Hace una vida, un exjefe me contó una
anécdota que marcó mi forma de ver la dedicación a una tarea. La
historia dice que una dama de la aristocracia, al asistir a un
concierto de un virtuoso del violín, maravillada ante la experiencia
de escucharlo exclamó, “es usted extraordinario, yo daría la vida
entera para tocar el violín así”. Ante esa declaración de
admiración el virtuoso contestó, “Querida señora, yo la he
dado”. La contundencia de una respuesta así, siempre me emociona
y asombra. Sabemos todos que “la práctica hace al maestro”, sin
embargo, leer anécdotas así nos transmite con un toque de
melancolía y sorpresa lo que la dedicación y el entrenamiento
continuo producen.
Como he compartido en varias ocasiones,
tengo actualmente el privilegio de dirigir una empresa que se dedica
a la gestión de innovación y transferencia tecnológica. Veo todos
los días académicos distinguidos, exitosos en sus áreas, que
generan conocimiento y van despejando incógnitas e incertidumbres
todos los días. Sé que todos ellos han dedicado su vida a la
investigación y que si han logrado prestigio en sus campos de
estudio es, precisamente, gracias a ese compromiso con sus
“instrumentos”.
Hace unos días, leí la convocatoria
que hace el Gobierno Estatal, por conducto de la Secretaría de
Innovación, Ciencia y Tecnología, para que jóvenes universitarios
propongan protocolos de investigación en el marco del programa
“Primer encuentro de jóvenes investigadores”. Leer este tipo de
llamados a la comunidad universitaria me ilumina el rostro y el
ánimo, justo así se inicia la dedicación vitalicia a una causa. Y,
¿qué mejor causa hay que la de encontrar maneras en que la Ciencia,
la Tecnología y la Innovación contribuyan al desarrollo de nuestro
entorno de manera sustentable?
Los virtuosos de mañana ya están, as
we speak, dedicando sus vidas a la investigación, convocatorias
como esta son fundamentales para la detección de vocaciones, su
fomento y consolidación. Transitar del dicho al hecho empieza así,
respondiendo a estos llamados con el entusiasmo y la pasión de aquél
violinista.
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