En mis primeras interacciones con centros de investigación
en Morelos, además de darme cuenta del extraordinario acervo
científico-tecnológico que tenemos en esos espacios de generación de
conocimiento, me sorprendió lo desconocido que era esto para la gran mayoría de
los que aquí radicamos. Afortunadamente, as tareas de comunicación social y
pública que se han emprendido en los últimos 15 años, van dando fruto. Cada vez
más personas saben que hay una comunidad académica que busca entender mejor el
mundo que nos rodea. Sin embargo, pocos consideran acudir a ella cuando tienen
un problema que solucionar.
Esta distancia es comprensible. Si yo tengo un problema
sobre calidad de agua por ejemplo, aunque sepa que hay un Instituto que se
dedica al agua, difícilmente voy a abrir la sección amarilla, buscar “agua” y
esperar encontrar el nombre, teléfono y datos de contacto del instituto que me
interesa. Desde el otro extremo de la cadena, pasa algo similar. Quienes
investigan el agua y quieren probar alguna de sus soluciones o metodologías en
algún caso práctico, tampoco van a encontrar interesados en la sección
amarilla, o en internet. Ante este abismo de comunicación, los espacios
académicos han ido generando unidades de vinculación que sirven como primer
contacto para quienes se acercan a un centro de investigación, o para quienes
dentro del centro quieren salir “al mundo real”. Estas unidades, a su vez, han
establecido lazos de comunicación efectiva entre sí, con la intención de
multiplicar su capacidad de atención.
Continuamente escuchamos empresarios y productores
morelenses externar su preocupación por la falta de consumo de los productos
locales. Sabemos que es importante para el desarrollo económico regional y para
fortalecer el tejido social, generar una cultura de consumo de productos y
servicios morelenses. De igual manera es
importante buscar soluciones científico-tecnológicas entre nuestros
especialistas locales. Esto contribuye no sólo a la economía y a la generación
de recursos humanos de calidad, sino también a incrementar la pertinencia de lo
que se estudia en los centros de investigación. Conocer a mayor profundidad el
entorno con estas interacciones sociedad-academia, fortalece y acerca más a
ambos.
Las piezas que requiere un ecosistema de
innovación exitoso están todas en Morelos. Desde generadores de conocimiento,
hasta integradores de soluciones prácticas, pasando por asociaciones civiles,
empresas de servicios y unidades de vinculación que tienen la función de
integrar equipos que soluciones problemas reales con enfoques no
convencionales. La próxima vez que tengamos en mente contratar los servicios
especializados de un experto “de fuera”, volteemos a Morelos, acerquémonos a
estos vinculadores para conocer quien en nuestro estado conoce del tema y
cuente con la capacidad de solucionar la problemática o de asesorar al
interesado para que este tenga el mejor servicio posible a cambio de su
inversión. Apuesto doble contra sencillo que 9 de cada 10 veces encontraremos a
un experto de talla internacional dentro de las fronteras morelenses.
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