Todos hemos visto
en un sinnúmero de películas y series los memoriales construidos a
los presidentes estadounidenses Washington, Jefferson o Lincoln. El
de Washington es el obelisco, el de Jefferson tiene un casquete
esférico en el techo y el de Lincoln es el más impresionante, tras
ascender 98 escalones se encuentra su estatua de casi 7 metros de
altura. Debo confesar que, entre tanta majestuosidad, a mí el
memorial que me transformó la vida fue el de Roosevelt y, para ser
precisa, la inscripción que hay en el jardín. Leí la frase hace
diez años y en cada gran logro puedo ver claramente ambos
ingredientes.
Hace unos días recibí un ejemplar de
“El Faro”, la revista de divulgación de la Coordinación de la
Investigación Científica de la UNAM. Entre sus artículos se
encontraba la reseña del FungiFree, el primer biofungicida
desarrollado por científicos mexicanos que llega al mercado. Esta
noticia me provoca, cada vez que la oigo, además de una altísima
dosis de “orgullo ajeno”, una sonrisa al recordar las dosis
masivas de paciencia y perseverancia que los doctores Galindo y
Serrano, investigadores del Instituto de Biotecnología de la UNAM,
han invertido en ver el producto de su investigación en el mercado.
Fueron más de diez años dedicados a la investigación básica,
aplicada, al desarrollo tecnológico, a la generación del plan de
negocios, a la obtención de permisos y a la formalización de
alianzas estratégicas. Fue ese compromiso con lograr un producto de
alta tecnología mexicana el que motivó la colaboración del Consejo
de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos, mediante el CemiTT,
así como el apoyo de las autoridades universitarias de la UNAM
Campus Morelos.
Así como este caso de éxito hay
muchos otros en potencia en cada centro de investigación de nuestro
estado. Detonarlos requiere de la colaboración multisectorial, de
inversionistas públicos y privados que crean en nuestro talento y
colaboren para que la ciencia, la tecnología y la innovación sean
reconocidas como oportunidad de crecimiento y desarrollo regional.
Citando a Eleanor Roosevelt, “para
hacer grandes cosas hay que tener paciencia infinita y perseverancia
sin fin”.
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