La meditación de
las decisiones políticas nos ha envuelto en una dinámica de concurso de
popularidad para tomar decisiones. Esto repercute en una promoción de
candidatos a puestos de elección popular basadas únicamente en su atractivo
popular. Esto menoscaba las opiniones de
los ciudadanos, de las instituciones democráticas y de los Estados soberanos
encargados de defender el interés general; y los sustituye por lógicas
estrictamente mercadotécnicas encaminadas a vendernos imágenes de personajes en
lugar de promover la preparación de una clase política de calidad. De esta
forma, nos encontramos ante una elección imposible: elegir entre políticos de
carrera, que son víctimas y victimarios de la guerra sucia mediática; y entre
candidatos pantalla con alta aceptación pública que prestan-cara a políticos
que prefieren permanecer ocultos detrás de ellos.
Tristemente, ante la ineficacia del sistema político y de
los políticos que hemos elegido en el pasado, se exacerba la desilusión y la impotencia.
Esto ha favorecido un fenómeno de "voto de castigo". Lo que trae a la
arena política candidatos que, por el simple hecho de haber accedido al poder
de manera democrática (a través del sufragio), pretenden hacernos creer que
vivimos en la era de la democracia. Y esto no es necesariamente cierto. Pues,
al final la elección de la mayoría se basa en lo que los medios masivos (el
cuarto poder) comunican.
No cabe duda que el voto de castigo funciona y
funciona requetebién. Desafortunadamente, el castigo no ha sido para los
partidos políticos, ni para los candidatos perdedores, el castigo es, fue y
será para nosotros, los ciudadanos. Está en nosotros entender mejor el papel de
los medios y las estrategias de comunicación. Comprender que ante la lluvia de
información es indispensable desarrollar nuestras capacidades de análisis y
discernimiento de conocimiento. Validar fuentes, abrir nuestro abanico de
alternativas mediáticas, discutir abiertamente con grupos diversos lo que
escuchamos, son solo algunas de las estrategias que nos van a transformar en
una sociedad que decida mejor, que ejerza con libertad real su voto. Libertad
basada en hechos y evidencias, no en campañas y maquillajes. Al final,
esperemos pasar del castigo social en que nos hemos embarcado, al premio
democrático.
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