jueves, 24 de abril de 2014

Es la historia de un amor

publicado el 24 de abril de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace casi veinte años Pedro Lamothe, entonces mi jefe, me contó una de las historias románticas más bellas que he conocido, la de Hypatia. Se dice que esta brillante mujer, nacida en 370, fue matemática, astrónoma, física y líder de la escuela neoplatónica de filosofía. Y por si fuera poco se le atribuyen una belleza y nobleza extraordinarias, además de una vocación por la popularización del conocimiento científico. Esta mujer brillante, exitosa y con una pasión por la enseñanza y la divulgación, era amiga de Orestes, el prefecto de Alejandría; y al mismo tiempo, era duramente criticada por los cristianos, y en particular por su líder religioso, Cirilo (quien además era enemigo de Orestes). Hypatia se convirtió en tema de confrontación común entre cristianos y no cristianos. A pesar de las críticas Hypatia seguía generando y compartiendo conocimiento hasta que en 415 fue asesinada brutalmente por un grupo cristiano. Su amor por la ciencia, por la enseñanza y la divulgación terminó en tragedia, como todos los grandes amores en las historias románticas.

A principios de este siglo cuando Consuelo Valverde, entonces mi jefa, nos lideraba para generar una revista de divulgación científica morelense, recordamos la historia de aquella científica-filósofa-divulgadora. Recuerdo que aunque nos encantó la anécdota y el personaje, no hubo mayor repercusión en ese momento. Pasaron los días, avanzábamos en el contenido, la temática y el diseño, y de repente, en una lluvia de ideas de todos en la oficina, surgieron el nombre de la revista: Hypatia, y su slogan: “orgullo científico y esplendor tecnológico”. El slogan se perdió poco tiempo después, pero el nombre y la revista perduran hasta hoy. En estos trece años, Hypatia se ha consolidado no sólo en Morelos, sino en todo México, como una revista de divulgación científico-tecnológica única. Editada y dirigida con gran profesionalismo por Paty Pérez ha logrado resistir el paso del tiempo y de los cambios de gobierno. Hypatia es la muestra de que un gran proyecto gubernamental, con respaldo de la comunidad científica, puede evolucionar y consolidarse. Hoy, Hypatia es más bella que nunca, en sus páginas hay material para todos los gustos y edades, y es orgullosamente morelense.

Festejemos todos el 13º aniversario de la historia de un amor, del gran amor que tiene Morelos por la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, y leamos Hypatia.

jueves, 17 de abril de 2014

Razón vs. emoción

publicado el 17 de abril de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Entre las muchas frases que me han descrito fielmente en la vida, una que me acompañó muchos años fue “esa niña llora hasta porque pasa la mosca”. Y por supuesto, cada vez que la oía volvía a llorar con gran sentimiento. Fui la prima de la que todos huían por temor al drama que seguro vendría si: me caía, me empujaban,  perdía en un juego, me ignoraban, etcétera. Las discusiones en la familia las terminé mil y un veces por la vía del llanto. “El que se enoja pierde” era el consejo perpetuo de Lola, mi abuelita, que era a quien corría, desconsolada, para que me reconfortara de la tragedia más reciente.
Sin embargo, al alejarme del seno familiar, me enfrenté con la cruda realidad. Llorar de nada me servía en la escuela ni con los compañeros. Así, poco a poco, fui aprendiendo a controlar mis impulsos y sustituí lágrimas con palabras. En más de una ocasión agoté a mis interlocutores por la cantidad de palabras por segundo que me aventaba en las discusiones escolares (quienes me conocen, saben que hablo rapidísimo).
Conforme fui creciendo, los temas fueron aumentando su grado de complejidad y mis interlocutores su nivel de argumentación. Aprendí dos cosas importantes. La primera, la calidad de los argumentos, su veracidad y su objetividad son mucho más importantes que la cantidad de palabras con que se expresen; entre más fundamentado en hechos y evidencias esté un argumento, más fácil es defenderlo y sostenerlo, pues se defiende con la razón, no con la emoción. La segunda lección es que, en un debate, hay que estar dispuestos a confrontar nuestras certezas; es decir, hay que escuchar los argumentos contrarios, tratar de hacerlos nuestros y ponderar la veracidad de esos hechos con la mayor frialdad y objetividad posible. Las mejores discusiones que he tenido no son las que he ganado, sino aquellas en las que ambos interlocutores hemos aprendido uno del otro y logrado, a pesar de los contextos y circunstancias, ampliar nuestra visión del mundo, incluyendo en lo posible esos elementos que al otro le son importantes.
Recientemente, tuve una discusión maravillosa con mi hija, sobre el concepto de discriminación. Ambas expusimos con vehemencia nuestros puntos de vista y, por supuesto, estuvimos “a dos” de que la emoción nublara la razón y termináramos el intercambio por cansancio, autoridad, cariño o por las caras de espanto con las que mi madre y hermano nos veían. Afortunadamente, ambas logramos que los elementos racionales, la importancia de los argumentos y la apertura para tratar de ver el tema desde la perspectiva no-propia, imperaran sobre todo lo demás. Que adicionalmente, viera a mi bebé transitar por el río de las emociones, esquivarlo y mantenerse en la vía del intercambio enriquecedor fue un regalo de Día de las Madres anticipado, como tantos que suele darme mi “chaparra”.

