Algo que siempre me sorprendió fueron los
premios por asistencia. Felizmente, en mi primaria no había tal reconocimiento
y en las empresas que he trabajado tampoco. Me da la impresión de que un premio
de este estilo es como si todos los días premiáramos a nuestro corazón por
latir. Y, sí, tal vez debo apapachar más a mi músculo estriado involuntario por
seguir al pie del cañón, pero… ¿no está diseñado justo para latir? Llevando la
comparación al extremo, cuando el corazón decide “faltar al trabajo”, la
empresa quiebra, y el corazón “se queda sin chamba” para siempre. En casa,
siempre se nos inculcó la importancia, no sólo de asistir, sino de ser y estar
en la escuela y el trabajo. Toda la vida mi familia se esforzó por recalcar que
las horas silla servían de nada y que lo realmente importante estriba en
aprovechar el tiempo en un espacio de aprendizaje o de desarrollo. “Hay tiempo
para todo”, decía mi abuelita, “ya descansarás cuando te mueras”. Y con esa
actitud familiar crecí y me desarrollé. En mis tiempos, uno iba a al escuela
con gripa, no había tapabocas por todos lados y sólo faltábamos
justificadamente cuando nos atacaba una enfermedad contagiosa o incapacitante.
De ahí en fuera, mocosos y vomitones, a la escuela debíamos ir, so pena de
perder exámenes o tareas.
Estas
semanas InnoBa, mi segundo hogar, fue abatida por enfermedades respiratorias,
bronquitis, gripas, resfriados, nos pasó de todo a todos. Sin embargo, todo el
equipo estuvo comprometido con sus compañeros y, a pesar de la enfermedad y las
inasistencias, el trabajó salió adelante, los enfermos del día se tomaron el
tiempo en casa para recuperarse y la actividad se mantuvo como de costumbre. El
grupo se auto organizó de maravilla y cada uno de los integrantes se solidarizó
con el resto para suplir en lo necesario las funciones y responsabilidades de
los demás. Como familia extendida los InnoBos demostraron que aunque asistir es
muy importante, lo fundamental es estar. Y, en este mundo hiper-comunicado en
que convivimos, con medios digitales que nos permiten estar a la distancia (o
asistir virtualmente), cuando hay cariño, confianza, cuidado y compromiso, el
cuerpo sale adelante, aunque el corazón
se tome un descansito.
Reflexiones publicadas en distintos medios impresos sobre el estado de las cosas desde una perspectiva en la que la ciencia, la tecnología y la innovación se consideran el camino a seguir para que otro mundo sea posible.
sábado, 27 de febrero de 2016
Asistir o estar
publicado el 27 de Febrero del 2016, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
sábado, 13 de febrero de 2016
Reduciendo y no
publicado el 13 de Febrero del 2016, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
Una de las cosas que más aprecio en un
restaurante es su sensibilidad hacia la sustentabilidad. Y por esto me refiero
a que tengan en mente temas como las famosas 3 R de los residuos sólidos:
Reducir, Reusar, Reciclar. Estoy convencida de que tendríamos otro entorno si
le diéramos la importancia necesaria al tema de reducir los residuos que
generamos. Por esta razón, cuando visité un establecimiento en la calle San
Diego y el mesero tuvo la buena educación sustentable de preguntarme si quería
popote, lo agradecí muchísimo. Eso significa que, respetando la cultura de sus
clientes, que pueden decidir usar popote a pesar de la contaminación absurda
que el plástico del popote y su envoltura generan, ese establecimiento nos da
la opción, a los que preferimos reducir nuestros residuos, de hacerlo.
Este viernes desayuné en una sucursal de
una cadena de cafeterías cuyos productos son principalmente para llevar. Felizmente, ofrece a los clientes la opción
de tomar sus bebidas en taza cuando no son para llevar. Obvio es decir que mi
núcleo cercano siempre solicita taza cuando pide una bebida. Lo que llamó mi
atención fue ver que aunque existe la opción de solicitar taza y reducir
residuos, no es algo que los baristas ofrezcan. Es decir, si el cliente sabe
que hay la opción, ¡bien por él!, la solicita y le dan su taza; pero para los
que no saben que existe la posibilidad, le sirven su bebida en el vaso de
cartón, la taza de plástico y el anillo que aísla térmicamente el vaso de
nuestra mano y con la pena, ¡qué el planeta se muera!. Siendo como somos, mi
hija y yo nos acercamos al gerente del establecimiento y le sugerimos que
ofreciera (como en el restaurante ofrecen no usar popote) el uso de tazas a los
clientes. Su respuesta me dejó helada. Tristemente, la gente “se lleva” las
tazas y mes con mes, deben reabastecer su almacén de tazas nuevas para
compensar los robos. Sin embargo, el ver
que a pesar del costo que representa disminuir los residuos sólidos urbanos, el
compromiso de la cadena para mantener la opción de ofrecer tazas para los que
las pedimos, me dejó muy buen sabor de boca.
El compromiso con la sustentabilidad
requiere paciencia, perseverancia y la esperanza de contagiar a más con esta
convicción de vida; hay costos en este proceso, pero sin duda, bien vale la
pena pagarlos con tal de que otro mundo sea posible.
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