jueves, 18 de septiembre de 2014

Filosofía cotidiana

publicado el 18 de septiembre de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Este sábado Alejandra, una buena amiga, me contó que se iría de viaje en Octubre al Caribe mexicano invitada por su hijo Roberto. Betito, como le decimos de cariño, es un muy brillante y joven Contador Público que ha ido ascendiendo en un importante corporativo mexicano. Me dio mucho gusto la noticia pues Ale ha tenido pocas oportunidades de viajar en los últimos años y el orgullo de saber que hijo la invita es un doble regalo para ella. Desafortunadamente, conforme más escuchaba sobre el viaje, menos gusto me iba dando. Resulta que Roberto no sólo invita a su mamá, también invita a un par de tíos, a su novia y a su futura suegra. Cuando Ale vio mi cara de asombro ante tal comitiva, me explicó que “los proveedores lo quieren mucho, están muy agradecidos con él y le han regalado 6 boletos de avión y una estancia VTP durante una semana para todos en unas villitas muy monas”.
Mi cariño por la familia de Alejandra me obligó a tocar un tema delicado pero importante, la existencia de los códigos de ética y conducta de negocios. Sentí que era importante expresarle a mi amiga de tantos años lo importante que era que esta muestra de agradecimiento de parte de los proveedores de la compañía en que trabaja Roberto, fuera de conocimiento de la empresa. Por supuesto, Alejandra se molestó mucho conmigo, pensando que estaba yo calificando de corrupto a su Betito, y ya empezábamos toda una disertación sobre las obligaciones de Roberto y de la empresa, cuando recordé que la Filosofía ya ha elaborado sobre el tema. Entonces, gracias a mi BlackBerry, logré explicarme mejor.  Busqué en google el nombre de compañía, y las palabras “código de ética” y en segundos apareció el documento completo del “Código de Ética y Conducta de Negocios de XXXXX”. Le mostré el documento y leímos juntas la importancia de no recibir regalos superiores a una cantidad determinada.  El principio práctico detrás de estas reglas es que ningún regalo o favor se acepte si compromete o aparentemente obliga a quien lo recibe. Es comprensible que un joven empleado no vea compromiso detrás de un viaje para 6 personas todo pagado a las bellas playas mexicanas; sin embargo, es posible que se preste a malas interpretaciones de parte del corporativo. Mi abuelita decía “no hagas cosas buenas que parezcan malas”,  y bajo ese principio el consejo de Ale a Roberto fue contactar al Comité de Ética para preguntar sobre el obsequio.
Espero no haber arruinado las vacaciones de mis amigos; sin embargo sé que cuidar los principios éticos de la empresa asegurará la ascendente carrera de Betito. ¿Qué sería de nosotros sin la sabia asesoría de la Filosofía? 



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