Uno de mis muchos defectos, bien conocido por mis afectos,
es mi afición a las series de TV sobre investigaciones de homicidios,
enfermedades o asaltos, veo todas las que hay. Hace unos días, en un episodio
de Law & Order, el motivo del
crimen bajo investigación era la desesperación de un broker financiero/bursátil al enfrentarse con clientes que se han
vuelto más y más ambiciosos en términos de los márgenes de ganancia que
esperan. El argumento era que, el siglo pasado, con una tasa del 10% anual era
más que suficiente para tener clientes felices; sin embargo en los últimos
años, había una presión de los inversionistas por DUPLICAR el capital inicial.
Más allá de si esto es motivo o no para armar un fraude de cuello blanco y
crear compañías falsas, inflarlas y derrumbarlas, el punto interesante es que,
efectivamente, estamos en un entorno donde la gente que tiene interés en
invertir está preocupada por tener altísimos márgenes de utilidad.
Si yo pudiera conseguir que cada habitante de Cuernavaca, me
diera 1 centavo diario libre de polvo y paja, ¡recibiría un poco más de tres
mil pesos diarios! No espero que nos pongamos todos a pedir centavos por aquí y
por allá, pero sí que consideremos como un útil ejercicio mental lo que el
volumen de ventas o el tamaño del mercado (los más de trescientos mil
habitantes de nuestra ciudad) representa, y cómo es posible obtener entradas
importantes con márgenes de utilidad tan pequeños como un centavo.
¿Qué más hace falta? Ser conscientes de que, para tener
acceso a un gran mercado (todos los habitantes de Cuernavaca), tenemos que
pensar en productos que estén accesibles a todos esos bolsillos. Y por
supuesto, siendo congruentes y responsables, deben ser productos necesarios y
que se produzcan en el marco del desarrollo sustentable.
Erróneamente, hay quienes piensan que el sector empresarial
es parte del problema que conocemos como pobreza extrema. Cuando en realidad, la
iniciativa privada puede representar una solución novedosa y sustentable para
esta dolorosa situación. Para que el sector que mueve la economía del mundo sea
la solución, no debe hacerlo en un plan asistencialista (que ya está demostrado
no funciona), sino adoptando modelos e ideas de negocio que logren incrementar
el bienestar social de los grupos más desfavorecidos. Invertir, por ejemplo, en
alternativas para potabilizar el agua a muy bajo costo, o en la distribución de
alimentos sanos y balanceados a precios accesibles producidos localmente para
mejorar al mismo tiempo las condiciones socioeconómicas de la comunidad, es una
manera creativa e innovadora de incidir positivamente en la disminución de la
extrema pobreza. Esto se puede lograr en el corto plazo, integrando equipos de
multidisciplinarios de académicos, que aporten el producto de sus
investigaciones; y emprendedores cercanos a modelos de distribución y
comercialización eficientes, dispuestos invertir en proyectos que centavo a
centavo construyan un mejor entorno al tiempo que los beneficien directamente.
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