jueves, 8 de agosto de 2013

Factor Comun

publicado el 8 de agosto de 2013, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos

La primera vez que escuché la palabra “Emprendedor” fue a finales de 1985, al enterarme que todas las carreras de nivel profesional en el Tec de Monterrey, deberían llevar un curso sello sobre Emprendimiento. Para compartir plenamente mi reacción, antes debo dar contexto. En ese momento cursaba el primer semestre de Ingeniería en Sistemas Electrónicos, carrera que elegí por dos grandes razones. La primera, era la que más matemáticas tenía. La segunda y más importante, era la única que no tenía materias de Administración. Se podrán imaginar mi decepción cuando me enteré de la noticia del Programa Emprendedor. Renegué, critiqué y hasta lloré ante el complot contra mí y mi aversión a la administración.
“Nunca digas de esta agua no he de beber”, escucho cada vez que relato el tema de mi elección de carrera, pues curiosamente desde 1995 me he dedicado a la administración, en el sector privado, público y académico. De hecho, sólo he ejercido mi carrera de manera intermitente por no más de tres años en total. Afortunadamente, mi formación como Ingeniera en Sistemas ha sido fundamental en mi desempeño profesional desde 1990.
Algo que aprendí con los años es que, contra mi percepción juvenil, emprender y administrar no son la misma cosa. Los administradores no necesitan ser emprendedores, y los emprendedores pueden o no ser administradores. La RAE define emprender como “Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Sin duda los emprendedores exitosos al leer esa definición estarán de acuerdo. Generalmente al pensar en un emprendedor le asociamos la creación de un nuevo negocio, de cualquier nuevo negocio, y esto no es así. Emprendedor es aquél que toma riesgos calculados, que tiene tal convicción en su proyecto que está dispuesto a enfrentar el reto de echarlo a andar a pesar de lo difícil que pueda parecer la aventura. La pasión, el entusiasmo, la perseverancia y la paciencia son ingredientes más importantes para el emprendedor que saber hacer planes de negocio, estados de resultados o campañas publicitarias.

Ahora que me dedico a tender puentes y vincular a científicos y empresarios, he podido constatar que quienes son exitosos en sus ámbitos tienen actitud emprendedora. Ante las dificultades para alcanzar sus objetivos, echan mano de su creatividad e inteligencia para sobreponer los obstáculos y encontrar “cómo sí” lograr el resultado. Entender este factor común permite la comunicación, fomenta la confianza y promueve el compartir conocimiento.  

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