Cuando llegué a la casa que ahora habita
mi padre, tenía 18 años. En aquel entonces, vi la placa que en el muro lateral
tenía la fecha en que se terminó la construcción, de la que sólo recuerdo el
año: 1945. Corría el año de 1987 entonces, aún estudiaba ingeniería en sistemas
electrónicos en el Tec y lejos estaba de mi historia el concepto de
sustentabilidad, o el del fin de la era del petróleo. La casa, muy estilo
Cuernavaca, de techos altos, terrazas por todos lados, muros de más de 20 cm de
espesor, ha resistido los embates del tiempo y del clima. Es fresca en verano y
tal vez demasiado fresca en ciertos inviernos (no en todos, afortunadamente).
Y, a pesar de todos los cambios que ha hecho mi padre, aún conserva el aire de
entonces y las ventajas climáticas y de iluminación con que fue construida.
¿Qué nos pasó, del siglo pasado a este,
que perdimos de vista la ubicación geográfica, el clima local, la orientación
del sol, las corrientes de aire, las barrancas, los pozos de agua cercanos, al
construir? ¿Cómo olvidamos la importancia de un diseño bien pensado y de una construcción
bien orientada para aumentar el confort? Parece que al haber soluciones
tecnológicas para aclimatar la vivienda (luz artificial, aire acondicionado,
calentadores, etc.), decidimos construir sin pensar y confiar en la tecnología
para suplir la falta de ingenio, o peor aún, de sentido común de los arquitectos
e ingenieros. Basta visitar a alguien en un multifamiliar y darnos cuenta de
cómo el criterio por construir más viviendas en menos espacio se impuso al de
construir viviendas pequeñas pero dignas.
El costo lo estamos pagando, no sólo en la factura de CFE, sino en el
alarmante incremento de emisiones de CO2 producto de este diseño sin
sentido, y del derroche energético que provocamos para aclimatar nuestros
hogares. Ya se con ventiladores, enfriadores o, peor aún, aires acondicionados.
Ante la crisis energética actual, tenemos
una gran oportunidad para, mirando al futuro, diseñar inteligente y
sustentablemente la vivienda de los próximos años. Ya no estaremos nosotros,
como ya no están quienes construyeron las casas que habitamos algunos, pero
quienes hereden nuestros espacios, nos agradecerán la inversión en tiempo y en
intelecto que les permitirá tener edificaciones cómodas, iluminadas y
energéticamente eficientes.
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