Las mejores discusiones que he tenido no son las que he ganado, sino aquellas en las que ambos interlocutores hemos aprendido uno del otro y logrado, a pesar de los contextos y circunstancias, ampliar nuestra visión del mundo, incluyendo en lo posible esos elementos que al otro le son importantes.

jueves, 10 de abril de 2014

Tradiciones que transforman

publicado el 10 de abril de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace 13 años Jaime Padilla escribía en Hypatia, la revista de divulgación científico-tecnológica del Gobierno del Estado, sobre la importancia de los concursos de ciencia como una gran oportunidad para aprender. Entonces se destacaban dos eventos. Uno, el Concurso Estatal de Ciencia y Tecnología, organizado por la Subsecretaria de Educación del Gobierno del Estado de Morelos; y el otro, organizado por el CUAM, que iba ya en su 12ª celebración y que convocaba estudiantes, no sólo de Morelos, sino también del DF, Guerrero, Quintana Roo y Tabasco.

Tuve la oportunidad, en los albores del siglo XXI de ser parte del jurado en ambos eventos y mi rostro se ilumina siempre que los recuerdo. Talento excepcional, entusiasmo desbordante, creatividad al por mayor, todo se conjugaba para lograr una experiencia única para todos los participantes. El aprendizaje era tanto para los estudiantes, que se enfrentaban al rigor de académicos de distintas instituciones y niveles de exigencia; como para los evaluadores, que maravillados observábamos como la imaginación y la creatividad podían suplir cualquier carencia económica, docente e incluso metodológica.

Debo confesar que no sé que sucedió con el Concurso Estatal de Ciencia y Tecnología, que organizaba la Subsecretaría de Educación. Con los cambios personales y sexenales les perdí la pista. Sin embargo, año tras año tuve siempre noticias del Congreso de Investigación del CUAM, Alma Ayala, su fundadora y actual organizadora, nunca dejó de compartir invitaciones, logros y reseñas. Y, año tras año, he podido ver el impacto de este evento en quienes han participado en él.  Sé que algunos estudiantes consolidaron su vocación científica o tecnológica. También sé que a otros tantos, les mostró un aspecto divertido y noble de la actividad CTI. A mí en lo personal, me hizo mucho más objetiva y mejor crítica al evaluar el trabajo de otros. Aprendí tanto de mis colegas evaluadores, como de los jóvenes estudiantes. Esta semana se lleva a cabo el XXV Congreso de Investigación CUAM ACMor, maravillosa tradición anual de la comunidad académica de Morelos. El congreso es, hoy día, una verbena de conocimiento con conferencias magistrales, simultáneas, presentaciones de proyectos de primaria, secundaria y preparatoria.


Mientras escribo estas líneas tengo el rostro iluminado, anticipando lo que aprenderé mientras participo una vez más como jurado. ¡Gracias Alma, por mantener el entusiasmo y fomentar el cariño por la CTI en la juventud mexicana!

jueves, 3 de abril de 2014

Una semana excepcional


publicado el 3 de abril de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
Uno de los temas que más recuerdo sobre mis encuentros iniciales con la comunidad académica morelense, a principios de siglo, era su insistencia en poblar de estudiantes de doctorado Cuernavaca. Recuerdo incluso la cantidad de estudiantes que quienes presidian la Academia de Ciencias de Morelos y la Coordinación Morelos de la Academia de Ingeniería, tenían como meta. Jorge Flores y Manuel Martínez aseguraban que una ciudad con mil estudiantes de doctorado se transformaría en un espacio generador de conocimiento y promotor de cultura y deportes, que lograría que la vida académica permeara la vida cotidiana.
La semana pasada los científicos sociales mexicanos estuvieron de fiesta. El Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (COMECSO), celebró su IV Congreso Nacional. Esta verbena científico-social impregnó la ciudad de San Cristóbal de las Casas en Chiapas (San Cris, para los cuates). Citando al Coordinador del congreso, Alain Basail, “más de 1200 destacados intelectuales de todo el país nos reunimos la última semana de marzo de 2014 para celebrar debates multidisciplinarios en torno a 1028 trabajos originales presentados en conferencias y mesas magistrales y 16 ejes temáticos con 242 mesas de trabajo sobre los más diversos asuntos concernientes a la realidad pasada, presente y futura del país, en el contexto de sus grandes desafíos regionales y globales.”
Debo decir que fue una experiencia fantástica, pues por las características de San Cris, las conferencias sucedían en distintos espacios del centro histórico. Fue un deleite caminar por las calles con algunos colegas para cambiar de sede e ir comentando (a paso veloz, para llegar a tiempo) los temas de la última sesión. O incluso, en solitario, escuchar al vuelo discusiones entre estudiantes de posgrado y académicos de distintas edades sobres temas tan diversos como: pobreza, migración, género, políticas públicas, ciencia y tecnología, sustentabilidad, etc., etc. No había restaurante o andador que no recibiera estos pequeños grupos de visitantes académicos. Incluso, para rematar la semana, los recorridos guiados a las bellezas naturales y arqueológicas de Chiapas, contaban con participantes del congreso.
Sabemos que hace falta mucho más que un millar de académicos visitando durante una semana una ciudad para transformarla. Sin embargo, esta experiencia fue un bello “botón de muestra” de cómo nuestra ciudad de la eterna primavera, podría transformarse en la ciudad del continuo descubrimiento e intercambio. Ya contamos con entidades académicas de calidad que atraigan talento de todo el mundo, sólo hace falta incrementar la inversión en nuestras universidades y centros de investigación para ampliar su capacidad, tanto de los laboratorios y aulas, como de académicos que puedan guiar y formar a más estudiantes. Vamos en el camino correcto, seamos tierra fértil para sembrar y cosechar conocimiento.