¿A quién le suena conocido esto?
Conforme se acerca el fin de año, a todo lo largo y ancho de la organización a la que pertenecemos se nos avisa que hay que hacer la planeación del próximo año. Esta planeación suele ir acompañada del presupuesto opeerativo anual y es deseable que también de un conjunto de indicadores y metas que cumplir. Podemos medir la antigüedad en el cargo de un administrador como inversamente proporcional al grado de ilusión que le provoca hacer este proceso. El nuevo administrador, aquél "afortunado" que recién ha recibido un puesto administrativo, ve la oportunidad de transformar su área, demostrar que la alta dirección hizo bien en darle esa oportunidad. Y emulando su infancia, arma una carta a Santa Claus (o los Reyes, o el Niño Jesús, o...) y se explaya costeando los proyectos que transformarán su área, y por ende el futuro de la organización.
Un buen administrador, novato o experimentado, además plantea estrategias para conseguir el presupuesto que requiere. Un administrador mediocre, suele esperar que el presupuesto llegue de algún lado, y si no llega, recorta conforme se vaya acabando el recurso en el peor de los casos, o hace un recorte al inicio del año de aquello que puede ser prescindible, en el mejor.
Tenemos la gran oportunidad de elegir administradores públicos innovadores, que dejen la mediocridad para otros, y se enfoquen en diseñar estrategias novedosas para mejorar la calidad de vida de los morelenses. Una guía para esto la encontramos en Diseño de nuevas estrategias, sólo falta encontrar los candidatos que lo hagan... "sólo..."...
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