Tengo la fortuna de haber experimentado muchos cambios
importantes en el transcurso de mi vida.
El primero del que tengo memoria es la
mudanza de mi familia del DF a Cuernavaca, cuando tenía 6 años.
El último fue
el cambio de actividad profesional, de asalariada en la UNAM a empresaria.
Entre ambas transiciones, mi capacidad de adaptación se ha manifestado muchas
veces. Cuando mis alumnos me preguntaban en mi primer aniversario de bodas,
cómo me había sentado el salir de casa, recuerdo que les contesté lo feliz que
era y lo terso que fue el cambio de residencia, de estado civil y de dinámica
familiar. Por el contrario, después de mi segundo divorcio recuerdo con gran
claridad lo difícil que fueron los primeros 6 meses de regreso a la soltería. Requerí
de un gran respaldo familiar y auto-terapia para encontrarme a gusto en mi
nuevo status.
Ahora imaginemos la situación que vive un académico joven,
recién doctorado, que ha pasado sus últimos 20 años dedicado a labores de
aprendizaje e investigación, al momento de ingresar a una industria como
empleado; ante el reto de generar conocimiento
y responder al peor de los tiranos: el Mercado. Del otro lado se
encuentra el empresario, convencido de la trascendencia de integrar a un
especialista analítico, crítico y generador de conocimiento a su equipo de
trabajo, aunque carezca de experiencia laboral industrial. Entender lo
atractivo e intimidante de esta situación algedónica es crucial para lograr
avanzar en el terreno de la innovación tecnológica. ¿Quién puede respaldar una
colaboración de este estilo? ¿Cómo pueden ambos, empresario y académico,
disminuir el riesgo de su asociación e incrementar las posibilidades de
éxito? El gobierno ha encontrado la
manera de acompañar esta vinculación, mediante un apoyo económico que consiste
en aportar una parte del salario del académico, equivalente a lo que aportará
el empresario durante año. Así, el recién egresado puede contar con un sueldo
digno que le permitirá concentrarse en los resultados que espera la empresa, y
el empresario puede asumir la inversión en una relación que será benéfica,
tanto para los involucrados directos como para la red de CTI, pues cada eslabón
que se construye en el camino de la vinculación academia-empresa fortalece la
gran red de la innovación científico-tecnológica. Éste es un claro ejemplo de
compromiso entre gobierno federal, estatal y sector privado.
Así avanza Morelos
y así generamos un entorno sustentable juntos “y revueltos”.
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