Tuve mi primer novio formal a los 18 años.
El buen hombre era estudiante de ingeniería una generación mayor que yo. Cuando
lo conocí era novio de la amiga de una amiga. Y debo confesar, con mucha pena,
que seguía siendo su novio cuando empezamos a salir. Pasaba por mí a casa, me
invitaba al cine y me escribía cartitas. Yo, que nunca había recibido ese tipo
de atención estaba fascinada con “el novio de la amiga de mi amiga”, hasta que
un día, en un ataque de remordimiento de conciencia, le puse un ultimátum: no
volveríamos a salir juntos si él seguía con su novia. Ese mismo día, el “hombre
maravilloso” terminó su relación de año y medio, me llevó a la Feria de
Cuernavaca (cuando era Feria de la Flor y no una vergüenza de fayuqueros y
cheleros) y le presumimos al mundo nuestro romance. Poco me duró el gusto, al
finalizar el semestre me escribió una carta que lejos de llenarme el oído de
miel, me explicitaba lo difícil que era salir conmigo, que me adoraba pero no
estaba a mi altura, y que “no eres tú, soy yo”. Yo, joven e inexperta le creí
todo, hasta que regresamos a clases. Resulta que cuando lo vi en las
inscripciones de la mano de la hermana de un compañero, casi me infarto. No por
lo rápido que me había sustituido en su corazón, sino porque durante los exámenes
finales, cada tarde que no pasaba conmigo era porque había ido a la casa de su
amigo a estudiar. ESTUDIAR, sí como no. Entonces la vida me dio una de las
grandes lecciones, la amiga de mi amiga, pasó junto a mí y me dijo: “Karla,
¿qué esperabas?” Y ¡zas! Lo entendí, tomé una decisión sin tomar en cuenta la
historia de la situación. Un galán que tiene el descaro de coquetearnos
mientras tiene una relación formal con alguien más, nos lo va hacer también a
nosotras. ¿Qué milagro podría haber sucedido para que el buen hombre cambiara
su conducta de apareamiento de una relación a otra?
Cuando entrevisto candidatos para puestos
en una empresa, una de las herramientas de evaluación más importantes es
aprender sobre su desempeño en otros trabajos, o en otros espacios de
desarrollo. Quien llega quejándose de su empleo actual o de sus jefes
anteriores, buscando congraciarse con los actuales empleadores, muy
probablemente tendrá esa actitud de falta de compromiso y cariño con el nuevo
ambiente laboral. Y no se trata de que el pasado nos condene; efectivamente,
los seres humanos tenemos la capacidad de modificar nuestra conducta, pero debe
de haber una razón de peso para hacerlo. Un jefe manipulador, falto de
compromiso, que extorsiona a sus subalternos, va a seguir siendo manipulador y
extorsionador conforme avance en la jerarquía organizacional. Promover
candidatos a posiciones de mayor poder, requiere estudiar cuidadosamente su
desempeño en situaciones de menos jerarquía. Si con poco poder fue un pequeño
tirano, con más poder será un gran tirano. Diga lo que diga.
Mi exnovio de la carrera ya va por su
tercer divorcio. Le tengo un gran aprecio pues, en su momento me hizo muy
feliz, y también muy desdichada; y ambas cosas son de agradecer, pues aprendí
de ellas. En su vida personal, no ha pasado ningún milagro aún que lo haga
comprometerse al 100% en una relación.
Yo no creo en los milagros, pero sí en el
aprendizaje y la transformación basada en la convicción que surge de las
lecciones aprendidas.
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