miércoles, 4 de septiembre de 2019

De sentido, bien y lugares comunes…



Desde hace 19 años he tenido el gusto de trabajar en temas de vinculación entre academia, industria y gobierno. En aquel entonces, se le llamaba a este trío la “triple hélice” y había toda una historia sobre helicópteros y sustentación aérea, muy poco precisa, pero muy ilustrativa (y romántica). Debo confesar que desde que escuché eso de la hélice de los helicópteros me cayó gordísimo el símil. Y consideré a la frase como el más perfecto detector de impostores. Cada vez que escuchaba o leía a alguna sesuda persona hablar de la dichosa hélice, muy en mi interior perdían puntos en mi muy personal escala de aprecio académico. Esto se debe principalmente a mi desprecio por los lugares comunes. Desde muy joven, aprendí que los charlatanes, en general, se aprenden algunas palabritas domingueras y con mencionarlas de vez en vez, apantallan a las personas no expertas y las embaucan. Los lugares comunes, o frases hechas, tienen la virtud (y el defecto) de poderse repetir sin que quien lo hace entienda los conceptos.
Así, una frase que surge de una mala analogía con las aspas de los helicópteros (que, por cierto, suelen ser dos en helicópteros pequeños), llegó para quedarse, transformarse y, en mi muy humilde opinión, servir de “corazón delator” (otro lugar común que le debemos al gran E. A. Poe) contra quienes, sin saber del tema, dictaban cátedra (y siguen los lugares comunes) sobre vinculación. Desde entonces, cada vez que escucho hablar de hélices en espacios de vinculación, sonrío hacia dentro. Así lo hice hace unos años, cuando la “triple hélice” se transformó en la “cuádruple hélice”; y, debo confesar, también lo hice hace unos meses cuando escuché hablar de la “penta hélice”.  Para quienes no estén familiarizados con ambos clichés, la cuarta hélice es la sociedad y la quinta el medio ambiente.
Algo que un exjefe me enseñó muy bien hace muchos años fue a confrontar mis certezas. Esta actitud hiper y autocrítica de siempre poner en tela de juicio (otro lugar común) aquellas cosas de las que estoy convencida me ha permitido aprender muchísimo y reconocer que, hasta en las frases hechas hay conceptos interesantes que vale la pena analizar y aplicar. Y justo esto me sucedió recientemente al leer la más reciente convocatoria del CONACyT: PENTA. PENTA es el acrónimo de Programa Estratégico Nacional de Tecnología e Innovación Abierta, y debo decir que, ¡me encantó!
PENTA “convoca a las nano, micro, pequeñas y medianas empresas (NaMiPyMEs), instituciones de educación superior, centros de investigación, institutos tecnológicos, sociedades de producción rural y personas físicas con actividad empresarial; públicas o privadas, dedicadas al desarrollo tecnológico e innovación” (CONACYT, 2019), y este es el primer acierto, incluir a personas físicas con actividad empresarial, a nano empresas—entidades con menos de cuatro personas—y a sociedades de producción rural.
El segundo acierto de PENTA es la inclusión de una categoría que atiende proyectos de “Articulación productiva sustentable”, esto significa que, por primera vez en la historia del fomento a la innovación, se otorgará recursos para apoyar la articulación de los actores relevantes en el proceso de innovación abierta de los cinco sectores que se DEBEN atender: Sociedad, Industria, Gobierno y Academia, con respeto y cuidado al Medio ambiente.
Para cerrar con broche de oro, PENTA promueve Innovación Abierta, otro gran acierto. Este tipo de innovación se realiza desde hace muchos años en otros países y, en los últimos 5 años en México, la ha promovido CeMIESol y la Red de Energía Solar. La innovación abierta se puede resumir en una frase “colaborar para competir”. La industria farmacéutica, ante los grandes retos de salud, ha encontrado en este modelo de innovación una solución interesante al hacer alianzas entre empresas competidoras y universidades para desarrollar principios activos. Una vez que se ha probado el potencial de estas innovaciones farmacéuticas, las empresas competidoras toman el conocimiento generado y cada una busca por su cuenta las mejores formas de llegar al mercado y competir. En un entorno con recursos gubernamentales limitados, promover la innovación abierta es un acierto. Hoy, ante las interrogantes que mis alumnos planteaban con gran incredulidad ante la existencia de empresas tradicionales que buscaran obtener recursos públicos para TENER que compartir sus desarrollos, el sentido común me hizo responder: “Si las empresas quieren invertir en innovación tecnológica y no compartir sus resultados, que le pidan dinero al banco y la paguen; si buscan dinero de mis impuestos, espero que sea para el bien común”.

