jueves, 27 de junio de 2013

Tazas de Petri

publicado el 27 de junio de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

No hace mucho tiempo, trabajé en una organización ampliamente reconocida por su capacidad como generadora de conocimiento. Tuve la fortuna de convivir con un grupo que, además de hacer una excelente labor en sus áreas de expertez, también tenía una actitud muy positiva hacia la comunicación y la generación de conocimiento en las funciones que a cada quien correspondían. Curiosamente, en esta entidad en particular, la estructura organizacional en lo cotidiano era jerárquica y burocrática. A pesar de que los individuos en su desempeño personal tenían altos estándares en sus áreas y eran bien conocidos por su calidad de trabajo, nuestras interacciones “de oficina” rayaban en lo absurdo por la falta de inteligencia de los procedimientos administrativos.
Un ejemplo que relato frecuentemente en foros y charlas, es “el de las tazas”. Resulta que, por un hueco en la normatividad que rige las funciones de los trabajadores, la limpieza de los utensilios de cafetería no recaía en ninguna persona. Quienes hayan tenido que compartir espacios (departamento de estudiantes, o cocineta en el trabajo) entienden bien la faena comunitaria que esto implica. Desde el altero de tazas sucias dejado después de una reunión, hasta el altero cotidiano de tazas limpias pero como muestrario perpetuo al dejarlas secar. Un buen día, quien coordinaba el área administrativa decidió que la mejor manera de evitar el tiradero era prohibir que dejáramos escurrir las tazas, instruyéndonos a secar todo con la toalla semi-húmeda que reposaba al lado del fregadero.
En ese tiempo, contaba yo con un equipo maravilloso de becarios, estudiantes de mecatrónica, biología, artes plásticas y ciencias de la comunicación, entusiastas aprendices de divulgadores científicos. Al enterarnos de la nueva prohibición-instrucción comenzamos una sabrosa discusión sobre la higiene del nuevo método. Si la idea de pasar el trapo POR FUERA de la taza era de horror (el olor apoxcahuado me enferma sólo de recordarlo), se imaginarán la resistencia a secarla con él POR DENTRO. Entonces decidimos hacer una cápsula de divulgación, conseguimos platos de Petri suficientes para cultivar hongos y bacterias de la fibra jabonosa, el trapito y el ambiente del escurridor. Una semana después, con video en mano, mostramos los resultados a la comunidad: tiramos el trapito y aprendimos que no hay como escurrir los trastos para asegurar un secado higiénico.
Analizar los problemas, proponer hipótesis y demostrarlas es el camino que nos permite avanzar en la comprensión de la realidad, desde el día que planteamos el “experimento de las tazas” supe que el grupo de aprendices había dejado de serlo. No hay mejor prédica que el ejemplo. 

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