sábado, 27 de diciembre de 2014

El eslabón más débil

publicado el 27 de Diciembre de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace 25 años me gradué como ingeniería en sistemas electrónicos. He podido ver tras bambalinas el desarrollo de la computación y los sistemas informáticos que hoy son parte de nuestras vidas. Y desde siempre, el tema de la seguridad de los datos ha sido la principal preocupación y ocupación de quienes diseñan e implementan sistemas. Si bien, los avances en protocolos seguros y codificación de los datos han sido espectaculares, el talón de Aquiles de todos los protocolos de seguridad siempre seremos nosotros, los usuarios tras la pantalla.
Algo que, en estos tiempos modernos, todos los días recibimos es al menos un mensaje de correo basura o spam. Estos mensajes de correo son siempre mensajes prácticamente idénticos que se envían a un gran conjunto de personas que no los han solicitado (razón por la que también se les conoce como “correo no solicitado”). Seguir los enlaces que tienen estos mensajes, puede llevarnos a sitios que infecten a nuestras computadoras con software “malo” o malware; o peor aún, a sitios que hacen phishing; es decir, que obtienen nuestros datos personales con fines fraudulentos. El ingenio detrás de estos correos está en engañarnos apelando a nuestra curiosidad, “mira mi foto”; a nuestra avaricia, “has ganado la lotería”; o a nuestro temor “desactivamos tu cuenta de banco”. Los peores son los que, una vez que se infiltran en la cuenta de alguno de nuestros contactos, toman sus datos y apelan a la confianza que tenemos en ellos para invadir nuestras bandejas con aparentes correos amistosos.
Los manejadores de correo privados (como los servidores corporativos donde las empresas hospedan sus cuentas) son las víctimas más sabrosas para estos delincuentes cibernéticos. Los manejadores de correo públicos, como los de Google, Outlook o Yahoo, tienen algoritmos que atrapan y sacan de nuestras bandejas de entrada a la mayoría. Aunque a veces alguno logra burlar los filtros y se presenta, aparentemente inofensivo, como un correo más. Sin embargo, con mayor o menor protección, quienes abrimos la puerta final y caemos en la trampa de estos criminales somos nosotros. No hay protocolo de seguridad que nos cuide de nosotros mismos. Pero para evitar caer en sus redes hay varias alternativas; una es usar un servidor público para manejar nuestros correos (hasta los corporativos, aunque en estos casos puede haber una cuota que pagar, la seguridad de nuestra información bien vale la pena esa pequeña inversión). Otra, la más importante, es ser más cuidadosos y un tanto desconfiados al abrir los mensajes que recibimos. Ningún desconocido nos va a enviar fotos sólo porque sí, o regalar herencias, fortunas donaciones; “No hay lunch gratis”, me decía mi profesor de circuitos (y exmarido) en clase y fuera de ella con toda la razón. Cuidemos nuestros números de cuenta y contraseñas, como cuidamos las llaves de nuestra casa. Si no andamos regalando copias de nuestras llaves a desconocidos, tampoco regalemos nuestra información confidencial. 

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