jueves, 7 de noviembre de 2013

Redes y congresos


publicado el 7  de noviembre de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


La gente que me conoce desde pequeña sabe que nunca fui muy sociable. Conseguir permiso en casa para visitar amigas era complicadísimo, e imposible si se trataba de dormir fuera de casa. Si a estas restricciones le añadimos mi personalidad sumamente tímida e introvertida, la fórmula para una nula interacción social estaba dada. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, fui descubriendo las ventajas de interactuar con colegas y pares en espacios informales. Encontré que una charla alrededor de un café en el receso de una conferencia, o un intercambio de ideas entre bocadillos en un brindis de honor, abrían más puertas que el llavero de San Pedro.
Este grato descubrimiento lo hice a inicios de este siglo, pues desde mi gestión en el gobierno estatal como enlace con la comunidad académica, pude ver en estos momentos de intercambio relajado cómo académicos y diletantes se daban el gusto de conversar, compartir conocimiento y, lo más importante, generar lazos de confianza. Estos encuentros breves y aparentemente dispersos permiten que comunidades que no conviven cotidianamente se reagrupen y formen redes. Redes que a su vez, expanden las posibilidades de interacción hacia los contactos de los contactos, multiplicando las posibilidades de armar equipos de colaboración muy efectivos.
Un exjefe de cuyo nombre no quiero acordarme, criticaba duramente mi estilo gerencial diciendo despectivamente “Karla, tú todo lo arreglas con desayunos, cafés y reuniones informales”. Y efectivamente, gracias a la interacción social, a las reuniones alrededor de un café o unos bocadillos, se logra “romper el hielo”, atravesar la frontera de la introversión individual y compartir experiencia y conocimiento.

Hoy, a propósito del estreno de mi hija como ponente en un congreso internacional, sonrío ante el recuerdo de mi primer congreso nacional (que tuve a la misma edad académica que ella). Sé que esta experiencia de escuchar a pares de diferentes edades, nacionalidades y especialidades, la va a transformar profundamente. Yo me tardé sólo 13 años en sacarle jugo a esa primera experiencia y aplicar el modelo de gestión para lograr colaboraciones efectivas en temas multidisciplinarios. Gracias a eso que aprendí entonces, y sigo aprendiendo todos los días de la comunidad CTI, en la formación y consolidación de redes, hoy veo posibilidades reales de cambiar nuestro entorno, de difundir la importancia del pensamiento científico como motor de la toma de decisiones cotidiana, y de colaborar efectivamente para lograr que otro mundo sea posible. Sí, creo que todos podemos arreglar todo a partir de desayunos, cafés y reuniones informales.

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