Es muy
frecuente que cuando transitamos con nuestro auto en la ciudad, nos topemos con
conductores que se estacionan donde está prohibido y ponen sus luces
intermitentes de emergencia, mientras esperan que alguien suba o baje del
vehículo. Esta mala costumbre la tienen los conductores de transporte público y
privado por igual. Más de una ocasión, he usado el claxon óptico (prender un
instante las luces altas), o hasta el claxon normal, solicitando al conductor
se mueva. La respuesta siempre es la misma, con distintos grados de indignación
se ofenden, me señalan que tienen las intermitentes y me increpan a esperar, a
darles la vuelta (invadiendo el carril del sentido opuesto) o, burlonamente, me
sugieren que “los salte”. Lo más curioso del tema es que los infractores,
estacionados donde no deben, se sienten amparados por “poner las intermitentes
de emergencia”. A menos de que yo tenga
la suerte de siempre ir tras de un cardiólogo, un infartado o una parturienta,
claro es que el término “emergencia” lo usamos para solapar nuestra falta de
educación vial.
Pareciera
que la existencia de las luces intermitentes nos dan permiso de “portarnos
mal”. Me imagino un ladrón, tomando lo que no es suyo, pero eso sí, poniendo
sus intermitentes como diciendo: “sí, estoy cometiendo una ilegalidad, pero te
estoy avisando, así que sigue tu camino y me des lata, que estoy en lo mío”. O
peor aún, a un padre golpeador, utilizando violencia física con sus hijos
diciendo: “yo les dije que llegué enojado, así que ‘sobre advertencia no hay
engaño’”. Y lo que es frecuente también es ver niños pequeños haciendo destrozo
y medio, con padres que poniendo sus
intermitentes nos dicen “son niños, se entiende que sean así, ya se
comportarán mejor cuando sean grandes”. Consultando distintos reglamentos de
tránsito y manuales de conducción reforcé el concepto que me inculcaron en mis
clases de manejo, hace más de 30 años: Las luces intermitentes de emergencia se
deben utilizar solamente cuando nuestro auto está averiado y está
imposibilitado para transitar, son una herramienta de seguridad vial, que
notifica a otros conductores del peligro inminente inevitable que representa
nuestra unidad parada en un lugar indebido.
Tristemente,
esta tolerancia mal enfocada a la ilegalidad nos tiene sufriendo las
consecuencias de años de permitir que unos y otros pongamos pretextos que
justifiquen mal comportamiento cívico, ciudadano y comunitario. Eso sí, echamos
aguas siempre, poniendo las intermitentes al decir “pues yo no voté por fulano,
así que no hago caso a sus políticas y reglamentos”, o “es una regla absurda
así que yo no la sigo”, o incluso “todos los demás lo hacen, ¿yo porque debo
seguir la norma?”.
Dejemos
de usar la intermitentes para solapar nuestra falta de educación cívica,
comunitaria y vial. Pensemos en cómo afecta nuestro comportamiento a los otros,
y seamos más conscientes del impacto de nuestras acciones. Un comportamiento
individual dentro de la legalidad logrará transformar a nuestra sociedad mucho
más rápido que el parpadeo de los flashers.
Y esto sólo depende de cada uno de nosotros.
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