La primera vez que escuché la
palabra “Emprendedor” fue a finales de 1985, al enterarme que
todas las carreras de nivel profesional en el Tec de Monterrey,
deberían llevar un curso sello sobre Emprendimiento. Para compartir
plenamente mi reacción, antes debo dar contexto. En ese momento
cursaba el primer semestre de Ingeniería en Sistemas Electrónicos,
carrera que elegí por dos grandes razones. La primera, era la que
más matemáticas tenía. La segunda y más importante, era la única
que no tenía materias de Administración. Se podrán imaginar mi
decepción cuando me enteré de la noticia del Programa Emprendedor.
Renegué, critiqué y hasta lloré ante el complot contra mí y mi
aversión a la administración.
“Nunca digas de esta agua no he de
beber”, escucho cada vez que relato el tema de mi elección de
carrera, pues curiosamente desde 1995 me he dedicado a la
administración, en el sector privado, público y académico. De
hecho, sólo he ejercido mi carrera de manera intermitente por no más
de tres años en total. Afortunadamente, mi formación como Ingeniera
en Sistemas ha sido fundamental en mi desempeño profesional desde
1990.
Algo que aprendí con los años es
que, contra mi percepción juvenil, emprender y administrar no son la
misma cosa. Los administradores no necesitan ser emprendedores, y los
emprendedores pueden o no ser administradores. La RAE define
emprender como “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un
empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Sin duda
los emprendedores exitosos al leer esa definición estarán de
acuerdo. Generalmente al pensar en un emprendedor le asociamos la
creación de un nuevo negocio, de cualquier nuevo negocio, y esto no
es así. Emprendedor es aquél que toma riesgos calculados, que tiene
tal convicción en su proyecto que está dispuesto a enfrentar el
reto de echarlo a andar a pesar de lo difícil que pueda parecer la
aventura. La pasión, el entusiasmo, la perseverancia y la paciencia
son ingredientes más importantes para el emprendedor que saber hacer
planes de negocio, estados de resultados o campañas publicitarias.
Ahora que me dedico a tender puentes
y vincular a científicos y empresarios, he podido constatar que
quienes son exitosos en sus ámbitos tienen actitud emprendedora.
Ante las dificultades para alcanzar sus objetivos, echan mano de su
creatividad e inteligencia para sobreponer los obstáculos y
encontrar “cómo sí” lograr el resultado. Entender este factor
común permite la comunicación, fomenta la confianza y promueve el
compartir conocimiento.
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