jueves, 13 de junio de 2013

Básculas y exámenes

publicado el 13 de junio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Mi abuelita Lola era lo que se conoce popularmente como “de buen diente” y su hermano, mi tío Cesáreo, era de un disciplinado para la comida que se reflejaba en su esbeltez. Yo heredé mucho de mi abuelita, especialmente su versión del debate “comer para vivir vs. vivir para comer”. Para nosotras, la comida es un disfrute cotidiano, uno de los que hace que la vida sea sabrosa. Mi tío se inclinaba por “comer para vivir”, quienes me conozcan inferirán que nosotras, no. Por esta razón, más años de evolución que nos seleccionaron como organismos “maravillosamente eficientes”, tengo amplia experiencia en dietas, calorías, básculas y medidas. La aventura para lograr un peso saludable requiere que entendamos que lo importante es evaluar la salud, el peso es sólo un parámetro que refleja sólo una dimensión de lo sano que estamos. Así, lograr un peso saludable debe involucrar: peso, medidas, presión arterial, nivel de triglicéridos, nivel de glucosa, y varios indicadores más. Debemos desconfiar de métodos o médicos que nos recomienden sólo vigilar la báscula, pues esto nos desvía de nuestro objetivo, nos centra en solamente vigilar un indicador, el peso, cuando lo que nos debería importar es dar seguimiento a nuestra salud.
Vemos un fenómeno similar en los exámenes escolares. Hemos convertido al “examen” en el villano de la película, en un “coso” al que hay que vencer, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Cuando los exámenes deben ser sólo uno de los indicadores que evalúen el progreso de los estudiantes y profesores (pues ambos son parte de la dinámica enseñanza-aprendizaje). Y sí, hay que vigilarlos como fotografías del proceso educativo, pero sin quitar atención a lo sustantivo, formar estudiantes de manera integral para la vida. El foco debe estar en las actitudes hacia el conocimiento, no hacia el conocimiento en sí.
Recientemente comentaba en distintos grupos y foros, lo trascendente de contar con un Plan Nacional de Desarrollo que contenga los indicadores que medirán el avance del país en los rubros que se consideran estratégicos. Esto contra toda una época en que el único indicador a vigilar fue el PIB (o un conjunto de indicadores que medían más de lo mismo, “crecimiento económico”). Hoy contamos con un conjunto de indicadores bien construidos y no sólo eso, además conocemos datos anteriores, la metodología con que se miden y a las instituciones que les dan seguimiento, nacionales e internacionales.

Sin evaluaciones congruentes, no hay avance. La articulación de estrategias y políticas requiere una imagen clara y completa del antes, del durante y del después. Aplaudo una nación que tiene la valentía de mirar con claridad y sin venda en los ojos sus números en diversas dimensiones, eso apunta hacia un crecimiento multifactorial y sostenido, sin anemias ni anorexias.

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