Crecí con anécdotas sobre la naturaleza
previsora de mi madre. Cuando ella era muy pequeña le dio un gran susto a la
familia al caerse en la coladera del patio, una pierna totalmente dentro y el
resto del cuerpo afuera. Después de la santa regañiza que le puso mi abuela a
mi madre, producto del susto, descubrió que mi mamá iba por el patio
consuetudinariamente con los ojos cerrados, “para cuando me quede ciega”,
decía. Con la misma intención de prevención, en su infancia mi madre tomaba muy
poca agua, argumentando que, para cuando se acabara el agua potable ella ya
estaría acostumbrada. Aunque hoy día, ambos relatos nos causan risa, es un
hecho que mi madre siempre se ha preocupado por anticiparse a las cosas.
La semana pasada tuve la gran fortuna de
vivir una semana muy intensa, llena de oportunidades de colaboración que además
tenían fecha de caducidad. Todo el equipo con que trabajo estuvo al máximo de
su capacidad de atención, coordinación y operación. Coordinar esfuerzos para
obtener resultados de un equipo multidisciplinario, multi-institucional mantuvo
a mis colegas y a mí como a Damocles, muy orquestadores, muy coordinadores,
pero durante toda la semana, con una espada pendiendo de un hilo sobre
nosotros. Arturo, Omar, Cinthia, Carmen y Erick tuvieron en sus manos el
destino de proyectos de alto impacto y sacaron el reto adelante. No cedieron
ante la tentación de “abandonar la silla” o “bajar la guardia”
Es decir, la mera actitud de
preocuparnos, carece de sentido útil, si no genera un plan de contingencia.
Vivir como Dionisio proponía, con una espada que pende de un hilo sobre nuestra
cabeza, sin movernos de la silla, reforzar el hilo, ponernos un casco, o de
plano, abandonar la silla, es un actitud totalmente inútil. Cuenta el relato
que Damocles no pudo con la preocupación y dejó fortuna, poder y riqueza con
tal de liberarse del estrés que le producía la amenaza de muerte pendiendo de
su cabeza. El análisis de riesgos, como disciplina de la ingeniería, nos enseña
a estudiar las situación en que estamos, vislumbrar los escenarios de falla,
ponderar los más probables y de mayor impacto y ocuparnos en prevenir impactos
negativos. Esto es, de acuerdo a otro refrán popular, “no se preocupe, mejor
ocúpese”.
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