El viernes pasado moderé una reunión
entre un investigador y un ingeniero. La sesión la organizamos para que el
investigador evaluará la pertinencia de dar una asesoría experta al proyecto que
este ingeniero en particular ha liderado desde hace dos años. Ser parte de esa
charla fue fascinante. Pude escuchar a
un experto técnico exponer su proyecto, comentar sus fallas y fortalezas y a un
académico de talla internacional preguntar detalles del diseño e implementación
del prototipo bajo estudio. La charla fue telefónica y varios colegas en la
oficina presenciamos una sesión tipo “Dr. House” entre Investigador e
Ingeniero. Después de 15 minutos de preguntas y respuestas, nos despedimos del
ingeniero y tuvimos una sesión de trabajo con el investigador. Gratamente,
Oscar, el experto científico que hizo las veces de “diagnosticador”, fue muy
generoso y abierto a la posibilidad de interactuar efectivamente con el equipo
de ingenieros que están desarrollando el prototipo. Al despedirnos de él, todos
en la oficina estábamos felices.
Minutos más tarde, la coordinadora de
proyectos de la empresa que nos contrata, nos llamó. Yo estaba lista para
recibir felicitaciones de su parte por haberle encontrado al experto académico
que tanta falta les hacía. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando, en lugar de
escuchar alivio de parte de ellos, recibimos una actitud defensiva y paranoica!
Resulta que las preguntas certeras y precisas del investigador, que todos
nosotros escuchamos como una entrevista de diagnóstico de primer nivel, el
ingeniero las interpretó como una amarga crítica a su trabajo, a su
coordinación, a su desempeño y peor aún, a su persona. Después de escuchar la breve
queja de nuestra buena amiga, le pude explicar que su percepción no era
correcta. Esos 15 minutos de diálogo entre investigador e ingeniero aportaron
la información exacta y suficiente para que podamos, como equipo consultor,
proporcionarles la mejor alternativa de solución. Justo como sucede en la serie
de TV “Dr. House”, para llegar al fondo de la enfermedad, es necesario conocer
detalles sin adornos ni miramientos. Y cuando el tiempo es poco, es importante
invertirlo en transmitir información de calidad en las comunicaciones. Nos
costó un poco de trabajo lograr explicar que, lo que para el ingeniero fue una
“arrastriza”, para nosotros fue un diagnóstico fabuloso, que nos ponía en una
situación inmejorable para iniciar un proceso de optimización de su prototipo.
Al
colgar el teléfono en esa segunda llamada, nos dimos cuenta de la importancia
que tiene una cultura académica y una actitud científica cuando abordamos
problemas. Estas nos permiten atacar los problemas de raíz, centrándonos en los
síntomas y llegando al origen de las enfermedades. Muy al estilo del célebre
“Dr. House”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario