publicado el 19 de Diciembre de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
Las lecciones que más he sufrido en mi vida escolar son aquellas en las que me han pedido que me aprenda de memoria datos o peor aún párrafos enteros. A estas alturas del partido, reconozco que mi memoria es mucho mejor hoy que antes gracias a esos ejercicios de “recítelo sin falla”. Sin embargo, también es claro que esos ejercicios hicieron poco o nada en términos de construcción de conocimiento nuevo. Aprender poemas no me ayudó a escribirlos; sin embargo, las clases de literatura en que me pedían escribir un endecasílabo, o por lo menos una calaverita, me enseñaron reglas básicas para generar párrafos con entonación y rima.
Las lecciones que más he sufrido en mi vida escolar son aquellas en las que me han pedido que me aprenda de memoria datos o peor aún párrafos enteros. A estas alturas del partido, reconozco que mi memoria es mucho mejor hoy que antes gracias a esos ejercicios de “recítelo sin falla”. Sin embargo, también es claro que esos ejercicios hicieron poco o nada en términos de construcción de conocimiento nuevo. Aprender poemas no me ayudó a escribirlos; sin embargo, las clases de literatura en que me pedían escribir un endecasílabo, o por lo menos una calaverita, me enseñaron reglas básicas para generar párrafos con entonación y rima.
Para construir nuevo conocimiento, necesitamos internalizar
lo que conocemos, hacer nuestro lo que vemos, leemos o percibimos del exterior.
En contraste con las clases-recital, donde la instrucción es reproducir el
conocimiento sin cambio, tuve la fortuna de tener clases de comprensión. Clases
donde me pedían una y otra vez que explicara “con mis palabras” las lecciones. Esto
requería entre otras actividades: atender la lección en clase, tomar apuntes de
lo más importante, releer la lección en el libro de texto o apuntes, aclarar
dudas con maestro y compañeros, y en muchos casos, acercarme a enciclopedias,
diccionarios u otros libros de consulta para realmente captar lo aprendido.
Finalmente, expresarnos en nuestras palabras requiere conectar el conocimiento
que hemos logrado relacionar, y expresar desde nuestras limitaciones personales
eso que entendimos. Este último paso siempre es un reto, requiere seguridad en
lo aprendido, confianza en el proceso con que adquirimos el conocimiento y una
dosis de valentía para expresarnos.
Hoy puedo ver cómo esa sencilla instrucción,
“cuenta con tus palabras”, implica todo el proceso que Nonaka ha detectado en
su Teoría de generación de conocimiento organizacional. Hace un par de semanas,
viví la gratísima experiencia de ver como mis colaboradores más cercanos podían
explicar a un grupo lo que somos, lo que hacemos y por qué hacemos lo que
hacemos en InnoBa. Con orgullo y admiración logré ver que los aprendices han
superado a los maestros, y que al lograr expresar con sus palabras nuestra
razón de ser corporativa, la han enriquecido, actualizado y felizmente,
transformado.
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