jueves, 24 de julio de 2014

Por sabido se calla

publicado el 24 de julio de 2014, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

Hace muchos años, tuve la fortuna de recibir una de las grandes lecciones de vida durante una clase de maestría. El curso en cuestión se llamó “Cultura de la calidad”. Siendo el postgrado que yo cursé en ciencias computacionales, con una clara orientación hacia la investigación y las matemáticas aplicadas, el tema de la “calidad” me parecía más un asunto de cultura general, que de interés académico.
En algún momento del curso, nos preguntaron “¿cuál debe ser el objetivo de una empresa?”. Ante una pregunta tan fácil, inmediatamente contesté “hacer la mayor cantidad de dinero posible”. La discusión que siguió a mi inocente intervención no sólo duró más de una hora, sino que me pareció, en ese momento, un asunto de semántica. Hoy sé que no es así, que era un asunto de percepción y de niveles de abstracción. La gran crítica a mi respuesta era que si una empresa sólo pone sus ojos en aumentar su utilidad este año, muy probablemente se enfrascará en prácticas que a la larga la dejen fuera del mercado. A lo que yo contesté “pues si queda fuera del mercado en X años, con el tiempo habrá dejado de percibir dinero y por lo tanto, se aleja de su objetivo el cual, insisto, es hacer la mayor cantidad de dinero posible”. Bueno, el que para mí, y sólo para mí, fuera un asunto “sabido” el que “la mayor cantidad de dinero posible” llevara implícito el “durante el mayor tiempo, en las mejores condiciones sociales/económicas/ambientales posibles”, fue la gran lección. Es menester siempre, especialmente cuando tratamos de comunicar algo a un público general, ahondar en las sutiles diferencias, esas que pueden delimitar claramente fronteras, y dejar claro, más allá de toda duda, el sentido de las cosas. Hoy sé que la frase precisa para explicar lo que quise decir hace 23 años es: “hacer la mayor cantidad de dinero posible sustentablemente”; esto es, cuidando mejorar las condiciones sociales, económicas, ambientales e institucionales actuales y con visión de futuro. Lo curioso es que, aún hoy, es necesario incluir “sustentablemente” como una práctica excepcional.
Esta semana tuve una reunión en un restaurante, y por primera vez en mi vida, el mesero al traer mi naranjada me preguntó si quería un popote. Sonreí con un “no, gracias” y del gusto escribí un comentario público en twitter, agradeciendo el gesto pro-sustentabilidad de este lugar. Fue tan excepcional la situación que la responsable de relaciones públicas salió a agradecerme el tuit.

Espero ver un México donde la sustentabilidad sea parte de todo lo que hacemos; donde nuestra cultura de desarrollo incluya la responsabilidad con el entorno social, ambiental, económico e institucional; donde, además de preocuparnos por las generaciones futuras, lo hagamos, al estilo de Víctor Urquidi, también por los desprotegidos del presente. Espero ver el día en que sustentable sea un término que por sabido se calle. 

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