jueves, 13 de marzo de 2014

Causa común

publicado el 13 de marzo de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


Siempre me ha gustado leer. Desde que era muy pequeña, mi mamá me entretenía en el coche jugando “a leer letreros”. Así que yo pasaba trayectos enteros leyendo nombres de tiendas, de calles y hasta placas de los coches. En casa, leía todo lo que cayera en mis manos. Tuve la suerte de vivir en un hogar donde por todos lados había revistas a medio leer. Sala, comedor, cocina, baño, o jardín contenían pequeños tesoros de lectura. Recuerdo muy bien distintos tipos de revistas: las ilustradas como Duda; las llenas de texto como Selecciones; y las literarias como Nueva Dimensión (bella revista española de portadas color negro que sólo contenía cuentos y cuentos cortos de ciencia ficción). Duda tenía relatos de fantasía sobre extraterrestres, pirámides o poderes extrasensoriales, y fue la primera que abandoné. Nueva Dimensión sigue en mi memoria, al grado que recuerdo aún algunos de sus relatos: Voraz o Miss Universo. De Selecciones me encantaban las secciones: La Risa, remedio infalible; Citas Citables; Gajes del Oficio; los tests de vocabulario y los relatos de las partes del cuerpo de Juan (excelentes ensayos de divulgación de biología y fisiología humana).
Así que, desde niña, he leído una cantidad infame de citas; sin embargo, sólo tres han pasado la prueba del tiempo en mi memoria. Una que lleva años siendo la firma de mi correo personal es de Dan Dennett, tecnólogo norteamericano: “el secreto de la felicidad consiste en encontrar una causa superior a uno mismo y dedicar la vida a ella”. No recuerdo dónde la leí por primera vez (sé que no fue en Selecciones, pues dejé de leerlo en la secundaria), ni cuándo con exactitud (sé que fue este siglo, no más); pero sí recuerdo el cómo me sentía. Llevaba yo un par de años organizando actividades de divulgación científico-tecnológica (sin mucho éxito, debo confesar). Y a pesar de tener recintos medio vacíos o pocas lecturas, yo seguía feliz con mi trabajo. Reconozco que por un lado me divertía escuchando y leyendo a los científicos, pero mi entusiasmo y perseverancia radicaba en la convicción profunda de que mediante estas actividades es posible transformar comunidades. Entonces, cuando me topé con la frasecita, me enamoré de ella tanto por mi experiencia personal, como por distinguir en otros esa motivación continua. Entonces comprendí porque los miembros de la Academia de Ciencias de Morelos (www.acmor.org.mx), o la Academia de Ingeniería Coordinación Morelos (www.ai.org.mx), dedicaban tanto tiempo a promover la comunicación y educación científico-tecnológica. Con esta misma motivación hace más de 5 años se fundaron dos asociaciones más: la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos (www.acshem.org.mx) y la Asociación Morelense de Tecnólogos, Innovadores y Vinculadores (www.amotiv.org.mx). Estas cuatro instituciones de la sociedad civil organizada comparten causa común: “sólo mediante la incorporación de la ciencia, la tecnología y la innovación a nuestra vida cotidiana un mejor Morelos será posible.”

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