Todos hemos sentido en carne propia la
famosa “pena ajena”. Nos sucede cuando vemos que otra persona
comete una falta y, por empatía, sufrimos pena instantánea. Nos ha
pasado con el profesor universitario que en una presentación
importante se avienta un “haiga”, cuando en un restaurante al
mesero se le cae la charola cargada de platos, o cuando a un
compañero se le derrama el café sobre su laptop. En todas estas
situaciones nos apenamos junto con quien sufre el percance,
independientemente de la cercanía personal que tengamos con la
persona o la circunstancia.
Bueno, así como hay pena ajena, debo
confesar que también he sentido “orgullo ajeno” y se da justo
como complemento a la emoción que describí anteriormente. Quienes
son fanáticos del fútbol, lo sienten cuando un jugador mete un gol,
o el portero para un penal del equipo contrario. Ciertamente el
aficionado desde su sofá nada tuvo que ver en el logro del jugador;
sin embargo, goza y disfruta la hazaña con un auténtico orgullo,
ajeno, pero orgullo al fin.
Debo confesarles que yo, aficionada
(diletante como me diría un buen amigo hace unos años) de la
Ciencia, la Tecnología y la Innovación, siento exactamente esa
sensación de satisfacción producto del orgullo ajeno, cada vez que
leo cómo un grupo de investigación descubrió algo nuevo. El gozo
de ver a la inteligencia humana aportando conocimiento, es
maravilloso. Es una grata mezcla de sorpresa, emoción, admiración y
alegría. Adicionalmente, tengo la fortuna de sentir ese “orgullo
ajeno” regionalizado, cada vez que leo o escucho a un académico
Morelense compartir un logro CTI.
Hoy quiero dar las gracias a la
comunidad CTI que, desde los centros de investigación, los espacios
gubernamentales y la iniciativa privada, nos regalan ocasiones de
sorpresa, maravilla y orgullo ajeno. Tenemos un gran capital, activo,
pujante y exitoso, estemos orgullosos y colaboremos con ellos, que
sólo así lograremos un Morelos competitivo, progresista e
innovador.
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