A mí y a mi hermano Carlos, nos educaron
bajo el régimen de “ahorita es ahorita”, para indicar, más allá de toda duda
los vencimientos o deadlines. Tan
claro nos quedó el mensaje, que aún hoy, basta con que mi madre voltee a ver
los platos sucios sobre la mesa al terminar de comer para que, en ese instante,
empecemos a apilar los trates sucios, nos paremos y los llevemos a la cocina.
Llegar a ese nivel de cumplimiento de un deadline
(en este ejemplo: al terminar de comer, la mesa debe quedar limpia), fue un
proceso de entrenamiento de dos pasos. Previo a adivinar la mirada o responder
al estímulo de una mesa post-comida, pasamos por la petición explícita de mi
madre: “Karlita, levanta la mesa”, a lo que seguía un fastidiado “ahorita, ma”,
de mi parte; respondido por un enérgico “ahorita es ¡ahorita!” de mi mamá, y
como resorte, Karlita levantaba la mesa. Y muchos años antes que eso nos aplicaban
el muy conocido, “te doy tres para que hagas tal cosa… 1, 2, ¡3!”.
Debo reconocer que, si algo siempre
cumplieron mis padres fueron esos deadlines.
El castigo por no obedecer a la cuenta de tres, nunca se dejó esperar. Esto,
sin embargo, no sucedía en las casas de mis primos o de mis amigos. Siempre me
sorprendió (y me parecía una más de las injusticias de la vida) que mis tíos en
circunstancias similares, tuvieran una versión alterna: “Te doy tres para que
hagas tal cosa... 1, 2, 2 y medio, 2 tres cuartos,… ” y esa cuenta de
fracciones no terminaba jamás. No por la habilidad para fraccionar al infinito
una unidad, sino porque ante el cansancio, mis tíos terminaban haciendo la “tal
cosa”.
Hoy, uno de los grandes retos del trabajo
colaborativo, inherente a los procesos de innovación, es el cumplimiento de los
plazos. La formalidad con que cada persona en una red cumple con sus objetivos
en el momento preciso, es proporcional al éxito del equipo. La planeación de
proyectos grandes, pasa por la planeación de pequeños procesos y ésta, por la
planeación personal. Si un plazo (deadline)
no se cumple, su impacto en los calendarios del resto de la red tiene costos
altos, tanto económicos como de confianza. Y entre más diverso es el equipo,
aún más importante es este cumplimiento, pues cada aportación es única,
indispensable e insustituible. Como una orquesta de primer nivel, cada
instrumento debe ejecutarse en momento preciso.
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