Así como hay niños que sueñan toda su
infancia con conocer a los Reyes Magos, a Santa Claus o al Niño Dios, yo soñé
muchos años con conocer a Beto. Beto, el sabio, pensaba yo, era un hombre que
sabía todo de todo, el referente continuo de mi abuelita Lola y mi tío abuelo
Césareo. Me daba pena preguntar en casa quién era Beto, porque con la
frecuencia que me lo mencionaban, yo estaba segura que era una falta imperdonable
de educación y de memoria salir con la batea de “¿cuál Beto?”, cada vez que me
lo mencionaban. Recuerdo que pasé años, tratando de descubrir que Alberto,
Roberto o Heriberto era el objeto de mi admiración. Un buen día en una comida
familiar me preguntaron, “y tú Karlita, ¿qué quieres ser de grande?” Contesté
enseguida, “¡yo quiero ser como Beto!” Grande fue mi sorpresa al ver la cara de
“what?”de mis papás y abuelos, que ni
la más remota idea tenían de a quien me refería. Insistí hasta el cansancio
que era Beto el Sabio, el que todo sabía; aquél que cada vez que yo preguntaba
algo en casa era a quien me pedían le preguntara. Un poco preocupada por mi
salud mental, mi abuelita me insistió, “Karlita, ¿cuándo te he dicho yo que le
preguntes a Beto?” Entonces se iluminó mi cara y le contesté: “Abue, hoy en la
mañana, te pregunté porque el cielo es azul y me contestaste ‘Beto ha saber’”.
Todos se rieron, menos yo, y con gran cariño de su parte, y gran vergüenza de
la mía me explicaron que, como yo era muy preguntona, su respuesta ante la
lluvia de mis preguntas no era: “pregúntale a Beto”, era: “ve tú a saber”.
Hoy desayunando con una amiga,
compartíamos como gracias a Internet podemos aprender de todo. En algún lugar
hay desde un video, un ensayo, un blog, o hasta un artículo científico con
información sobre todo lo que se nos ocurra. Claro, hay que saber discriminar
la información útil del mar de datos en la Red, pero todos los que tenemos
acceso a Internet, tenemos acceso al conocimiento de la humanidad y, gracias al
concepto de Acceso Abierto (o acceso libre, o gratis), cada día se incorpora
más conocimiento valioso a Internet.
Hoy lo que necesitamos es saber detectar
información valiosa y confiable, para desechar la información engañosa, falsa e
inútil; tristemente hay más de la segunda que de la primera; pero aún con esa
circunstancia, el volumen de información nos permite saber porque el cielo es
azul, porque cae granizo o porque debemos cuidarnos del Sol.
Sé que mi abuelita y mi tío Cesáreo, hoy
día, en lugar de mandarme con “Beto”, me mandarían con Internet.
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