Quienes me conocen saben que soy malísima
contando chistes. Tengo la gracia de un tractor para narrar la secuencia
correcta de hechos y lograr así la risa espontánea. Recordar los detalles de
los chistes no es lo mío. Suelo tener presente la frase del desenlace (lo que
nos hace reír), y todos los antecedentes los olvido con gran facilidad. Así
que, cuando trato de reconstruir un chiste de atrás para adelante, simplemente
lo mato.
Bueno, hay un famoso chiste, que para
variar no recuerdo, sobre un estadio y una multitud que vocifera al final:
“Otra oportunidad, otra oportunidad…” Resulta que en estos días tuve la
oportunidad de visitar a 5 grupos empresariales del Bajío para hablar sobre
innovación basada en ciencia y la importancia de colaborar activa, estrecha e
intensivamente con los académicos de Centros de Investigación y Universidades. En
todas las reuniones, y a pesar de lo diverso de los grupos a los que visité,
encontré factores comunes importantes. El primero, todos hacen innovación de
alto impacto en sus empresas, no a la velocidad que quisieran, o con los montos
de inversión necesarios para acelerar sus desarrollos, pero todos, en mayor o
menor medida, ya hacen innovación exitosa. El segundo, en todos los casos tuve
el gusto de compartir con hombres y mujeres honestos, que buscan alianzas
incluyentes y beneficios sustentables para sus regiones y para México. El
tercero, todos tenían algún grado de resistencia a colaborar con académicos e
investigadores, la mayoría no lo habían intentado aún por temor a no lograr
“aterrizarlos”; y aquellos que ya habían hecho nos relataban historias de
terror al respecto.
Fue en este último factor común donde
recordé la frase del chiste, y nos enfocamos, mis colaboradores y yo, a
enfatizar lo exitoso de las experiencias en que hemos participado y la
importancia de entender las culturas empresariales y académicas para poder
hacer gestión intercultural. Relatarles casos de éxito, así como “autopsias” de
fracasos, les permitió ver la posibilidad de abrirse a la experiencia de la
vinculación exitosa. Justo es decir que entonces encontré un cuarto factor
común: la apertura a dar “otra oportunidad”. Esa madurez personal y corporativa
que les permitió ver que no por haber fallado en el pasado, había que cerrar la
puerta. Al contrario, como emprendedores exitosos que son, todos resonaron ante
la idea de que del fracaso se aprende, se internaliza lo aprendido y se regresa
con más ahínco, más enfoque, más experiencia y por tanto más sabiduría.
Fue un gran viaje, una gran lección y lo
mejor, una gran experiencia que nos llena de esperanza para el futuro de
Morelos y de México. La transformación de nuestro país está en nosotros,
démosle otra oportunidad…
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