El
día del cumpleaños de mi papá, salimos a comer a un restaurante
ubicado al norte de Cuernavaca. Anunciaban a todo bicolor, la cena de
fin de año “Blanco y Negro” con carácter de riguroso. En ese
instante supe que, a pesar de lo rico que se leía el menú, yo no
podría asistir pues ya tenía planeado vestir de gris plata en
Nochevieja. Una sola frase determinó, sin lugar a dudas, que
quienes pretendieran disfrutar de los manjares del restaurante en
cuestión, debían vestir esa noche sólo prendas de colores blanco y
negro, punto.
En
estos días, distintos medios de comunicación dieron a conocer las 5
acciones que Enrique Peña Nieto propuso para impulsar la Ciencia y
la Tecnología. En redes sociales hubo un especial revuelo sobre la
quinta acción: crear una fundación de Ciencia y Tecnología en la
que pueda participar la iniciativa privada (IP). Se manifestaron en
contra de esta acción desde aquellos que condenaban la iniciativa
por pretender privatizar la CTI, hasta quienes consideraban una
ilusión van a pretender involucrar al sector privado mexicano en este
sector estratégico, pasando por quienes criticaban al gobierno
federal por evadir su responsabilidad de fomentar la actividad
científico-tecnológica. En este caso, una oración que describe una
acción, no es suficiente para entender las implicaciones del tema.
- En lo personal, considero que esta medida apunta en la dirección correcta al incluir a quienes generan la riqueza de nuestro país en la inversión en CTI mexicana. Que la IP participe en la inversión nacional de CTI no sólo es buena idea, es fundamental para lograr un México innovador que esté a la altura de los recursos naturales y humanos que tenemos. No se trata de que el Estado evada nada, el Estado DEBE seguir invirtiendo en Ciencia Básica y Aplicada, así los empresarios pueden invertir en Desarrollo Tecnológico e Innovación (basada en Ciencia preferentemente). De hecho, los países con mejores índices de desarrollo humano (IDH) invierten en CTI más del 2% de su PIB y, como punto de referencia, esta inversión la hacen de manera conjunta los sectores público y privado. afortunadamente, cada vez hay más empresarios mexicanos visionarios que apuestan a la CTI como solución para mejorar sus estrategias competitivas. Confío en que, con la participación de académicos, el fomento gubernamental y las alianzas estratégicas adecuadas con gestores de innovación serios y profesionales, podremos ver un México distinto en unos años.
Las
políticas públicas requieren de contexto para poder entender mejor
sus implicaciones e impactos. La co-inversión público-privada en
CTI definitivamente no es un asunto de “blanco y negro”.
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