publicado el 08 de Enero de 2015, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos
En este receso de actividad regular que nos regalan las festividades de fin de año, pasé mucho tiempo navegando por las Redes Sociales con más atención de la acostumbrada. Me topé con todo tipo de debates y discusiones entre amigos, conocidos y sus contactos. La diversidad de los temas me encantó, señal de la pluralidad de las redes a las que me he ido integrando con los años. Sin embargo, vi un común denominador en todas las discusiones, el exceso de mala información que nos inunda, genera confusión y desorienta hasta a los más críticos lectores.
En este receso de actividad regular que nos regalan las festividades de fin de año, pasé mucho tiempo navegando por las Redes Sociales con más atención de la acostumbrada. Me topé con todo tipo de debates y discusiones entre amigos, conocidos y sus contactos. La diversidad de los temas me encantó, señal de la pluralidad de las redes a las que me he ido integrando con los años. Sin embargo, vi un común denominador en todas las discusiones, el exceso de mala información que nos inunda, genera confusión y desorienta hasta a los más críticos lectores.
Algunos recordamos la era pre-Internet, en aquellos tiempos
si queríamos información debíamos leer periódicos, enciclopedias o
diccionarios. Y pocos teníamos acceso a todo ese acervo de información en casa.
Así que, si pretendíamos opinar informadamente sobre cualquier tema era
necesario visitar una biblioteca o una hemeroteca y sumergirnos en el mar de
fichas, libros, revistas y periódicos para obtener conocimiento. Desde hace
algunos años, internet y sus máquinas de búsqueda (google, bing, msn, etc.) nos
han facilitado la tarea. Basta teclear lo que queremos y en segundos hay miles
de enlaces con información relacionado a lo que buscamos. Si antes padecíamos
de sub-información, hoy tenemos el mal complementario, vivimos
sobre-informados. Tenemos datos y escritos por toda la red, pues todos podemos
subir un artículo a Wikipedia, crear una página web o armar un perfil en
Facebook. Hemos popularizado la emisión de mensajes al mundo; sin embargo, lo
que es un gran logro para la democratización de los medios de comunicación,
trae consigo un reto aún mayor, aprender a valorar la información y discriminar
la falsa, tendenciosa e inútil.
En un intento por “salvar” a las comunidades del riesgo de
vivir mal-informados, se han generado máquinas de búsqueda como Halalgoogling,
que filtra el contenido de los resultados de una búsqueda, para que sólo se
muestren los que la Ley Islámica considera correctos. Personalmente, creo que
la solución no está en contar con una autoridad que nos diga que es correcto
leer, o conocer. Creo que lo realmente importante es fortalecer nuestro
pensamiento crítico y perseverar en la búsqueda de información congruente para
lograr formar una base de conocimiento que nos permita tomar mejores
decisiones. Aprendamos a desconfiar en primera instancia de las fuentes que
sólo dan opiniones sin basarla en evidencia concreta. Ayudemos a informar
correctamente cuidando más la información que nosotros emitimos en las redes; corroboremos
las fuentes y los datos para poder construir conocimiento de calidad.
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