sábado, 14 de noviembre de 2015

Qué tanto es tantito

publicado el 14 de Noviembre del 2015, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Cuando mi hija cumplió 6 años, le armamos gran fiesta con sus compañeros de la Preprimaria. Entre los preparativos, encontré una piñata, más grande que ella, de Anastasia, la heroína de la película animada de moda en ese momento. Teníamos escondida la piñata para que fuera la gran sorpresa y no se la mostramos si no hasta el gran día. Y… tremendo drama se fue armando. Resulta que le gustó tanto la Anastasia “tamaño natural” que la abrazaba, y así vacía, la llevaba de un lado para otro. Hasta ahí todos en casa estábamos felices, felicitándonos por haber comprado LA piñata. El drama se desató cuando me acerqué con el cuchillo más filoso de la cocina para abrir la nuca de Anastasia y llenarla de dulces y chocolates, chicles y cacahuates. Karlita lloró, pataleó, suplicó por la integridad de su muñeca (a esas alturas ya había dejado de ser una simple piñata para ella). Entonces le expliqué a mi princesa, que siempre ha sido de diente dulce, que necesitaba abrir un hueco para rellenar la piñata, pues sus amigos llegarían en unos minutos para romperla con ella… Todavía cierro los ojos cuando recuerdo el llanto de mi pobre bebé, suplicando que no le pegáramos a Anastasia. Mis papás, chapados a la antigua, ya murmuraban por detrás de mí sobre mi falta de autoridad y de cómo si la castigara y mandara al rincón, tendrían una nieta más moderada y menos dramática. Lejos de enviarla al rincón y preparar a su Anastasia al sacrificio, abracé a mi hija y fui a comprarle otra piñata, “más piñata”, también de Anastasia, pero esa sí, para romper en su fiesta. Así, resolvimos el conflicto, piñata de adorno para jugar como muñeca (un éxito entre las niñas asistentes al pachangón) y una piñata menos “nice” rellena de dulces para darle y darle y no perder el tino. Entonces entendí lo importante que son las piñatas, y los símbolos, para nuestra concepción del mundo.
Hace unos días, en el centro de Cuernavaca, mientras esperaba en un alto, volteé a una tienda de piñatas y vi varias, entre ellas una Bella con su vestido ampón amarillo que me recordó aquellas fiestas infantiles. Con gran tristeza y una gota de angustia vi al lado la piñata de una bailarina de tubo, con todo y tubo. Lo primero que pensé fue “por favor, que esa no sea la piñata de una fiesta infantil”, de ahí la tristeza. Acto seguido cruzó por mi mente la imagen un grupo de hombres adultos, en una despedida de solteros, golpeando con energía a esta piñata en particular, de ahí la angustia.
Estoy convencida de que la violencia de género no es cosa de juego. También creo que necesitamos con urgencia concientizar a todos los seres humanos de lo importante que es respetar la integridad física, emocional, mental de todas las personas. Y aunque a veces siento que “nos azotamos” cuando nos ofendemos por los chistes sexistas; al ver las letras de canciones que promueven la violencia y el maltrato, o que el entretenimiento de fiesta (aun asiendo una tradición tan mexicana como pegarle a la piñata) se tergiversa de tal forma que, independientemente del contexto, valida el concepto de golpear a una mujer, sólo puedo pensar “¿qué tanto es tantito?” Creo que promover la discusión del tema, hablarlo abiertamente con distintas personas, explicitar que la violencia no es aceptable en ninguna forma y que necesitamos promover en su lugar la tolerancia y el respeto a los otros, nos permitirá alcanzar ese otro mundo al que aspiramos, donde todos gocemos de libertad plena para elegir el rumbo de nuestras vidas.

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