jueves, 27 de diciembre de 2012

¡Qué trabajo cuesta!

publicado el 6 de diciembre de 2012, en la columna "Con peras y manzanas" del Diario de Morelos


La diferencia entre mi hermano menor y yo es de casi seis años. Así que durante muchos años viví como “hija única”, pues la convivencia fraternal se dio hasta que salí de la primaria. Siendo además de distinto género, poco drama había para compartir juguetes. Él no se metía con mis muñecas, yo no lo hacía con sus cochecitos (o casi no). Esta “ventaja” en la convivencia cotidiana se traducía en debilidad cuando me reunía con mis primas. Ellas acostumbradas a la ausencia de propiedad privada entre hermanas, me ponían en jaque cada vez que llegaban a casa de la abuela a vacacionar. Prestar mis juguetes era un dramón (berrinche, llanto y más), y compartir la atención de mis tíos, ¡era aún peor! Me costó mucho trabajo y lágrimas darme cuenta que, si me animaba a convivir en grupo más tiempo, la experiencia era mucho más enriquecedora. En conjunto podíamos jugar a los listones, las ollitas, los encantados o el amo-a-to; y entonces, en lugar de una fracción de tiempo y atención individual, contaba con la riqueza de la interacción múltiple.
De manera similar sucede en el tema del conocimiento. Contrario a la creencia popular, cuando lo compartimos activamente, logramos construir más y mejor conocimiento. Sucede hasta cuando leemos un libro o vemos una película. ¿No es más rica la experiencia de comentar un libro entre varios? ¿Quién no ha discutido y disfrutado tramas de películas o fragmentos de novelas? Después de esas tertulias de intercambio todos salimos con un mejor y más completo entendimiento de lo discutido. Compartir lo conocido desde nuestra perspectiva y contexto individual nos permite mirar desde otros contextos y otros puntos de vista al objeto a entender. Y sí, al terminar esas experiencias de intercambio, el conocimiento grupal e individual crece. Este “gaje del oficio” lo conocen bien los científicos, viven enriqueciéndose todos los días, al mismo tiempo que enriquecen el saber de la humanidad en su conjunto.
Vivimos en la era del conocimiento, éste es nuestro activo más valioso y más importante. Con una ventaja adicional: a diferencia de otros activos como el oro, los dólares o el petróleo, que al compartirlos se fraccionan y por tanto, quienes los comparten tienen menos de manera indiviudual; al compartir el conocimiento, éste se acrecienta, mejora y multiplica. Cambiemos de fondo el enfoque, compartamos conocimiento, colaboremos y construyamos un mundo mejor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario