jueves, 25 de julio de 2013

Responsabilidad compartida

publicado el 25 de julio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

De niña, me moría de la pena cuando mi abuelita Lola llamaba la atención de quienes cometían una falta de educación o urbanidad, ya fueran conocidos o no. ¿Cuántos no tenemos recuerdos infantiles de haber sufrido “pena ajena” en este tipo de situaciones? Los papás en los restaurantes, las mamás en las tiendas de ropa, o los abuelitos con las visitas en casa, siempre poniendo en su lugar a meseros, dependientes o amigos que cometían alguna falta. “Para eso están sus jefes, o sus padres”, pensaba yo, “¡qué ganas de meterse en lo que no es su asunto”, remataba mentalmente contra mis latosos seres queridos. Sin embargo, conforme han pasado los años me he ido transformando poco a poco. Lo veo en la casa y la oficina, con colegas y amistades. Aquellas cosas que antes sólo me incomodaban y con levantar una ceja o hacer nota mental de “¡Aish, qué falta de educación el tirar la basura a la calle”, ahora las llevo al extremo de levantar el papelito y mostrárselo al maleducado con un: “Disculpe, se le cayó esto fuera del bote de basura”. Sí, aunque duela reconocerlo, me estoy convirtiendo en mis padres, mis tíos y mis abuelos, soy una adulta latosa más.

Hoy, veo con gran desconcierto los comentarios de la comunidad general en temas de educación, economía informal o medio ambiente, esperando que las autoridades sean la solución de todo y para todo. Cuando las irregularidades se dan y se sostienen con la complicidad, no sólo de las estructuras gubernamentales, sino de todos nosotros, los ciudadanos de a pie. No voy muy lejos, la razón por la que existen negocios clandestinos o irregulares es porque nosotros como consumidores/clientes/usuarios los promovemos. Detonar el desarrollo sustentable integral (que incluye los social, económico, ambiental e institucional), requiere de la participación consciente y activa de todos nosotros.

Asumamos nuestra responsabilidad como sociedad, trabajemos en equipo y aportemos nuestro grano de arena para mejorar las condiciones en que vivimos todos. Reduzcamos la generación de desechos, reusemos lo que tradicionalmente consideramos desechable y entreguemos en centros de acopio el material inorgánico para reciclarlo. Ahorremos energía y promovamos el uso de energías renovables.


Sí, el gobierno debe establecer políticas públicas e invertir en ciencia, tecnología e innovación para mejora nuestra calidad de vida. Está en nosotros que esas políticas se sigan y que esa inversión reditúe. Seamos adultos latosos, proactivos y pro-sustentabilidad, sólo así podremos ver y lograr que otro Morelos sea posible. 

jueves, 18 de julio de 2013

La irreversibilidad

publicado el 18 de julio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Desde muy niña, si con algo he experimentado es con mi cabello. La culpa la tiene mi mamá, a quien recuerdo con muy distintos estilos, largos y colores en el peinado. Muy claro tengo una vez, en plena época setentera verla de cabello muy corto y reflejos verde cromo. Ante las críticas que recibió de amigos y familiares, siempre la oí exclamar: “todo fuera como el pelo”. Esa frase ha marcado mi vida, tanto en lo literal como en lo metafórico. Quienes me conocen (o se dan una vuelta por mis álbumes en Facebook) saben que he sido, desde rubia platino, hasta mi natural castaño muy oscuro, pasando incluso, por un notorio, inoportuno y accidental naranja-zanahoria. Me he rizado, alaciado, cortado y trasquilado en cabello toda mi vida, siempre experimentado y recordando que en la vida, pocas cosas son tan reversibles (relativamente) como el estilo del cabello.

De la misma forma en que, alegremente voy por la vida abusando de la reversibilidad del estilo capilar, soy exageradamente cuidadosa al tomar decisiones con consecuencias irreversibles. Es decir, ante dos opciones aparentemente igual de buenas, siempre tomo la que tenga mayor potencial reversible. Por ejemplo, al decidir sobre la contratación de dos candidatos para un puesto, ante un empate en lo técnico, decido por aquél que no tenga que renunciar a su trabajo actual, o que no necesite cambiarse de domicilio. De esta forma, si no funciona la relación laboral, no habré orillado a una persona a elegir un camino irreversible (quedarse sin empleo, o invertir en un cambio de domicilio).


Sin embargo, muchas veces las consecuencias de lo que hacemos son por naturaleza irreversibles, entonces creo que lo mejor el elegir actividades que ayuden a mitigar los impactos negativos de esas acciones. Esto sucede claramente con el tema del cambio climático. Es bien sabido que el proceso que hemos emprendido como sociedad civilizada tiene ya efectos irreversibles en la naturaleza global, lo importante ahora es que encontremos estrategias efectivas para mitigar estos impactos negativos y detengamos tan pronto como sea posible las acciones cotidianas que contribuyen al cambio climático. Emplear a la ciencia, la tecnología y la innovación como aliadas estratégicas para contender con los efectos negativos de este fenómeno es fundamental para lograr que nosotros y las siguientes generaciones puedan disfrutar de una vida digna en este planeta.

jueves, 11 de julio de 2013

Futureando

publicado el 11 de julio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Un exjefe de quien aprendí mucho, Pedro Lamothe, tenía la costumbre de etiquetar cosas y procesos para que fueran más comprensibles para el resto de la gente. En particular, llamaba "futurear" a esa actividad medio infantil de soñar despierto con un tema y llevarlo a algún tiempo en el futuro. Esto es algo que hacemos muchos, especialmente en la adolescencia, cuando miras de reojo al "objeto de tu afecto" y ya te estás imaginando que se acercará para invitarte a salir, se enamorará perdidamente de ti y tendrán bellos hijos de ojos azules (como los de él) y abundantes cabelleras castañas (como la tuya).

