jueves, 26 de marzo de 2015

De jarros y cántaros

publicado el 26 de Marzo de 2015, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace 14 años, en un arranque de entusiasmo e inspiración, el entonces Comité de Divulgación Científico-Tecnológica organizó los Sábados en la Ciencia, tomando prestado el nombre de un programa de divulgación de la Academia Mexicana de Ciencias, conocido como Domingos en la Ciencia. Con Susana Ballesteros de la UAEM, Irma Vichido y Jaime Padilla de la UNAM, promovíamos la convivencia familiar en la Casa de la Ciencia de la UAEM (hoy el Centro Cultural de Arte Indígena Contemporáneo), todos los sábados. En cada ocasión, organizábamos experiencias con niños menores de 13 años para acercarlos al pensamiento científico. Un aliciente adicional que compartíamos los cuatro era llevar a nuestros hijos y fomentar en ellos el cariño por la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (CTI). Entre los mejores recuerdos de esa época de descubrimientos que viví con este extraordinario grupo de promotores de la CTI, resalta un taller que organizó Dulce Arias, directora del CEAMISH de la UAEM (hoy Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación).
En ese taller, Dulce entregaba a los pequeños un jarrito de barro, les mostraban fotografías de paisajes diversos y les pedía que decoraran sus jarritos inspirados en alguno. Los pequeños se entusiasmaban decorando el jarrito, ilustrando el sol, el agua, la vegetación y justo cuando terminaban su pequeña obra de arte, los talleristas les pedían tirar el jarrito al piso. Todos se rompían, por supuesto, y la siguiente instrucción consistía en reparar con pegamento los jarritos. El mensaje era claro y contundente, el daño que hacemos al ecosistema que nos rodea es irreparable, por más pegamento y cuidado que se ponga en la compostura, nunca quedará como estaba en un principio.
Sólo relatar la experiencia me recuerda el dolor de los niños al participar en la destrucción de sus jarritos, y la desilusión al terminar la reparación y ver que se habían quedado con unos guijarros remendados.
La analogía de la ruptura y la reparación es una que los líderes de equipos de alto rendimiento deberían conocer como parte de su formación. Cuando se tiene la tarea de coordinar el trabajo de un equipo, el cuidado que se debe tener con el ambiente de trabajo es fundamental. Conformar un grupo que colabore, que se integre y que camine unido hacia un resultado común, aportando todos su conocimiento y experiencia, requiere de un nivel de confianza interna muy alto. Esa confianza debe ir reforzada con un alto compromiso y es responsabilidad de todos los integrantes del grupo cuidar que el jarrito no se rompa. Felizmente, las personas somos mucho más resilientes que los jarritos de barro, es decir, tenemos una mayor “capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas” (definición de Resiliencia según la RAE). Sin embargo, con todo y resiliencia, coordinar un equipo requiere promover la confianza y la reparación inmediata de los pequeños daños que surgen de la convivencia bajo presión, no sea que “tanto vaya el cántaro al agua que se nos rompa”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario