jueves, 23 de octubre de 2014

Cuestión de costumbre

publicado el 23 de octubre de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

El viernes pasado moderé una reunión entre un investigador y un ingeniero. La sesión la organizamos para que el investigador evaluará la pertinencia de dar una asesoría experta al proyecto que este ingeniero en particular ha liderado desde hace dos años. Ser parte de esa charla fue fascinante.  Pude escuchar a un experto técnico exponer su proyecto, comentar sus fallas y fortalezas y a un académico de talla internacional preguntar detalles del diseño e implementación del prototipo bajo estudio. La charla fue telefónica y varios colegas en la oficina presenciamos una sesión tipo “Dr. House” entre Investigador e Ingeniero. Después de 15 minutos de preguntas y respuestas, nos despedimos del ingeniero y tuvimos una sesión de trabajo con el investigador. Gratamente, Oscar, el experto científico que hizo las veces de “diagnosticador”, fue muy generoso y abierto a la posibilidad de interactuar efectivamente con el equipo de ingenieros que están desarrollando el prototipo. Al despedirnos de él, todos en la oficina estábamos felices.
Minutos más tarde, la coordinadora de proyectos de la empresa que nos contrata, nos llamó. Yo estaba lista para recibir felicitaciones de su parte por haberle encontrado al experto académico que tanta falta les hacía. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando, en lugar de escuchar alivio de parte de ellos, recibimos una actitud defensiva y paranoica! Resulta que las preguntas certeras y precisas del investigador, que todos nosotros escuchamos como una entrevista de diagnóstico de primer nivel, el ingeniero las interpretó como una amarga crítica a su trabajo, a su coordinación, a su desempeño y peor aún, a su persona. Después de escuchar la breve queja de nuestra buena amiga, le pude explicar que su percepción no era correcta. Esos 15 minutos de diálogo entre investigador e ingeniero aportaron la información exacta y suficiente para que podamos, como equipo consultor, proporcionarles la mejor alternativa de solución. Justo como sucede en la serie de TV “Dr. House”, para llegar al fondo de la enfermedad, es necesario conocer detalles sin adornos ni miramientos. Y cuando el tiempo es poco, es importante invertirlo en transmitir información de calidad en las comunicaciones. Nos costó un poco de trabajo lograr explicar que, lo que para el ingeniero fue una “arrastriza”, para nosotros fue un diagnóstico fabuloso, que nos ponía en una situación inmejorable para iniciar un proceso de optimización de su prototipo.
Al colgar el teléfono en esa segunda llamada, nos dimos cuenta de la importancia que tiene una cultura académica y una actitud científica cuando abordamos problemas. Estas nos permiten atacar los problemas de raíz, centrándonos en los síntomas y llegando al origen de las enfermedades. Muy al estilo del célebre “Dr. House”.

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