Durante mi educación primaria, la gestión de mi formación
era compartida por mis padres. Aunque la administración de mi tiempo libre en
época escolar era exclusiva de mi madre. Desde el tiempo asignado en apoyar en
las labores del hogar, como el destinado a la recreación y la convivencia con
mis amistades. Sin embargo, cuando surgía un conflicto entre nosotras, apelábamos
ambas a mi padre. Este mecanismo de resolución de conflictos siempre nos venia
muy bien, pues nos permitía exponer nuestros puntos de vista a cada una y
llegar a un acuerdo. Debo reconocer que mi padre en su carácter de mediador,
siempre trató de ser justo y escuchar a las partes. Para mi beneficio, soy su
primogénita y consentida; para el beneficio de mi mamá, es tan estricto cómo
ella y su criterio para aplicar premios y castigos era compartido en concepto y
en aplicación.
En la gestión de las organizaciones se busca que sus
autoridades sean parte de una estructura de poder balanceada. Es decir, lograr
que la operación de una institución sea exitosa requiere de una figura
responsable de la operación cotidiana y también de una figura que vigile que
esa operación vaya de acuerdo al marco normativo. Estas dos funciones, la de
operación y supervisión deben ser independientes. De hecho, a mayor
independencia, mayor libertad de ejercicio y por tanto, mejor garantía de una
operación sana, apegada a las normas y procedimientos.
En la organización familiar, los tres conocíamos bien las
reglas de la casa y aunque la operación familiar del día a día era
responsabilidad de mi madre, mi formación es producto del balance de poderes
que se estableció en casa. Balance que, aunque me caía bastante mal la mayoría
de las veces, pues tenia que cuidar mi comportamiento en muchos frentes, me
permitió crecer y madurar en un entorno de respeto a las normas y a los
principios de transparencia y rendición de cuentas.
La expresión: "no puedes ser juez y parte" se
entiende también en estos casos, quien supervisa o dirime conflictos no puede
tener dependencia funcional, administrativa o económica de quien opera. Solo
asegurando un equilibrio de poderes sano, producto de esta independencia,
podemos construir organizaciones sanas y transparentes que promuevan la
rendición de cuentas y con ella una sustentabilidad operativa.
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