Uno de los grandes retos que plantea la
convivencia es el tomar decisiones cotidianas con la mente en los “otros”. Por
ejemplo, cuando vamos al súper, las elecciones que hacemos no son las mismas si
vivimos solos o acompañados. Esto es, a mí no me gusta el yogurt, pero como a
mi hija le encanta, lo incluyo con gusto. A ambas nos gusta el cereal, pero al
elegir marca elijo una que nos guste a ambas, su preferida a mí no me gusta, y
viceversa. Tengo en mente, durante mis compras, al yo colectivo.
Los baños son otro espacio donde se
manifiesta nuestra actitud hacia el yo colectivo, en el cambio del rollo vacío
de papel. Si quien usa el último cuadrito es quien lo reemplaza, vemos no sólo
su buena educación, sino que está privilegiando el bien común, pensando en el
yo colectivo, antes que en su comodidad personal (“yo ya no lo necesito, que lo
cambie el que sigue”). Quienes logran incorporar la idea del yo colectivo a su
vida cotidiana son personas con quienes la convivencia es más agradable, más
constructiva y por lo tanto, más productiva. Pues extienden sus decisiones y
sus posturas de vida al grupo del que forman parte: su familia, su ciudad, su
país y, ¿por qué no?, al resto del planeta.
En los últimos días ha surgido un interesante
debate en torno a la libertad de expresión. En particular, sobre si hay un daño
real al “sacar del aire” a un grupo de comunicadores de radio. Al respecto, he
leído en redes sociales muchos comentarios sobre lo exagerado de esta
percepción de daño, argumentando que para eso está internet, que es un medio
libre y democrático. Y ahí es donde, me queda claro, nos falta mucho como
sociedad, para pensar con el yo colectivo en mente. El radio es el medio de comunicación masivo
que mayor penetración tiene en nuestro país (y en el mundo). Es el que menor
infraestructura requiere y además es el que mayor presencia tiene (en el auto,
en la ruta, en las fondas, en casa, etc.). Cerrar ese canal de comunicación a
un grupo de comunicadores, es privar a todos los radioescuchas, a los que el
medio tiene acceso, de recibir información de ese grupo. Quienes sugieren como
alternativas equivalentes un periódico, una revista, un canal de TV o radio en
internet, asumen que todo México tiene acceso a un nivel de vida que les
permite acceder a esos medios como alternativa al radio.
Quienes nos manifestamos en redes
sociales #EnDefensaDeLibreExpresión lo hacemos pensando en el yo colectivo,
pensando en México, preocupados no por los que tenemos la fortuna de acceder
libremente a contenidos en internet, sino por todos aquellos que sólo pueden
recibir información de quienes controlan los medios masivos de comunicación. El
daño existe, es real y es nuestra responsabilidad exigir que el Estado
garantice acceso libre a la información a todos los mexicanos, no sólo a las
clases media y alta.
Me gustó el escrito, gracias. Creo que aquí está algo mal escrito: "a mí no me gusta el yogurt, pero como a mí hija el encanta" (en el uso de los mi/mí).
ResponderBorrarTienes toda la razón, gracias por la corrección, hago la modificación ahora mismo. Saludos
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