En
el hogar de mi infancia siempre había visitas. No recuerdo fin de
semana sin que nos cayera “La chata”, “Capeto” o “Pera” a
visitar a mi abuelita. Solían ir con ella, que había sido su jefa
años atrás, por consejos sobre su vida privada. Mi abuelita Lola
era una especie de “Don Corleone” del corazón. Era también cosa
de todos los fines de semana que mi abuela comentara lo poco que le
hacían caso, al decirnos “¡Ah que mujer!, quiere además el
remedio y el trapito, ¡qué barbaridad!”
Desde
hace tiempo sabemos que los seres humanos somos miembros de la
especie Homo sapiens. Es
decir, somos una especie más del reino animal (como simplistamente
nos lo explican en la primaria). Sin embargo, también sabemos que a
pesar de nuestra similitud genética con el resto de los primates,
mayor al 90%, nuestro desarrollo social es muy diferente. Esto parte
de nuestra habilidad para comunicarnos. La comunicación tácita y
explícita que sostenemos entre nosotros nos permite transferir
conocimiento muy eficientemente, no sólo en tiempo real, sino
también a través del tiempo, gracias a la palabra escrita.
Hemos además, organizado el
conocimiento de tal manera que utilizando símbolos o códigos
podemos transferir conceptos complejísimos encriptados en lenguajes
por disciplina, y que son altamente independientes del idioma que
hablemos. Así, los matemáticos, químicos, antropólogos,
empresarios o administradores, se entienden con gran eficiencia, pues
en una fórmula o un concepto empaquetan bloques de información,
permitiendo una adopción más rápida del conocimiento. Es claro
que, para la construcción de conocimiento nuevo, es necesario
compartirlo y para esto la comunicación es fundamental. Un
comunicación clara, precisa y veraz, asegura una mejor transferencia
de conocimiento.
¿Cómo
lograr esa claridad, precisión y veracidad entre pares al establecer
canales de comunicación? ¿Cómo asegurar una comunicación efectiva
entre individuos y grupos? El primer paso es establecer relaciones de
confianza. Esto es, sin duda, el elemento necesario para lograr
comunicarnos de manera efectiva y eficiente.
Ganarnos
la confianza del otro se convierte así en un tema fundamental para
el trabajo enfocado de equipos. Y si además, estos equipos son
multidisciplinarios e interinstitucionales, como en los proyectos de
innovación tecnológica, el proceso no es inmediato, requiere de
acompañantes que inviertan experiencia y recursos para moderar un
entorno que promueva la confianza entre todos y la comunicación
clara y efectiva. En Morelos contamos no sólo con expertos
científicos dispuestos a transferir conocimiento, sino también con
acompañantes/moderadores que incrementan las posibilidades de éxito
de los proyectos de innovación tecnológica, tenemos “el remedio y
el trapito”, sólo hay que aplicarlo para lograr transformarnos en
una región competitiva.
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