publicado el 3 de abril de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
Uno de los temas que más recuerdo sobre mis
encuentros iniciales con la comunidad académica morelense, a principios de
siglo, era su insistencia en poblar de estudiantes de doctorado Cuernavaca.
Recuerdo incluso la cantidad de estudiantes que quienes presidian la Academia
de Ciencias de Morelos y la Coordinación Morelos de la Academia de Ingeniería,
tenían como meta. Jorge Flores y Manuel Martínez aseguraban que una ciudad con
mil estudiantes de doctorado se transformaría en un espacio generador de
conocimiento y promotor de cultura y deportes, que lograría que la vida
académica permeara la vida cotidiana.
La semana pasada los científicos sociales
mexicanos estuvieron de fiesta. El Consejo Mexicano de Ciencias Sociales
(COMECSO), celebró su IV Congreso Nacional. Esta verbena científico-social impregnó
la ciudad de San Cristóbal de las Casas en Chiapas (San Cris, para los cuates).
Citando al Coordinador del congreso, Alain Basail, “más de 1200 destacados
intelectuales de todo el país nos reunimos la última semana de marzo de 2014 para
celebrar debates multidisciplinarios en torno a 1028 trabajos originales
presentados en conferencias y mesas magistrales y 16 ejes temáticos con 242
mesas de trabajo sobre los más diversos asuntos concernientes a la realidad
pasada, presente y futura del país, en el contexto de sus grandes desafíos
regionales y globales.”
Debo decir que fue una experiencia
fantástica, pues por las características de San Cris, las conferencias sucedían
en distintos espacios del centro histórico. Fue un deleite caminar por las
calles con algunos colegas para cambiar de sede e ir comentando (a paso veloz,
para llegar a tiempo) los temas de la última sesión. O incluso, en solitario,
escuchar al vuelo discusiones entre estudiantes de posgrado y académicos de
distintas edades sobres temas tan diversos como: pobreza, migración, género,
políticas públicas, ciencia y tecnología, sustentabilidad, etc., etc. No había
restaurante o andador que no recibiera estos pequeños grupos de visitantes
académicos. Incluso, para rematar la semana, los recorridos guiados a las
bellezas naturales y arqueológicas de Chiapas, contaban con participantes del
congreso.
Sabemos que hace falta mucho más que un
millar de académicos visitando durante una semana una ciudad para
transformarla. Sin embargo, esta experiencia fue un bello “botón de muestra” de
cómo nuestra ciudad de la eterna primavera, podría transformarse en la ciudad
del continuo descubrimiento e intercambio. Ya contamos con entidades académicas
de calidad que atraigan talento de todo el mundo, sólo hace falta incrementar
la inversión en nuestras universidades y centros de investigación para ampliar
su capacidad, tanto de los laboratorios y aulas, como de académicos que puedan
guiar y formar a más estudiantes. Vamos en el camino correcto, seamos tierra
fértil para sembrar y cosechar conocimiento.
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