Siempre me ha gustado leer. Desde que era muy pequeña, mi
mamá me entretenía en el coche jugando “a leer letreros”. Así que yo pasaba
trayectos enteros leyendo nombres de tiendas, de calles y hasta placas de los
coches. En casa, leía todo lo que cayera en mis manos. Tuve la suerte de vivir
en un hogar donde por todos lados había revistas a medio leer. Sala, comedor,
cocina, baño, o jardín contenían pequeños tesoros de lectura. Recuerdo muy bien
distintos tipos de revistas: las ilustradas como Duda; las llenas de texto como
Selecciones; y las literarias como Nueva Dimensión (bella revista española de
portadas color negro que sólo contenía cuentos y cuentos cortos de ciencia
ficción). Duda tenía relatos de fantasía sobre extraterrestres, pirámides o
poderes extrasensoriales, y fue la primera que abandoné. Nueva Dimensión sigue
en mi memoria, al grado que recuerdo aún algunos de sus relatos: Voraz o Miss
Universo. De Selecciones me encantaban las secciones: La Risa, remedio
infalible; Citas Citables; Gajes del Oficio; los tests de vocabulario y los
relatos de las partes del cuerpo de Juan (excelentes ensayos de divulgación de
biología y fisiología humana).
Así que, desde niña, he leído una cantidad infame de citas;
sin embargo, sólo tres han pasado la prueba del tiempo en mi memoria. Una que
lleva años siendo la firma de mi correo personal es de Dan Dennett, tecnólogo
norteamericano: “el secreto de la felicidad consiste en encontrar una causa
superior a uno mismo y dedicar la vida a ella”. No recuerdo dónde la leí por
primera vez (sé que no fue en Selecciones, pues dejé de leerlo en la
secundaria), ni cuándo con exactitud (sé que fue este siglo, no más); pero sí
recuerdo el cómo me sentía. Llevaba yo un par de años organizando actividades
de divulgación científico-tecnológica (sin mucho éxito, debo confesar). Y a
pesar de tener recintos medio vacíos o pocas lecturas, yo seguía feliz con mi
trabajo. Reconozco que por un lado me divertía escuchando y leyendo a los
científicos, pero mi entusiasmo y perseverancia radicaba en la convicción
profunda de que mediante estas actividades es posible transformar comunidades.
Entonces, cuando me topé con la frasecita, me enamoré de ella tanto por mi
experiencia personal, como por distinguir en otros esa motivación continua. Entonces
comprendí porque los miembros de la Academia de Ciencias de Morelos
(www.acmor.org.mx), o la Academia de Ingeniería Coordinación Morelos
(www.ai.org.mx), dedicaban tanto tiempo a promover la comunicación y educación
científico-tecnológica. Con esta misma motivación hace más de 5 años se
fundaron dos asociaciones más: la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades
del Estado de Morelos (www.acshem.org.mx) y la Asociación Morelense de
Tecnólogos, Innovadores y Vinculadores (www.amotiv.org.mx). Estas cuatro
instituciones de la sociedad civil organizada comparten causa común: “sólo
mediante la incorporación de la ciencia, la tecnología y la innovación a
nuestra vida cotidiana un mejor Morelos será posible.”
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