Quienes me conocen,
saben que suelo alardear de dos cosas. La primera, que desde los 6 años que
llegué con mi familia a Cuernavaca, nunca he salido de “mi pueblo” por más de 3
semanas. Toda mi formación y educación se la debo a esta bella ciudad (y su
zona conurbada). Crecí en la era a.I. (antes de Internet) y a pesar de eso,
tuve contactos de primera mano con culturas diversas, con usos y costumbres
europeas, norteamericanas, ibéricas y sudamericanas. Aprendí a valorar la
tolerancia y la diversidad desde temprana edad, gracias a esas inmersiones en
otros mundos que me regaló la lectura. Especialmente valiosa, para mi formación,
fue la literatura de ficción científica (o Sci-Fi, por apócope del inglés), que
construye mundos y escenarios fantásticos a partir de algún hecho científico.
Esta formidable mezcla de incursiones a lo imaginario, a lo fantástico, con un
sutil hilo conductor científico, fomentaron en mí la admiración por otras
maneras de pensar, la necesidad de estirar mi marco de referencia para tratar
de comprender mejor a los otros. Isaac, Carl, Philip, Poul, Ursula, Robert y Paul
son algunos de los compañeros que tuve en este proceso. Autores brillantes del
género, a quienes llamo por su nombre propio como los queridos amigos que son.
La segunda,
íntimamente relacionada a la primera, es que en Morelos se hace investigación
de clase mundial en prácticamente todas las áreas del conocimiento, desde las
Matemáticas, hasta las Ciencias Sociales y Humanidades. Desde hace más de diez
años, orgullosamente he comentado: “dime un área del conocimiento y seguramente
te podremos contactar con alguien que investiga sobre el tema”. Y así es,
Ingeniería en Materiales, Química Orgánica, Simulación y Teoría de Números,
Genómica, Computación, Antropología, Literatura, Sociología, Energías
Renovables, Prospectiva, Ciencias de la Conducta y Medicina, apenas es el
inicio de la lista en que incluyo las primeras áreas que vienen a mi mente. Tengo
la fortuna de gozar de amistades entrañables aquí en Morelos que han dedicado
su vida a entender mejor los futuros, las enzimas, el silicio, las políticas
energéticas, lo imaginario, la otredad, la migración, la optimización, el agua…
Y aunque estas amistades las he construido d.I. (después de Internet), han sido
el balance en el mundo real, de aquellos amigos de mi infancia y adolescencia
que compartieron mi entorno virtual.
Hoy, no hay pretexto
para permanecer alienados del resto de nuestros congéneres. Somos parte de un
mundo enlazado real y virtualmente, que sólo requiere que abramos un buen
libro, o nos conectemos a una red social enriquecedora. El acceso a todo el
mundo, independientemente de la existencia de Internet, siempre ha estado en la
punta de nuestros dedos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario