En los
años que llevo involucrada con equipos de trabajo
multidisciplinarios, una de las características más importantes que
he podido observar entre sus integrantes como indicador de la
efectividad potencial del grupo es su actitud ante los obstáculos.
Cuando se reúne a trabajar un grupo donde los participantes tienen
distinta formación, experiencia y actividad, sin duda hay muchos
elementos que contribuyen a que éste se complemente y comunique. El
obvio es la necesidad de que todos los miembros tengan un objetivo
común, que suele ser la razón por la que se reúnen. Para los temas
de desarrollo tecnológico e innovación, la necesidad a resolver es
el tema unificador. Con esto en la mesa, todos los integrantes
aportan su conocimiento para caracterizar la necesidad y proponer
soluciones posibles.
Es justo
en este momento que aparece ese elemento clave que, en mi experiencia
personal, nos permite vislumbrar que tan exitoso será un equipo en
la consecución de sus resultados.
Todos
conocemos a alguien que, cuando le proponemos un plan, encuentra una
y mil razones por las que nuestra propuesta fallará. ¿Cuántos
argumentos hemos encontrado cuando hablamos, por ejemplo, de la
separación de residuos en casa? “Es una lata”, “no sé cuáles
plásticos sí se reciclan y cuáles no”, “no lavo mis trastes,
¿voy a lavar la basura?”, “yo soy sólo una persona tirando
basura, la responsabilidad es del gobierno”, o el lapidario: “¿Para
qué separar, si llega el camión y los revuelve todos otra vez?”,
son sólo algunos de los porqué no hacer la separación de
residuos. Cuando estoy en un grupo donde la lista de porqué no
empieza a crecer, sé que lograr concretar resultados será mucho más
complicado. En contraste, hay afortunadamente, personas que, ante
cada obstáculo encuentran una manera de resolverlo. Entonces
escuchamos cosas como: “el daño al ambiente es tan grande, que
bien vale el esfuerzo”, “voy a encontrar en internet la lista de
plásticos que son reciclables y se las mando”, “pues no hace
falta lavar los residuos, con una buena enjuagada es suficiente”,
“si cada uno contribuimos, podemos hacer una diferencia”, y
finalmente, “sólo hay que darle al camión los residuos orgánicos
y llevar a los centros de acopio todo lo inorgánico”. Con una
sola persona con esta actitud de cómo sí poner manos a la
obra y hacer un cambio, aseguramos el éxito de grupos enteros.
Imagínense lo que podría ser nuestro entorno si más nos
dedicáramos a encontrar los cómo sí que nos plantean los
porqué no.
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