Cuando daba clases de matemáticas a los alumnos de primer
semestre de licenciatura, la pregunta que más me hacían era: “¿para qué me van
a servir las matemáticas?”. Considerando que la materia era Álgebra y la
impartía a estudiantes de Administración y Ciencias de la Comunicación, habrá
varios que compartan esta duda. La primera vez que me hicieron la pregunta yo
tenía 22 años, estaba a meses de terminar mi maestría y era también mi primera
vez frente a grupo. Pues a pesar de la novatada, la respuesta fue inmediata:
“Lo importante de esta materia es que las va a ayudar a pensar mejor. Las
habilidades que se requieren para esta clase los van a formar como mejores profesionistas,
mejorará su capacidad de análisis, de reconocimiento de patrones y de
abstracción”. Hasta la fecha, sigo convencida de que esa es la contribución de
aprender matemáticas. Sin embargo, también reconozco que, en un remate un poco
más práctico y convincente, siempre añadí “Además, estudiar álgebra es indispensable
para pasar la materia, así que…”, y con una gran sonrisa, empezaba a garabatear
en el pizarrón la primera lección del semestre.
El sábado pasado tuve el gusto de desayunar con un par de amigos
investigadores. Aunque el tema que nos llevó a compartir el pan y la sal era de
trabajo, iniciamos y terminamos la reunión con una buena dosis de charla
informal. Para empezar, Agustín, sorprendido ante la torta de huevo con chorizo
que me estaba desayunando, inició una discusión sobre los triglicéridos, el
colesterol y mi salud. Los tres nos enfrascamos en la plática y concluimos que,
aunque yo nunca he tenido problemas con mis niveles de colesterol; debo seguir
vigilando el tema, pues “no es lo mismo los tres mosqueteros, que 20 años
después”. Dedicamos 20 minutos al tema de trabajo que nos convocó y al final
aterrizamos en una crítica a una campaña publicitaria en radio que habla de
“disminuir 15 veces el riesgo de muerte en la cuna”. Alex, Agustín y yo coincidimos
en que la información del spot no es suficiente para dimensionar el tema, no
hay referencias concretas a estudios serios y, quien emite la campaña ni
siquiera es una autoridad en el campo que aborda. Al terminar el desayuno, subí
al coche con dos tareas personales: vigilar el tema del colesterol y revisar
las publicaciones médicas serias sobre la muerte en la cuna, tanto en México
como a nivel mundial.
Desde que colaboro con la comunidad académica en temas de
comunicación pública de la ciencia, me he sumado a la convicción de que la
importancia de la popularización de la ciencia y la tecnología reside, no en
llenarnos de datos y detalles curiosos, sino de formar ciudadanos más críticos
y mejor informados, que sepan consultar fuentes y expertos en los temas que les
interesen. Gracias a la perspectiva que el pensamiento científico nos da,
tenemos la posibilidad de analizar los hechos y las circunstancias para tener
la capacidad de tomar mejores decisiones. Integrar el pensamiento científico a
nuestra vida cotidiana es enriquecedor y nos permitirá conformar una sociedad
más crítica y con capacidad para tomar mejores decisiones.
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