Hoy, parte de la actividad profesional de mi empresa gira alrededor de generar escenarios futuros, hacemos estudios prospectivos. Esto está muy lejos de esas "futureadas" adolescentes, que iban desde sacarnos la lotería sin comprar boleto, o ganar un premio al mérito académico, sin estudiar. La prospectiva es una disciplina que se basa en conocimiento preciso y concreto del pasado y del presente para calcular cómo serán las cosas en unos años (10, 20, 30... entre más lejos en el futuro, más impreciso el escenario). De manera inicial, construimos un futuro tendencial, este escenario emerge del concepto “business as usual”, o dicho de otra forma: seguir haciendo las cosas como las hemos venido haciendo hasta hoy. Luego, partimos de una serie de supuestos generales, que nos permitan diseñar futuros alternativos posibles. De esos escenarios posibles, elegimos aquél además es deseable, lo llamamos “futurible”. Y finalmente, proponemos estrategias para modificar el comportamiento actual de la organización que estamos estudiando y que nos permitan alcanzar el futurible.

Los últimos 10 años de mi vida, mi actividad física ha sido mínima. El último año, mi ingesta calórica ha aumentado y por eso hoy peso 5 kg más. Mi escenario tendencial para julio del 2015 es que yo pese 10 kg. más que hoy. Hay otros escenarios posibles: a) Si yo consumo una dona extra al mediodía, todos los días, aumentaré el doble de peso anual y llegaré a pesar 20 kg. más en 2015; b) Si yo hago 20 minutos de ejercicio moderado diariamente, con lo que consumiré 150 calorías diarias, lograré disminuir 12 kg. en 2 años y llegaré a 2015 con 2 kg. menos de los que peso actualmente; c) Si hago ambas cosas, comer la dona y hacer ejercicio, sólo llegaré a 2015 con 8 kg. mas.

Los escenarios a, b y c son posibles. El b, por salud y vanidad lo elijo como futurible. En conclusión, hoy llegaré a casa y antes de cenar, subiré 20 minutos a las escaladora.  

jueves, 4 de julio de 2013

Turing XY

publicado el 4 de julio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


En 1950, Alan Turing, el padre de las ciencias computacionales y la inteligencia artificial, propuso una prueba para evaluar la capacidad de una computadora de mostrar comportamiento inteligente, equivalente a la de un ser humano. En este ejercicio, un evaluador humano sostiene una conversación por escrito, pero en lenguaje cotidiano (mediante un teclado y pantalla) con dos entidades a las que no puede ver. Una entidad es una persona y la otra es una computadora que haya sido diseñada para mostrar comportamiento humano. Si el evaluador no es capaz de distinguir cuál de las entidades es la persona y cuál es la computadora, se considera que la computadora pasó la prueba. La evaluación no es sobre la cantidad de información, ni sobre la velocidad de respuesta, es únicamente sobre el comportamiento, el tipo de respuesta, y la interacción “social” entre evaluador y evaluado. El evaluador, al no poder ver quién le responde, se podría decir que es “ciego a la composición” de sus entrevistados y no debe poder distinguir quien es un ser de Carbono o de Silicio.
El tema de la equidad sexual es parte de lo que vivimos todos los días. Desde el famoso “niñas y niños” de Fox, hasta la controversia por las cuotas de género en cargos públicos. Incluso es tema el correcto uso de los términos: “equidad de género” o “equidad sexual”. A este respecto Mariana Bestard, una colaboradora antropóloga, me convenció de que si vamos a hablar de género, entonces el tema trasciende al sexo cromosómico e incluye al transgénero también.

En 2004, mientras organizábamos un evento para reconocer a científicas destacadas radicadas en Morelos, Xavier Soberón, entonces director del IBt, me comentó que su visión al colaborar con sus colegas era “ciega al género”, y el concepto me encantó. El día en que podamos renunciar, como sociedad en su conjunto, a las acciones afirmativas en pro de las mujeres, porque ya no hagan falta; cuando realmente estén en las posiciones de poder, toma de decisiones y desarrollo profesional las personas más calificadas, y su composición cromosómica, no sea un factor (en contra o a favor); cuando al evaluar a otra persona lo hagamos con el criterio de Turing, sólo por el comportamiento, el tipo de respuesta, y la interacción social, con total “ceguera al género”, ese día podremos hablar de una comunidad libre progresista y madura.