Uno de
mis más grandes defectos es mi falta de gracia para contar chistes o anécdotas.
¡Soy malísima! Además, como tengo la fortuna de contar con buenos amigos que
son excelentes narradores y con un sentido del tiempo extraordinario para
contar chistes, es aún peor. Peor por el contraste y por el desperdicio casi
trágico que hago de tal acervo de buenos mensajes, que “mato” con mi pésimo
medio de transmisión.
Y es
que no basta con tener buena información, ni con tener emisores adecuados y
receptores abiertos e interesados, es esencial contar con mecanismos de
transmisión del mensaje que sean adecuados. Sólo así se logra la comunicación
efectiva. Es un error pensar que la mera acción de enviar buenos mensajes es
suficiente para llegar a un público sediento de información y conocimiento. De
igual forma, contar con los canales, medios y formas de comunicación no es
suficiente sin contenidos de calidad (generados por receptores sensibles) o sin
receptores abiertos y dispuestos a enfocar su atención en una comunicación en
particular.
Los
grandes oradores, son además excelentes “sensores” del ambiente que los rodea.
Elaboran mensajes de acuerdo a sus públicos y para lograr eso, necesitan
escuchar, ponerse en los zapatos de quienes recibirán su mensaje y actuar en
consecuencia. La comunicación es, como tantas otras cosas, un sistema donde las
partes (emisor, receptor, mensaje, medio) son tan importantes como las
interacciones entre ellas y el contexto en que están embebidas.
Para quienes
comunican ciencia, la tarea es justo esta, lograr transmitir efectivamente un
mensaje de alta calidad del área de su especialidad a un público en particular.
Cuando el público está formado por sus pares académicos, suele ser una labor
muy efectiva. Sin embargo, al cambiar la composición del público, la
efectividad de la comunicación parece depender de que tan adaptable sea el
emisor del mensaje a los distintos grupos a que se dirija. De ahí la
importancia de los divulgadores de ciencia, que tienen la capacidad de recibir
mensajes de parte de un sector académico altamente especializado y
transmitirlos a distintos públicos, según sus habilidades y capacidades. Como
en tantas actividades humanas, es la colaboración entre académicos y
comunicadores la que logrará acercar a la gente el conocimiento pero sobre todo
la actitud científica y con ella, abrir las puertas a la posibilidad de ser
parte de una sociedad mejor informada, participativa, crítica y corresponsable.
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