jueves, 4 de septiembre de 2014

Antes que y no por que

publicado el 04 de septiembre de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Un mecanismo fascinante de aprendizaje es el que se da por asociaciones, también conocido como condicionamiento clásico o pavloviano (por haber sido Pavlov quien primero lo describió). Gracias a él aprendemos muchísimas cosas. Hay incluso quienes consideran que todas (los conductistas). Naturalmente tendemos a asociar un comportamiento con su efecto aparente y si al repetir el comportamiento el efecto se sigue manifestando, ¡zas!, tenemos un asociación aprendida. Hay muchísimos ejemplos de esto, el bebé que aprende sus primeras palabras es uno de los más fascinantes.
Este “antojo” de asociar eventos conforme crecemos lo vamos extendiendo, y podemos ir trazando hacia atrás un suceso particular para encontrar que eventos lo causaron. Por ejemplo, si perdemos la cita con nuestro dentista por llegar tarde, podemos ver que salimos tarde la oficina porque una reunión tomó diez minutos más de lo debido, y esa reunión se alargó porque uno de los participantes llegó media hora retrasado. Incluso podríamos entrar a la agenda de ese participante e ir trazando hacia atrás su mañana, para descubrir que se levantó más tarde de lo acostumbrado y el pobre tuvo una mañana contra reloj. En nuestro grupo de trabajo, tenemos la práctica individual y grupal de analizar siempre, al final de un proyecto o una actividad los resultados y sus causas, tanto los positivos como los negativos. Le llamamos a estas sesiones de “lecciones aprendidas”, pues justo tratamos de entender cómo llegamos a donde estamos y qué debemos hacer para mejorar los resultados la siguiente vez que caminemos por trayectos similares.
Sin embargo, un error común es caer en la sobre interpretación de la precedencia. Es decir, no todo lo que pasó antes de un evento, fue su causa. Por ejemplo, si el día de la cita con el dentista nos pusimos los calcetines al revés, o se nos atravesó el gato negro del vecino al salir de casa, aunque ambos eventos sucedieron antes de nuestra llegada tardía al consultorio, no fueron causa de la tardanza. Hace unos días, mientras uno de mis afectos me consolaba durante la convalecencia de una cirugía por apendicitis, me recordó que 3 días atrás me desayuné con singular alegría doble ración de huevitos en salsa verde con chorizo y concluyó “¿ves? ¡Eso fue!” Aunque la singular alegría con que desayuno es causa segura de mis kilos de más, no necesariamente hay una relación directa entre ese desayuno a mi apéndice extirpado.
Asociar causas y efectos implica una relación temporal, la causa debe suceder antes que el efecto, pero también necesitamos confirmar la asociación al entender el proceso completo, mediante la trazabilidad y, cuando sea posible, al repetir del fenómeno por experimentación.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario