar que llegara nuestra comunicación a su destino, sino peor aún, podíamos “tirar” la red.
Diez años después, en el 2003, ya me comunicaba por Windows Messenger con mi madre e hija, para atender pendientes familiares o resolver dudas de tareas. En sólo 10 años, la comunicación web había pasado de un medio para especialistas a una plataforma de comunicación amigable para todos aquellos que tuvieran acceso a una computadora y conexión a internet. Los distintos manejadores de correo permitían ya enviar correos con formato y anexar archivos hasta de 1 Mb, sólo había que tener paciencia para que el mensaje “subiera” a la red.
Hoy día lo que sobran son medios de acceso y plataformas de comunicación. Ya no basta con tener correo y página web, ahora la actividad en redes sociales es parte de la comunicación digital. Sin embargo, como tantas actividades en las que nos enfrascamos, es importante usar correctamente las herramientas de esta era digital, para potenciar su efecto y lograr comunicarnos mejor. Conocer los alcances y limitaciones de cada medio: páginas, blogs, Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram, Foursquare o Tumblr, es parte de lo que los ciudadanos digitales debemos integrar a nuestro cuerpo de conocimientos. Lo que para nuestra comunicación social es aceptable (tuitear durante todo el día los acontecimientos de nuestra vida), para las organizaciones es más complicado. El balance justo de contenido actualizado y de fácil acceso en páginas web, la interacción de la comunidad en ciertos temas de debate y opinión en Facebook, los avisos instantáneos en Tuiter con “balazos” importantes y ligas a comunicados oficiales “fijos” en esas páginas web institucionales, es lo que requerimos los habitantes de la aldea digital para estar bien comunicados e informados.

La respuesta a la pregunta ¿qué es mejor: redes sociales o páginas web? me recuerda las visitas a casa de Pedro Lamothe, cuando me preguntaban ¿qué prefieres, sopa o postre? Mi respuesta para la comida era invariablemente, lo mismo que para los medios de comunicación: “¡pues las dos!”.