sábado, 16 de febrero de 2019

Congruencia, nada más…


enviado a publicación el 16 de noviembre de 2010 en La Jornada Morelos

Le tengo una propuesta irrechazable y “decorosa”. ¿Qué tal si, en el patio de su casa, en ese espacio que le sobra, ahí al ladito de su portón, traemos un proyecto de inversión? Le explico mejor, antes de que me ponga cara de susto y pregunte “¿y yo, por qué?” o mejor dicho “¿en mi patio, por qué?
            Usted solamente pone el terreno, que le compraremos a muy buen precio. Con esta inversión, de la mitad de su presupuesto familiar anual (la inversión total, de la que el terreno es una mínima fracción), vamos a solucionar sus problemas energéticos. No tendrá que preocuparse por la escasez energética; además, un proyecto así representará fuentes de empleo para sus vecinos (o para usted y sus familiares), pues construirla requerirá mano de obra, y operar las instalaciones también. En el entendido de que, si usted o sus familiares no tienen el perfil, ¡con la pena!, tendremos que contratar a sus vecinos, quienes estarán muy agradecidos. Además, con una inversión así, será reconocido por sus colegas como un gran administrador.
            Suena bien, ¿verdad?
Que la instalación requiere un suministro constante de gas, y no del de su tanque estacionario, sino gas natural, para lo que tendremos que construir un gasoducto que atraviese toda su casa, es un detalle.
Que generará tanta energía eléctrica que se venderá también a sus vecinos, venta de la que a usted no le tocará un peso, es otro detalle.
Que vamos a utilizar grandes cantidades de agua en la construcción y operación del proyecto, es otro detalle.
Que, además, debido a la generación de azufre, habrá contaminación del aire y del entorno cercano (pero sólo muy cercano, no se preocupe usted, nada que perjudique a los vecinos), y cuando el viento sople en contra, las emisiones de vapor “limpias” entrarán a su casa; es otro detalle.
Que la estética de su patio (y toda su casa por consecuencia) se verá afectada y tendrá menos visitantes, de esos que apreciaban su espacio para tenderse al sol y disfrutar de la naturaleza, es otro detalle.
            Que usted seguirá pagando la luz a la tarifa de costumbre, es, efectivamente, otro detalle.
Ante este alud de detalles, las comillas sobre lo “decoroso” de la propuesta se justifican, y lo irrechazable deja de serlo, ¿verdad?
            Una propuesta similar le están haciendo, mientras lee usted estas líneas, al Congreso de la Unión, sólo que la casa de usted es nuestro Estado de Morelos; el patio, Yecapixtla; los visitantes, el turismo (la industria más importante en nuestro estado) y la inversión millonaria (de poco más de la mitad del Presupuesto de Egresos del Estado de Morelos) se destinará a la construcción de dos termoeléctricas de 600 MW y el gasoducto que las alimentará. Estas termoeléctricas generarán más de 3 veces la energía que consumimos en Morelos. El excedente lo enviaremos a quienes la requieran, como el Distrito Federal o el Estado de México, quienes podrán consumirla sin el gasto de agua, ni la carga contaminante en sus espacios vitales. Además de este altruismo solidario hacia aquellas entidades que consumen más energía, los promotores de este mega proyecto señalan que el gasoducto alimentará a la industria morelense. Sin embargo, falta información precisa sobre “detalles” muy importantes del proyecto, ¿qué industria se beneficiará con el gasoducto?, ¿a cuánto asciende el beneficio económico para este sector?, ¿quiénes pagarán esta extensión del gasoducto?
            No sé usted, pero yo, cuando recibo una propuesta que involucra mi patrimonio y bienestar, la analizo con cuidado y más en el largo plazo. Tanto, que consulto las fuentes especializadas que puedan ayudarme a tomar una mejor decisión. Para este breve artículo, por ejemplo, consulté las estadísticas de la SENER, el Presupuesto de Egresos del Estado de Morelos, varios artículos en Internet y a un par de académicos miembros de las Academias de Ciencias de Morelos y de Ingeniería de México, que me ayudaron a calcular el impacto que un proyecto de esta naturaleza tendría.
            No espero que las autoridades estatales sepan todo. Es más, clara y contundentemente han demostrado que, igual que el resto de nosotros, saben bien poco de un sinnúmero de temas; pero sí espero que consulten a los expertos. Especialmente cuando no pierden oportunidad en recordarme lo importante que es la comunidad científica de la entidad y lo necesario que es acercar a los investigadores a la realidad estatal. “A predicar con el ejemplo”, me decía mi abuelita.
            Por si fuera poco, los expertos en energía, ingeniería y ambiente están, literalmente, a la vuelta de la esquina, agrupados en tres respetabilísimas asociaciones académicas, ajenos a compromisos políticos o institucionales: la Academia de Ciencias de Morelos, la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos y la Academia de Ingeniería de México, Coordinación Regional Centro.
            “Morelos: tierra del conocimiento”, es el slogan que tan orgullosos nos hace sentir a muchos.  Apliquemos ese conocimiento que nos es reconocido a nivel internacional y encontremos proyectos de generación de riqueza congruentes con nuestras fortalezas y capacidades; que privilegien nuestro entorno; que sean sustentables e innovadores.
            Generemos energía, pero de fuentes renovables cuya infraestructura ya sea condición existente en Morelos, como la energía solar. No fue casualidad que hace más de treinta años la UNAM eligiera a Temixco como sede del entonces Laboratorio de Energía Solar, hoy Centro de Investigación en Energía. Centro que recibió en 1999, la “Venera José Ma. Morelos y Pavón / Morelenses de Excelencia”. 
            El gobierno estatal conoce bien la fortaleza académica en la entidad, ha reconocido el liderazgo en energías renovables, ha expresado su compromiso con la ciencia, la tecnología y la innovación y ha prometido mayores inversiones en el rubro de desarrollo tecnológico; sólo falta que sea congruente entre el dicho y el hecho, “nada más”.