Hace dos años y medio, durante una reunión con un
empresario, comentábamos sobre la productividad de la comunidad académica
morelense. Él había tenido la oportunidad de visitar algunos centros de
investigación y conocer algunos de sus proyectos. Al ver la calidad y
pertinencia de estos grupos académicos, supuso que en estas “fábricas de
conocimiento” debería haber muchas patentes con potencial de explotación. Desafortunadamente,
no es así. No sólo en Morelos, sino en todo el país, hay muy pocas patentes
solicitadas por mexicanos y menos aún, de patentes otorgadas, en comparación
con otros países. Según datos de la Organización Mundial de la Propiedad
Intelectual (OMPI) de 2012, en México se otorgaron 12,358 patentes, sólo 290
fueron de mexicanos; en Brasil se otorgaron 2,830 de las cuales 365 fueron de
brasileños; y para rematar, en España se otorgaron 2,720 y 2,559 fueron de
españoles.
Siempre que este tema se aborda en los círculos de
innovación y transferencia tecnológica, se acusa a la comunidad académica y a
sus sistemas de evaluación, de promover exclusivamente la publicación de
artículos científicos y no valorar la solicitud y obtención de patentes. Y es
que, a pesar de los esfuerzos que se han hecho para promover que los investigadores
se integren a una cultura de protección de propiedad intelectual (PI) mediante
la escritura de patentes, los cuerpos colegiados que evalúan la productividad
de estos investigadores, aún no las consideran relevantes.
Para que una entidad sea generadora de innovación
tecnológica, es necesario que proteja el conocimiento que genera para poderlo
comercializar. El valor de una tecnología está relacionado, entre otros
factores, a la certeza jurídica que quien la explotará pueda tener. Las
patentes otorgan esta claridad y certeza de exclusividad para comercialización
a las invenciones. Pretender que el conocimiento que se genera en los centros
de investigación y las universidades se lleve al terreno comercial sin promover
su protección, es esperar que los inversionistas y empresarios inviertan en
negocios vulnerables a la piratería y el plagio.
Recuerdo que en la licenciatura, todos teníamos que llevar
un curso de contabilidad, pues todos como futuros profesionistas requeriríamos
de las nociones básicas para sobrevivir en la jungla contable-fiscal del sector
productivo. Al ver lo analfabetas que somos en términos de protección de PI, y
lo importante que es tener nociones básicas del tema, creo que deberíamos
promover que, en todos los niveles educativos, se concientice a los estudiantes
sobre la importancia del respeto a la PI, su clasificación, los mecanismos de
protección y los derechos que los autores o inventores tienen sobre ella.
Mientras el sistema educativo formal logra integrar la
materia, hay recursos en los sitios de internet de la OMPI, del Instituto
Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI) y del Instituto Nacional del
Derecho de Autor (INDAUTOR), para que todos sepamos cómo proteger nuestras
creaciones e invenciones, y cómo podemos compartirlas, con fines de lucro o sin
ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario