(publicado con seudónimo en "Ciudadanos por Cuernavaca" el mes de agosto de 2005)
La mundialización (o globalización) financiera agrava las desigualdades
sociales, y por ende, la inseguridad económica. Esto se debe a que menoscaba
las opiniones de los pueblos, de las instituciones democráticas y de los Estados
soberanos encargados de defender el interés general; y los sustituye por
lógicas estrictamente especulativas, que únicamente expresan los intereses
de las empresas transnacionales y de los mercados financieros.
De esta forma, podemos ver como los ciudadanos y sus representantes
sólo ven cómo se ejerce el poder de decidir su propio destino, en nombre
de una transformación del mundo presentada como una ley natural. Somos
espectadores de un juego al que sólo los grandes capitales están invitados a
jugar. Esto nos genera un sentimiento tal de impotencia que ha favorecido
el avance de partidos antidemocráticos. Partidos que, por el simple hecho
de haber accedido al poder de manera democrática (a través del sufragio),
pretenden hacernos creer que vivimos en la era de la democracia.
Las consecuencias sociales de esto son terribles. Especialmente en los
países en vías de desarrollo, como el nuestro, donde vivimos sometidos
al dictado de los planes de ajuste del FMI. El pago de las deudas públicas
obliga a los gobiernos a reducir al mínimo los presupuestos de servicios
sociales y condena las sociedades al subdesarrollo. Ante esto, los gobiernos
responden con políticas de “bienestar social”. Donde se pretende, con
presupuestos irrisorios, cubrir las deficiencias de salud, educación, empleo
e inversión, bajo el paraguas de una política social que reparte las migajas
que caen de la mesa donde los grandes capitales juegan, especulan y esclavizan
las voluntades de pueblos enteros. Así aplaudimos las iniciativas
de “generación de empleos” a través del modelo del “changarro”, o las de
“salud y bienestar” a través de campañas de seguro popular que cubren a
cientos de miles de personas… cuando hablamos de millones que necesitan
el servicio; o peor aún, a través de las “becas para el desarrollo de
científicos”, cuando se escatima la inversión pública en un rubro que no
sólo se ha estancado, sino donde hemos retrocedido, lastimando nuestra
soberanía nacional irremediablemente, pues dónde mejor representada se
puede encontrar la riqueza de nuestro México, que en el talento, creatividad
e inventiva de los mexicanos.
Mi abuelita (en paz descanse) nos decía al terminar de comer, “hay que
traer un pollito para tanta migaja que dejan”. Hoy ella diría, “m’hijo, trae
al pollito para que se lleve su bienestar social”
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