Cuando mi hija iba en tercero de
kínder, descubrí que por optimizar recursos el jardín de niños al
que asistía decidió juntar a los tres grupos de kínder en uno
solo. Esta medida de eficiencia empresarial me puso los pelos de
punta y decidí cambiar de escuela al día siguiente. Por supuesto
que el calvario inició en ese momento, buscando escuelas que me
quedaran cerca de casa y además tuvieran calidad educativa.
Afortunadamente, la búsqueda duró sólo unas horas, al día
siguiente encontré la escuela perfecta. La perfección no me la dio
la cercanía, ni las instalaciones, ni el modelo educativo, sino ver
que Miss Greta, quien me había enseñado inglés en 5º de primaria,
era parte del personal de esa escuela. Tuve la fortuna de toparme
con una institución que consideraba la enseñanza del inglés tan
importante como la escuela en que yo estudié (El Bilingüe, que dejó
de existir hace muchos años).
Independientemente de que nos guste o
no, es un hecho que el lenguaje “materno” del intercambio
empresarial y científico-tecnológico es el inglés. No hablarlo y
entenderlo con fluidez nos pone en desventaja como individuos y como
comunidad en el mundo. Eso era cierto hace 40 años y lo sigue siendo
ahora, en la era global. El dominio de dos o tres idiomas aparte del
materno es muy importante para lograr insertarnos de mejor manera en
las redes sociales que son por definición globales (o
internacionales, como decíamos antes). Apostar por una educación
que fomente el pensamiento crítico y científico es esencial,
también lo es incluir el aprendizaje intensivo de por lo menos el
inglés.
No todos tenemos la fortuna de toparnos
con Miss Greta en la primaria o la secundaria. Sin embargo, es
importante que encontremos en la educación continua los espacios
para aprender inglés, tanto para mejorar nuestras posibilidades
laborales, como para apoyar a nuestros hijos en su aprendizaje del
idioma. Afortunadamente, esta preocupación la comparten las
universidades públicas; tanto la UAEM en el centro de Cuernavaca,
Chamilpa, Club de Golf y Cuautla, como la Fundación UNAM en
Teopanzolco, que abren al público general sus Centros de Enseñanza
de Lenguas Extranjeras. Aprovechemos estos espacios, para que entre
lo local y lo global no se interponga la barrera del lenguaje.
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